En la segunda jornada del juicio a Dani Alves, la modelo Joana Sanz, esposa del futbolista, declaró que la noche en la que su marido está acusado de presuntamente agredir sexualmente a una joven volvió «muy borracho, o sea, oliendo a alcohol».
Antes de empezar su interrogatorio, el tribunal de la Audiencia de Barcelona que juzga el caso le recordó que por ser su mujer podía optar por no testificar, pero decidió hacerlo igualmente tras ser propuesta por la defensa del brasileño.
Afirmó que ella estaba en Barcelona después de un viaje a Tenerife del que volvió con el jugador el día anterior, y que habían acordado quedar juntos esa noche, pero al final no lo hicieron porque él se quedó con los amigos con los que había comido.
Sanz recordó que Alves llegó sobre las 04,00 horas a casa, cuando ella todavía estaba despierta, y que cuando entró en el dormitorio «se chocó con el armario y una mesita, y cayó desplomado en la cama».
A pesar de que ella no estaba dormida, señaló que no hablaron: «No procedía hablar con él, la verdad, en el estado que llegó. Consideraba que era mejor dejarlo para la mañana siguiente».
Además, un amigo de Alves declaró que este «siguió bailando» al salir del baño. El pasado lunes, la amiga y la prima de la víctima señalaron que mientras estuvieron en el reservado se sintieron incómodas por su «actitud babosa». En cambio, el compañero del futbolista afirmó que «había una química respetuosa, sexual pero con respeto, mientras bailaban juntos».
Por otro lado, los Mossos d'Esquadra confirmaron que las imágenes de las cámaras de la discoteca «corroboran completamente» la denuncia de la joven que acusa al futbolista de violación.
Una de las agentes que tomo declaración a la víctima, a la que vio «muy afectada», certificó que su denuncia de lo ocurrido quedó «corroborada completamente» con las imágenes de las cámaras, que registraron los momentos previos y posteriores a que ambos entraran en el baño de un reservado.
Otra miembro de la Unidad Central contras las Agresiones Sexuales testificó que, en un primer momento, intentaron tranquilizar a la joven, pero que cuando esta llegó al momento de explicar la agresión «se derrumbó».
Mientras, el jefe de sala señaló que notó que el jugador había «bebido o fumado algo» y manifestó que vio a la víctima «bastante mal, llorando mucho», y que decidieron activar el protocolo de agresiones sexuales. «Cuando la vi, me di cuenta de que había sido algo más», añadió.