Sobrevivir entre cuatro paredes sin calefacción ni agua caliente, postrado en un sofá envuelto en mantas gran parte del día para intentar no pasar frío, sin nada que comer (ni que esperar, porque la mendicidad «da vergüenza»), en lo que malamente se puede denominar una vivienda arrendada de forma sumergida y, además, con una enfermedad degenerativa. Es lo que hace poco más de un año llevaba padeciendo durante meses, llamémosle Bilal para preservar parte de su intimidad, hasta que se decidió a pedir ayuda al párroco de la localidad ribereña donde se había asentado años antes para ganarse la vida «como cualquier persona». Ahora, 13 meses después de aquel «sufrimiento», aunque éste no haya desaparecido del todo, se ha mitigado gracias a la ayuda del programa de alojamiento Beato Palafox para varones adultos solos de Cáritas Diocesana Osma-Soria.
La situación que vivía Bilal es sinhogarismo, un neologismo que suele emplearse para personas que viven, literalmente, en la calle, pero que afecta a muchos colectivos en vulnerabilidad extrema al ser «un concepto muy amplio», según explica Mónica Sánchez Hervalejo, trabajadora social de Cáritas Diocesana Osma-Soria y responsable del programa de alojamiento de la organización. Según la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que trabajan con Personas Sin Hogar (Feantsa en sus siglas en inglés), una persona sin hogar es aquella que no puede acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas y otras barreras sociales, o bien porque presentan dificultades personales para llevar una vida autónoma.
vivienda. Este fenómeno, que evoluciona constantemente, es difícil de cuantificar en la provincia de Soria, donde la vivienda «es una necesidad social muy demandada» para personas en riesgo de exclusión social y el acceso a ella «es complicado por su alto precio y la escasez» de oferta, además de «la desconfianza que generan los nuevos movimientos migratorios», incide la responsable del programa de vivienda de Cáritas Diocesana Osma-Soria. Los tres recursos de vivienda que mantiene la organización benéfica suelen estar completos y en rotación. El Beato Palafox, para varones adultos solos, dispone de cinco plazas;el Santa Teresa de Calcuta, para mujeres con niños menores de seis años y embarazadas, tiene tres habitaciones y una cuarta supletoria; además, hay cinco viviendas para familias.
«La esencia de este programa es el acompañamiento. Es que de verdad llegas a la persona y creas proyecto de vida. Te permite estar con ellos, conocer qué quieren de su vida y ayudarles en ese proceso», indica la trabajadora social responsable del programa. A grandes rasgos, éste consiste en que Cáritas, tras una intervención, «es subsidiaria de estas personas y las acompañamos para el acceso a recursos o autonomía, ya sea a través de derechos o de formación, muy coordinados con los servicios sociales públicos». En todos los recursos, aunque especialmente en el Beato Palafox, «reforzamos mucho el tema laboral y formativo», además de «promover la convivencia y la práctica de habilidades sociales», aunque siempre hay, a mayores, «acompañamiento a nivel individual con confidencialidad entre unos y otros».
Las estancias mínimas son de seis meses a un año, aunque en el caso de las madres con niños pequeños «suelen agotar el año porque el proceso de autonomía y conciliación suele ser complicado». La trabajadora social recuerda que el objetivo es que estas personas «no se queden otra vez en la calle una vez salgan de los recursos». De ahí el continuo trabajo de «acompañamiento» para «garantizar que van a un alojamiento digno».
Soria capital no dispone ni de albergue ni de comedor social, pero el Ayuntamiento mantiene ayudas específicas para quienes sufren el sinhogarismo. A lo largo del año pasado, el Consistorio ofreció 958 servicios (entre desayunos, comidas y cenas) por un importe de 4.594,65 euros y repartió unos 320 vales de alojamiento por un importe de 9.778 euros, según los últimos datos municipales disponibles. Además, las mismas fuentes indican que las atenciones en lo que va de ejercicio son similares a las del anterior.
