Veiuntún días de precipitaciones. Apenas sin tregua. La última jornada que muchos profesionales del campo pudieron atender las labores del último tramo del invierno fue el 28 de febrero. Así lo atestigua Ana Pastor, presidenta de Asaja Soria y agricultora en Santa María del Prado. En este término municipal, las fincas están totalmente anegadas, principalmente por el desbordamiento del cauce del río Duero. «Ni podemos continuar aplicando fertilizante, ni con la siembra del cereal tardío, ni preparando la tierra para el girasol [...] La falta de limpieza de los cauces provoca todo esto», lamenta.
En las fincas que se sembraron de cereal en los dos primeros meses del año, como es el caso de la cebada tardía, las abundantes lluvias «se han llevado por delante o ahogado» las incipientes plantas. «Estas parcelas no se van a poder recuperar», sentencia la agricultora mostrando la superficie cubierta de agua y barro.
El panorama es más halagüeño en el caso de las tierras de trigo que se cultivaron en el mes de noviembre, que tienen más opciones de remontar. Aunque, advierte Ana Pastor, en aquellas superficies donde se han formado balsas y el agua permanece retenida desde hace semanas, las plantas «sufrirán», lo acusarán en su desarrollo y, por tanto, en el rendimiento.
Si se trata de fincas de trigo, por ejemplo, que se cultivó en noviembre, es más fácil su recuperación. No obstante, donde hay balsas desde hace mucho tiempo también mal porque las plantas sufren mucho, donde hay agua retenida.
«Afecta sobre todo al cereal tardío, aunque a lo sembrado en enero y febrero, si se han encharcado, es complicado que el crecimiento sea normal», abunda.
Las lluvias incesantes desde que arrancó marzo también han interrumpido el cultivo de leguminosas y la preparación de la superficie que se destinará al girasol.
«Hay mucho que hacer en esta época», continúa Ana Pastor. Por ejemplo, en abril toca pasar el cultivador a las tierras reservadas para oleaginosas, que hay que sembrar en mayo. A muchas parcelas enfangadas no podrá acceder la maquinaria agrícola y tampoco se podrá completar la aplicación de fertilizantes en el cereal. «Esta zona es más arenosa y se podrá acceder antes que en otros sitios, donde filtra peor el agua», admite la presidenta de Asaja Soria.
En cuanto a las bajas temperaturas que se están registrando en mayo, como las fuertes heladas del principio de la semana que termina, Pastor indica que «no viene mal» porque las plantas aún no están en flor y el hielo no las daña.
«Hasta finales de febrero, en temperaturas ha sido relativamente suave y hubo lluvias en otoño que fueron bien para el campo. Ahora que llueva tanto tiene dos consecuencias: la buena es que la tierra se recarga de agua: y la mala es que, al ser en grandes cantidades y continuadas, no se puede trabajar. Además, si está acompañado de una mala limpieza de los cauces, como ocurre aquí, se desbordan y las parcelas están anegadas», sintetiza.
primavera. Para revertir la situación «debería parar de llover «para continuar con las tareas agrícolas pendientes en la manera de lo posible y «después necesitaríamos más precipitaciones». «Las lluvias en abril y mayo en la provincia de Soria determinan la cosecha de cereal. Porque si para de llover y la primavera es seca, no hay cosecha», avisa Ana Pastor.
La presidenta de Asaja sostiene que en las últimas campañas se ha demostrado que la agricultura se ve obligada adaptarse a los «extremos» climáticos. La temporada de 2023 estuvo marcada por la sequía, que mermó sustancialmente la producción; la primavera de 2024 fue lluviosa y propició una buena cosecha; y este mes de marzo determinará, de una u otra forma, los rendimientos del año.