La firma de origen español Loewe hace de los vestidos con estructuras de aros, que recordaban al miriñaque del siglo XIX, sus propuestas-referencia, aderezados de inspiraciones de pintores de esa centuria, como Manet y Van Gogh, y músicos como Chopin.
Jonathan W. Anderson, que dirige los destinos creativos de esta marca desde hace más de una década, ha buceado en la historia, así como en la naturaleza, de la que provienen estampados de flores, una constante en los vestidos largos, por ejemplo, que desfilaron sobre una gran pasarela blanca.
Mientras, las propuestas muy cortas se desvelaban sin estampado alguno. Como viene siendo habitual, el pase tuvo lugar en el castillo de Vincennes, en un espacio cuyo exterior estaba decorado con una gigantesca partitura.
El cuero es un material inherente a Loewe, la estrella desde sus orígenes, igualmente el siglo XIX (la casa fue fundada en 1846). Por tanto, no podía faltar, haciéndose presente en abrigos, chaquetas-capa cortas y pantalones. De generoso grosor, lo que podía dar la impresión de estar ante una colección más otoñal que primaveral, se impone como un básico.
Si los pantalones de cuero son anchos, el pitillo de algodón negro abunda, para ser llevado con camisetas que homenajean a grandes de la música, como Chopin o su antecesor, este del siglo XVIII, Mozart.
En el apartado de complementos, bolsos -el producto icónico en la firma-, calzado deportivo para acompañar la mayoría de los amplios vestidos, junto a zapatos de aire muy masculino y gafas de sol, algunas de estilo aviador.
En cuanto a los colores, predominio de oscuros, como marrón, gris y negro, junto a azules. La nota más viva, el poderoso amarillo de la camiseta que recordaba los célebres girasoles de Van Gogh.
La invitación que recibieron cada uno de los asistentes incluía un colgante con anillo dorado, donde se leía Loewe 1846 en escritura de pretéritos tiempos. Entre el público, se pudo ver al actor americano Rob Lowe, con un apellido que recuerda el nombre de la firma.
Tras Loewe, y como es costumbre, ha sido el turno de Issey Miyake. En un escenario igualmente de luminoso blanco, en cuyo exterior se ha recreado un jardín zen, la colección de la casa ha tenido el papel nipón como inspiración. De hecho, en las primeras salidas, los tejidos de las chaquetas parecían estar hechos de papel 'washi', realizado a mano en Japón.
Satoshi Kondo, responsable de la colección, hace también de los volúmenes uno de los ingredientes clave, desvelando propuestas de asimétricas formas, que nos recuerdan la arquitectura.
También ha realizado un simpático guiño al trampantojo. No podía faltar una temporada más, por ser el principal ADN de la casa, el famoso plisado Miyake. En este caso, ha sido en varias de las propuestas, destacando tres envolventes vestidos, en blanco roto, malva y negro.
En cuanto a la paleta de colores, una mayor presencia luminosa que en Loewe; en una colección en líneas generales cómoda, atemporal y que aporta elegancia a su portadora.