«sufrimiento». Las historias sobre sinhoragismo son muy variadas y pueden afectar a cualquiera. La de Bilal es sólo una de ellas en Soria, donde la invisibilidad de estas personas puede ser más acuciante «al ser un lugar pequeño y dar más vergüenza» acudir a pedir ayuda. Él se ha beneficiado del recurso Beato Palafox de Cáritas a la espera de encontrar una habitación y un trabajo cuando lo abandone.
Bilal llegó solo a España de forma ilegal en el año 2020 procedente de su Argelia natal para, como tantos otros que salen de su país, buscar un futuro mejor no sólo para él, sino para la familia que deja atrás. Tras estar de pueblo en pueblo trabajando de temporero en el campo, en el año 2001 pudo acogerse al proceso de regularización del Gobierno socialista de Zapatero. Gracias a la documentación y a que pudo especializarse en el manejo de diferentes tipos de maquinaria, incluidas las grúas de puerto, encontró trabajo en la construcción. Pero «llegaron los años de crisis y, como es normal, se da prioridad a la gente que lleva más años que yo, que está fija o la gente de aquí». Volvió a encontrar trabajo en fábricas y de temporero. Y así recaló en la zona de la ribera soriana, donde se encontraba «a gusto porque en cuanto ven que soy trabajador me llaman y yo lo único que quiero hacer es tener trabajo».
Pero fue entonces, en junio de 2019, cuando la enfermedad dijo a su cuerpo 'hasta aquí': tiene una dolencia degenerativa asociada a la artrosis, con hernias discales y al menos siete discos de la columna vertebral dañados. Actualmente toma «mucha medicación y, a muy largo plazo, acabará siendo una persona dependiente», explican desde Cáritas Diocesana Osma-Soria. Él, insiste, quiere trabajar hasta que el cuerpo le aguante, aunque ello sea perjudicial. Porque el problema es que tiene reconocida una discapacidad del 38%, pero no la incapacidad laboral, algo que se da cuando un trabajador ya no es capaz de desempeñar su trabajo habitual o tiene limitaciones, que es lo que le sucede a Bilal. Y eso, además de un escollo para acceder a diferentes puestos de trabajo, le produce frustración.
De estos 23 años que lleva en España apenas tiene siete años cotizados debido, también, a la picaresca empresarial. «Cuando empiezo a verificar la vida laboral me doy cuenta de que a lo mejor has estado trabajando en un sitio un año y has cotizado dos meses; te engañan de cualquier manera», lamenta Bilal. Por eso, insta a otras personas en su misma situación a interesarse por los contratos, aunque, reconoce, «muchos parece que no quieren saber; no tenemos que estar como analfabetos porque la economía sumergida es un problema para muchas personas».
La última empresa en la que trabajaba le mantuvo en plantilla «el último, hasta que se acabó la temporada». Durante un tiempo pudo cobrar el ingreso mínimo vital (unos 100 euros), pero cuando se acabó se enfrentó a un nuevo «sufrimiento: no poder trabajar y tener que pedir para comer, pero eso es vergonzoso y a veces la gente sólo tiene malas palabras. Además, no me gusta decir que estoy mal, aunque realmente lo esté». Pero la situación se tornó insostenible y habló con el párroco del pueblo ribereño en el que estaba 'alojado'. «Gracias y a él y a todas las personas de Cáritas ahora estoy muy bien porque muchas cosas han cambiado. Claro que estoy muy preocupado porque quiero encontrar trabajo porque mi familia en Argelia depende de mí. Tengo tres hijos y mi mujer, además de padres mayores a los que debo cuidar porque ellos me han cuidado a mí y ahora es mi turno», explica.
En estos 13 meses, además de alimentarse y contar con un hogar en condiciones, ha podido realizar cursos adecuados a su situación para ser «conserje, portero, recepcionista, incluso de informática» y alguno lo ha hecho a través de la ONCE de Soria. «Pero, -incide-, me ven con dos muletas y parece que no sirvo para nada, pero puedo hacer muchas cosas». No tira la toalla y, en cuanto pueda encontrar una habitación para alquilar a un precio razonable y en buenas condiciones, comenzará su nueva etapa. «Hasta que me quede salud puedo trabajar, así que voy a seguir intentándolo», persevera.