Confieso que tuve algunas dudas acerca de la exactitud del título con el que encabezo este comentario tras escuchar a Felipe VI en su discurso de inauguración de la XV Legislatura: ¿estamos en efecto ante el período inestable, de puesta en solfa de valores tradicionales, que tantos indicios nos están mostrando?
De momento, la sesión inaugural estuvo precedida de signos inquietantes: primero, un comunicado emitido por los 'socios' independentistas del Gobierno de Pedro Sánchez, atacando sin hipérboles a la Monarquía, la forma del Estado, como institución 'caduca' y poco democrática; segundo, el hecho de que la mitad de los diputados, representados por los grupos Popular y Vox, se abstuvo de aplaudir el discurso, acaso no tan institucional, de la presidenta de la Cámara Baja y tercera autoridad protocolaria del Estado, Francina Armengol; tercero, las declaraciones efectuadas a la entrada por la vicepresidenta Yolanda Díaz, que constituyeron un ataque indisimulado a su colega en el Gabinete, la vicepresidenta primera Nadia Calviño, a quien no vimos, por cierto, en el solemne acto. Y cuarto...
Y cuarto, quizá lo menos perceptible, aunque acaso lo más significativo, y que ahí estaba, el gesto serio, me parece que preocupado, del Rey. Que el monarca, que apeló, de nuevo, en su discurso muchas veces a la Constitución, pidiese a los políticos "una España sólida y unida, sin enfrentamientos ni divisiones", que es la que debemos legar a nuestros jóvenes, me parece asimismo digno de un análisis con alguna profundidad: su mensaje no quiso parecer demasiado inquieto, pero qué duda cabe de que el jefe del Estado quiso transmitir que vivimos unos momentos muy especiales y que, a mi juicio, no son de plena normalidad política.
Solamente estos elementos, unidos al hecho de que este sábado se procederá al inicio de la negociación formal en Ginebra, probablemente ante los famosos e innominados 'verificadores', entre Puigdemont y representantes del partido que sustenta al Ejecutivo, bastarían para anticipar que la Legislatura no va a ser fácil y que el flamante Gobierno no está tan cohesionado como sería de desear. Veremos cómo califica en la televisión oficial la situación este jueves Pedro Sánchez en la que será su primera entrevista 'en profundidad' tras el increíble trayecto hacia su investidura. Sospecho que el presidente tendrá que disipar algunas dudas, muchos recelos, emplearse a fondo en sus capacidades de seducción para vencer algunas resistencias ciudadanas en lo que tengan de superables, comenzando por la espinosa cuestión de la amnistía.
Sin duda, las que no son superables son las resistencias de la oposición, convencida de que ha de 'armarse' para afrontar un período bronco, de máxima confrontación. Mala fecha, por cierto, ha elegido Feijóo para anunciar la renovación -que tampoco ha sido tanta- de su estructura dirigente: su mensaje ha pasado inadvertido ante la multitud de noticias sugeridas por los acontecimientos de los últimos días, culminados en la sesión de inicio de la Legislatura. De momento, sigue siendo Sánchez quien, para bien o para mal, acapara los titulares.
¿Va a ser 'republicana' esta Legislatura, dure lo que dure? Seguramente, el propio Pedro Sánchez se esforzará en pronunciar palabras en defensa de la figura del Rey: qué duda cabe de que si el PSOE no la apoyase, aun con la falta de entusiasmo con que actualmente lo hace, la Monarquía afrontaría un periodo tambaleante, porque varios de los partidos que sustentan al Gobierno, excluido un PSOE que no muestra tener unánimes convicciones republicanas, pregonan una 'República plurinacional' y van a tratar de poner sobre la mesa una reconstrucción de la territorialidad del Estado, como han puesto de manifiesto tanto Otegi como Urkullu, Pere Aragonès o, claro, Puigdemont. Que, en su trayectoria amenazante, llegó al punto de amenazar, este mismo miércoles, a Sánchez con apoyar una eventual moción de censura del PP si el presidente no cumple sus 'compromisos'. Un chantaje que, claro, Núñez Feijóo no puede aceptar, pero que muestra la fragilidad sobre la que se va a asentar la gobernación del país.
La 'nueva' historia de la nación, una nueva etapa en nuestra democracia, comenzó este miércoles. Personalmente, jamás asistí al inicio de un período histórico más trufado de signos inquietantes. Confiemos en que estas previsiones cambien rápidamente de signo. De quienes este miércoles abarrotaban el hemiciclo de la Cámara Baja y, más aún, de quienes desdeñaron asistir, dependerá en buena medida la reversión de lo que ahora parece casi una fatalidad.