Sinopsis oficial
Suecia, 2018. Un inexplicable síndrome afecta a niños y niñas en un país acostumbrado a la perfección y el orden. Sergei y Natalia, recién llegados con sus dos hijas, esperan obtener asilo político. Trabajan duro, aprenden el idioma y se someten a inspecciones regulares. Pero cuando su solicitud es rechazada, la hija menor entra en coma, pasando a engrosar la temida lista. ¿Hasta dónde llegarán para permanecer despiertos en un mundo diseñado para adormecerlos? Inspirada en hechos reales.
La crítica -
Por Juana Samanes
La vida real no deja de asombrarnos puesto que, aunque suene totalmente raro, el término "síndrome de resignación" alude a una extraña enfermedad que deja en situación de coma, dormidos, a niños y niñas que sufren vivencias de ansiedad y estrés. Es decir, lo que se narra en Vida en pausa no es una distopía sino que está inspirada en hechos reales.
Suecia, 2018. Serguei y Natalia son un matrimonio ruso recién llegado a este país que esperan obtener asilo político por la persecución ejercida sobre su marido. Tienen dos hijas pequeñas y los cuatro se esfuerzan por trabajar duro, aprender el idioma y adaptarse a su nuevo lugar. Pero cuando su solicitud es rechazada la hija menor entra en coma y es ingresada con mucho secretismo en un hospital donde hay otros niños que sufren del mismo mal. A partir de entonces todo se volverá excesivamente complejo para esta familia.
El cineasta griego Alexandros Avranas ha realizado una película inquietante desde el momento que intenta demostrar que bajo la apariencia de una sociedad presumiblemente perfecta se esconden problemas como la falta de empatía y solidaridad hacia gentes llegadas de otros lugares del mundo que les lleva, incluso, a traspasar algunos límites éticos como querer quitarles la patria potestad a los padres, si lo creen oportuno, y no teniendo motivos para ello.
El desarrollo de la trama, de interés indudable, se remarca todavía más por la elección de un sello estético, un diseño de producción que opta por el minimalismo obra de de Markku Pätilä, director de arte habitual de Aki Kaurismäki, y que potencia todavía más el desarrollo distópico, sus responsables lo califican de kafkiano, de la obra.
Pero a pesar de narrar unos hechos aterradores o, lo que es lo mismo, la impotencia de unos padres que no saben cómo sanar a sus hijas, este relato vuelve a incidir, como tantos otros, en lo que manifestaba el genial escritor G. K. Chesterton que afirmaba que "La familia es una célula de resistencia a la opresión". Y la receta ya sabemos a que se debe: a que en las relaciones entre sus miembros lo que impera es el amor.
Preciosa esa imagen de la familia, cuando se esconde con sus hijas, y van a un garaje para que sus menores reciban los rayos del sol.