En paralelo a la ofensiva en la Franja, otro choque mantiene en vilo Oriente Próximo ante la constante amenaza de un conflicto abierto entre el Líbano e Israel. El grupo chiita Hizbulá y el Ejército hebreo llevan seis meses enzarzados en su peor fuego cruzado en casi dos décadas, unos enfrentamientos que se han ido intensificando con el paso del tiempo hasta volverse diarios.
La violencia ha dejado hasta el momento cerca de 93.000 desplazados internos del lado libanés y otros 60.000 en el Estado judío, al tiempo que se ha cobrado una veintena de vidas en la parte israelí y más de 330 en el país fronterizo.
Después de que Hizbulá realizara un primer lanzamiento simbólico el pasado 8 de octubre, un día después del inicio de la guerra de Gaza, el intercambio de fuego ganó intensidad con rapidez hasta conllevar bombardeos y disparos de proyectiles diarios que solo cesaron brevemente durante la tregua del pasado año en la Franja.
La organización chiita forma parte de una alianza informal, antiisraelí y proiraní que mantiene frentes paralelos de apoyo al movimiento islamista palestino Hamás durante su guerra con Tel Aviv. Aunque el movimiento armado es de calle el principal actor, otras formaciones libanesas han despertado de su letargo militar para sumarse a la batalla, entre ellas el grupo del mismo signo Amal -principal aliado político de Hizbulá- o la organización suní Jamaa al Islamiya -vinculada a los Hermanos Musulmanes-.
Recrudecimiento
Con el paso de los meses, Hizbulá expandió su arsenal a armas como los misiles de alto calibre tipo Burkan, con capacidad para portar ojivas de hasta media tonelada, y comenzó a emplear entre sus tácticas lanzamientos masivos de decenas de cohetes contra objetivos militares de cada vez más envergadura.
Por su parte, el Ejército hebreo inició una campaña de bombardeos selectivos y amplió su radio de actuación a áreas alejadas de la frontera común como los suburbios de Beirut, los alrededores de la ciudad meridional de Sidón o el oriental Valle de la Bekaa, donde llegó a asaltar una zona a más de 110 kilómetros de la divisoria.
Paralelamente, Israel ha cometido en los últimos meses masacres con números récord de víctimas civiles, la más grave contra siete miembros de una misma familia, fallecidos en un ataque en Nabatieh y otros tantos paramédicos asesinados en un centro sanitario de Habariye, en el sur.
Pese a que ambas partes han afirmado no estar interesadas en un conflicto a gran escala, la amenaza de una guerra abierta planea desde hace medio año y toma fuerza con cada pico de tensión.
En medio de un endurecimiento de la retórica, Israel afirma que sigue prefiriendo una solución diplomática, si bien no ha dudado en subrayar que «haremos daño a quien planee hacernos daño».
Así lo garantizó hace una semana el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien quiso dejar claro a sus enemigos que «está preparado -a la defensiva y a la ofensiva- para cualquier intento de ataque desde cualquier lugar».
De hecho, un comunicado castrense confirmó hace unos días que las tropas completaron una segunda etapa de preparación en la frontera norte, la cual permitirá reclutar «un gran número de reservistas» en caso de una escalada.
Mientras, desde Hizbulá insisten en que no bajarán sus armas hasta que primero cese la violencia en Gaza. Sin embargo, las negociaciones para pactar una tregua en el enclave palestino no llegan, de momento, a buen puerto debido a las diferencias entre las partes sobre una potencial liberación de rehenes en manos de Hamás o sobre una retirada de las tropas judías.
La resolución clave
El consenso es claro: la solución a la crisis fronteriza pasa por la implementación total de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU que puso fin a la guerra de 2006, lo que incluiría el cese de las frecuentes «violaciones a la soberanía» del Líbano que lleva tiempo denunciando el propio Gobierno.
No obstante, el punto más caliente gira entorno a la salida de Hizbulá de la franja que va desde la divisoria de facto hasta el río Litani, donde su presencia sería sustituida por un mayor despliegue del Ejército libanés junto a la permanencia de la actual misión de paz de Naciones Unidas. Según diversas fuentes, el grupo chiita estaría dispuesto a adoptar esta medida, pero, una vez más, todo ello requeriría la resolución de la guerra en Gaza.
«Llamamos urgentemente a las partes a que se recomprometan al cese de hostilidades en el marco de la resolución 1701 y aprovechen todos los caminos para evitar una mayor escalada mientras todavía hay espacio para la diplomacia», pidieron hace unos días desde la ONU.