Podemos decir que Evencio Rupérez Rupérez es la memoria de una Saca «a campo abierto», un festejo bien distinto al que se desarrolla hoy en día. Para él, ser caballista y conducir a los novillos de las cuadrillas de Cañada Honda a Soria «es algo que hay que mamarlo», como han hecho sus hijos, Sergio y Alberto, y sus nietas, Martina y Cayetana. En Valonsadero, el monte donde su familia ha criado ganado tradicionalmente, relata sus vivencias en torno a uno actos más populares de las fiestas y su evolución.
En una animada conversación en la Casa del Guarda, por la que tiene un gran cariño, recuerda que comenzó a montar a caballo «de niño», con su padre, Evencio, y sus tíos Paco, David e Isma. Para ellos manejar ganado era algo natural y sobre los 12 ya participaba en la traída de los toros de las cuadrillas. Por aquel entonces, eran los ganaderos de La Verguilla (su familia)y los de Las Casas, que tenían aprovechamientos en Valonsadero, los que se encargaban de surtir y mover las reses de las fiestas (ésto último se lo encomendó el ayuntamiento desde 1966 al adjudicatario de la plaza de toros). Los toros de su explotación, recuerda, «eran un poco broncos, pero daban buen juego»; y los «más peligrosos» resultaron ser unos traídos de Morube (Navarra).
Son muchas las anécdotas, pero recuerda una especialmente. Cuando era alcalde José Luis Liso, recién llegada la democracia, «no llegó ningún toro a la plaza» y los responsables municipales estaban preocupados porque al día siguiente se tenían que lidiar en la plaza. «Estuvimos todo el día buscándolos hasta que a las doce de la noche los pudimos cerramos en los corrales de Cañada Honda» y «les prometimos que al día siguiente los tendrían en Soria». Y así lo hicieron, levantándose a las cuatro de la mañana para trasladarlos.
Evencio Rupérez, la memoria de una Saca a campo abiertoEvencio habla con mucha nostalgia de aquellas sacas con más libertad, «a campo abierto y a paso»; porque «ahora está casi todo el recorrido vallado, menos el primer tramo de la salida, y se hace a la carrera». Los caballistas y la gente que los acompañaba andando eran una veintena, «más los que ayudaban». Pero en los años 80 comenzó a masificarse y llegó a haber cerca de 3.000 caballos, «una barbaridad». Para él, las motos y los coches, el exceso de vallado -también supone un riesgo para los caballistas-y que los toros vayan por asfalto ha supuesto un antes y un después. Los caballistas, a la antigua usanza, hacían el paseíllo cuando entraban más de ocho novillos, para celebrarlo. Si se escapaba alguno, «preguntábamos a la gente y se localizaban. No había móviles [bromea]».
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Ha sufrido percances y caídas, pero nunca heridas. En sus 52 sacas, se situaba en la puerta de los corrales para arropar a los novillos y que no se separaran. Lo fundamental para los caballos, «estar montado y trabajado». Así eran los suyos, Ébano y Brujo, entre otros. En la entrevista, se muestra molesto por el aprovechamiento de pastos gratuito para Amigos de la Saca, mientras el resto pagan 270 euros por cabeza. Antes los pastos se subastaban y entre los ganaderos organizaban el festejo...