Antiguamente los almendros en Valverde de Ágreda se encontraban en los orillos de las fincas de cereal, pero hace 30 años un grupo de vecinos decidió extender el cultivo y convertirlo en un referente en la provincia con unas 500 hectáreas y unos 125.000 árboles de distintas variedades. Para Pedro Sevillano, quien se dedica a ello profesionalmente, los almendros son su vida desde que era joven. «Cuando mi padre falleció le dije que plantaría todo almendros.Me dijo que estaba chalado. Pero yo estaba convencido y lo hice con su visto bueno», recuerda respecto a los inicios de su explotación, que hoy tiene 60 hectáreas, la más extensa del término.
Estos días muchos almendros están ya en flor y conforman un paisaje único a los pies del Moncayo que no es muy conocido fuera de aquella comarca. Sin embargo, no han pensado todavía en poder explotarlo turísticamente. Valverde de Ágreda, una localidad perteneciente al municipio de Ágreda con 150 años de historia (comenzó cuando algún los pastores fueron construyéndose allí sus casas), cuenta en la actualidad con 46 habitantes, aunque a diario habrá un centenar porque «los almendros nos dan la vida y el trabajo». Allí, Pedro y su hijo Rubén, junto a Domingo Moya, Jesús Moya y Camilo Cacho se han juntado en el bar y reciben a El Día de Soria para mostrar algunas de las zonas en las que los almendros ya muestran sus vistosas flores, al tiempo que nos explican las principales variedades que hay en la zona, que dan un fruto distinto y aportan una tonalidad diferente al paisaje (de más blanca a más rosácea).
Las de Valverde de Ágreda son variedades tardías y extratardías, tanto injertadas como plantadas nuevas. Las principales son Ferragnes y Guara, a las que se suman las nuevas Belona, Penta, Lauranne y Makako, que «apuntan muy bien». De las autóctonas, Marcona y Largueta, ya no queda nada.
Pedro trabaja 60 hectáreas de almendros (que serían como unas 500 de cereal). Sobre el ciclo del almendro, la tardía florece desde mitad de febrero a mitad de marzo y hasta mayo se realiza el sulfateo, con cuatro o cinco tratamientos al año (en algunos sitios aplican diez). «No lo hacemos por escatimar, aunque el precio se ha duplicado en un año (sulfatos, abonos, fitosanitarios...), sino porque si el árbol está bien para qué vas a aplicar más. Aquí a los almendros se les mima, se les cuida mucho», insiste. La recolección es desde septiembre a finales de noviembre, Pedro tarda mes y medio y recoge 80 almendros por hora. El proceso está mecanizado, con cultivador, máquina de recogida, tractor, vibrador para mover la almendra y sulfatadora.
En cuanto al rendimiento, aunque depende de los años, suele estar en los 3.000 kilos por hectárea en regadío (ha habido años que se ha llegado a los 6.000) y en los 1.000 kilos por hectárea en secano. «Es uno de los pueblos con las producción de Soria y llegamos a ocupar el segundo lugar en Castilla y León», apuntan.
cultivo rentable. Pedro asegura que es un cultivo rentable y que se reciben ayudas PAC. «Eso sí, no está reconocido ni pagado. Creo que haría falta un empujón», sostiene coincidiendo con los demás en que la calidad de estas almendras sorianas es excepcional y debería tenerse en cuenta. El producto lo adquiere un comprador de Bulbuente (Zaragoza) y después las vende en la zona de Valencia. El precio varía mucho, este año se ha pagado a 5,60 euros el kilo en pipa y a 1,50-1,60 euros el kilo la almendra. Dependerá también del rendimiento, indican. La cáscara se emplea también para biomasa.
Por su parte, Domingo y Jesús se dedican a ello una vez que se han jubilado, pero tienen su terreno al que acuden frecuentemente a comprobar el desarrollo de los árboles y compartir experiencias. También heredaron los almendros de la generación anterior y quisieran mantenerlos, aunque en algunas ocasiones es muy difícil porque sus hijos no viven en la zona y hay que dedicarle mucho tiempo. En el caso de Pedro, lo tiene asegurado con Rubén, porque «tiene todo montado» y además le gusta y se le da bien este tipo de cultivo.
Aunque los almendros están a 800 metros de altitud y es algo positivo por el clima, sí que notan que hay más heladas que hacen daño a las plantas, lo que puede suponer que «haya corros en los que no se coja nada». De esta manera, las enfermedades y el hielo son el mayor enemigo de estos árboles, pero también los corzos hacen de las suyas y los agricultores se ven obligados a tomar medidas (protección con plásticos y alambres). «A los grandes les afecta mucho, pero a los pequeños los machacan si no los proteges. Hay que tapar para que no los pelen con los cuernos», dicen. Otros añaden que el cambio climático no está viniendo bien al almendro, porque hay más heladas y no llueve.
la Belona y la guara. Nos acercamos al terreno de Pedro, donde nos muestran la variedad Belona. La flor es más rosácea al principio, aunque luego torne en blanco; y, en cuanto al fruto, «son las mejores almendras que hay (mejorada desde la Marcona), saben a garrapiñadas pero sin hacerlas». Los agricultores apuntan que la Belona es una variedad «añera» porque «un año es bueno y otro también». Después nos acercamos a otra zona de almendros, con variedad Guara (60% de lo plantado), cuya floración es «más intensa», además de que es «la más segura y la que más produce», también hay Soleta. El pueblo está «rodeado», la floración inunda fincas y barrancos.
Los distintos almendros se diferencian en si son más o menos tardíos en la floración, pero también en el tipo de fruto. Se van cambiando porque algunas no necesitan polinizantes, son autofértiles. Una almendra se destina a la repostería y otra al turrón, una fruta es más redondeada y otra más ovalada, una tiene más madera en la cáscara y otra menos... Comentan lo que les queda para la floración total, que unos están al 80 o al 90 por ciento y que viene la floración escalonada. «Lo bueno es que florezcan bien fuerte, porque alguna no ha llegado», apuntan añadiendo que los árboles empiezan a ser rentables tras un injerto a los tres años. Son auténticos expertos en este tipo de árboles que abundan en su término municipal desde hace tres décadas. Un paisaje incomparable en tierras sorianas próximas a las riojanas, ya que cerca están Valverde o Cabretón.
Ahora acaban de comenzar las obras de la concentración parcelaria por parte de la Junta de Castilla y León en Valverde de Ágreda, con labor de secano, labor de regadío y cultivo de almendro. Hay cierto malestar porque no se ha contemplado la instalación de regadío en todo el terreno, aunque sí en una parte del mismo. Se plantarían más árboles y se mejoraría la producción, se doblaría la producción con la mitad de inversión. El agua llega del nacedero entre Añaviaja y Dévanos.