El 29 de octubre de 2024 marcó sus vidas y con el paso del tiempo intentan, en la medida de lo posible, recuperar la normalidad. Gustavo Álvarez, que perdió la academia de idiomas en Catarroja, sigue sin tener noticias de las compañías de seguros -que no comprobaron que se trataba de un negocio, para peritarlo antes...- tras un peritaje «desastroso». Van tirando con las pocas ayudas que han ido recibiendo e intentarán reabrir el 7 de febrero con mobiliario básico porque ya se está comenzando a trabajar con el pladur. «El destrozo es muy grande y no llega para todo ni de cerca», explica. Además, el garaje de su comunidad no se ha podido vaciar ni limpiar aún, «no lo permiten y solo pueden ser empresas contratadas por la diputación». Además, los comercios están sin abrir, a excepción de una peluquería que lo ha hecho «con mínimos». «La gente necesita ganar su sustento y seguir viviendo y hacen lo que pueden para empezar. Y algunos han decidido no continuar porque tenían que seguir pagando los alquileres y manteniéndose. Y no es da para todo si no se han recibido las ayudas. Es todo un desastre», indica denunciando que todavía no han empezado a retirarse los «miles» de coches que permanecen delante de su casa en montones, aún con el peligro de incendio que suponen, de humos y de gases.
«Está siendo un desastre», insiste Gustavo, recordando que las ayudas «no han llegado». «En los medios escuchas que se llega poco a poco a la normalidad y hay algunas calles limpias, aunque son las menos y las menos afectadas. En Catarroja hay una calle limpia, pero por ahí no pasaron de los 70-80 centímetros de agua», comenta con cierto malestar, incidiendo en que en esas zonas «hay que hacer un trabajo menor». El 60-70% de los negocios ahí ya están en marcha, pero en el resto «absolutamente nada». «Está siendo lento y se está haciendo muy mal», reitera.
«Lo de las ayudas es una barbaridad y también lo del consorcio, porque todavía no se ha pagado nada a viviendas ni a comunidades de propietarios. Ha pagado coches y está empezando a pagar trasteros, los pagos pequeños», denuncia Gerardo del Río, de Catarroja, indicando que el problema de las comunidades de propietarios es la puesta en marcha de ascensores porque hay que firmar contratos de 90.000 euros con las empresas y hay que pagar 7.000 euros de la puerta del garaje. En su comunidad, los gastos serán de 350.000-400.000 euros y, aparte de las ayudas, les tocará a cada vecino -de 71- poner 2.000-3.000 euros. Los vecinos ya han gastado en pequeñas instalaciones provisionales y reparaciones. Su vecina del bajo, que ha perdido la casa y el coche, ha conseguido uno a través de la iniciativa de la Casa de Soria en Valencia. «Ha perdido el piso y aún no ha cobrado nada...», denuncia.
GERARDO DEL RÍO, EN PRIMERA PERSONA
HA VENIDO a Soria estos días para estar con la familia y los amigos y esta vez en primera persona y después de numerosas conversaciones telefónicas, Gerardo del Río relata a El Día de Soria cómo sufrió la dana del 29 de octubre en Catarroja y cuáles son sus consecuencias. Tras la «vorágine» de ayudar, limpiar, trabajar... , de haber estado «muy involucrado» por su profesión y su amistad con la alcaldesa, reconoce que ahora se está dando cuenta de los efectos. La empresa de arquitectura e ingeniería para la que trabaja, Guerola, está trabajando en Algemesí y está bien informado sobre la reconstrucción. La intención del Cecopi es que en enero se vacíen los garajes y en febrero se empiecen a limpiar. En el suyo, donde han trabajado vecinos y voluntarios, además de la UME, calculan que en marzo podría estar listo para empezar a montar las instalaciones eléctrica y antiindencios y a rehacer los trasteros. Otro problema son los ascensores, sobre todo para la gente mayor y con problemas de movilidad. «En mi edificio hay 71 viviendas y tres personas aún no han salido a la calle...», lamenta Gerardo, indicando que todos están colaborando para que no les falte de nada, porque son las personas que peor lo pasan ahora. «Los vecinos casi no nos conocíamos y ahora hemos hecho una familia. Nos hemos organizado muy bien desde el principio y nos hemos ayudado mucho», incide añadiendo que «en vez de quejarnos en redes sociales, hemos salido a limpiar por turnos, buscando material por todas partes, parando a voluntarios por las calles para que nos ayudaran y machacando a la UME». Allí ha coincidido con muchos voluntarios de Soria, a los que agradece su solidaridad, así como a los jóvenes de Granada, Jaén..., universitarios, policías... «y hasta hace poco la ONG de José Andrés nos traía comida». Sobre aquel día, inicia la explicación mostrándonos imágenes impactantes que guarda en el móvil. «Estuve fuera el fin de semana y volví antes porque anunciaban lluvias y por allí cae una barbaridad en una hora o dos horas... En 23 años en Valencia he visto correr agua por las calles dos veces, pero nunca había entrado al garaje, aunque hay gente que sí lo recuerda», comenta. A las 14 horas les avisaron de que suspendían las clases a su hijo y al ir hacia casa aprovechó para hacer la compra. Tras acompañar al joven a casa de su madre, paró a tomar un café en un bar, donde bromeó sobre que hacía mucho viento pero no llovía, a pesar de los avisos. «Pero un compañero ya nos avisaba que venía de Madrid y no había podido pasar en Utiel, pero no se nos pasaba por la cabeza que pudiera llegar a Catarroja...», así que volvió a casa. La vecina, que venía de Chiva y sabía ya de la situación en Paiporta, le preguntó si sacaban los coches del garaje. Aunque no quiso, se decidió porque «por la calle corría un hilillo de 20 centímetros de agua marrón». Fue el último viaje que hizo el ascensor al sótano y reconoce que fue «inconsciente». Al salir de la cochera, dejó el coche en un alto, al que accedió por un camino. Para volver a casa, junto a otros vecinos se agarraron del brazo para avanzar entre el lodo, que iba subiendo de nivel, llegándoles hasta la cintura cuando entraron en el portal. Recuerda que «había luz y no llovía» y que «se veían linternas en los balcones». Desde la ventana de su casa, estaba pendiente de Gustavo, el otro soriano en Catarroja, refugiado en un descampado alto. El primer día pensaba que habían muerto miles de personas... y en tres días apenas durmió. Ahora allí no se notan olores en la calle -en los trasteros, sí- y lo que más impresiona es el polvo. Los negocios en su barrio aún no han reabierto. Lo que más le molesta ahora es la «desinformación» y la «falta de preparación» ante esta catástrofe.