Para mí Tip y Coll fue siempre y ante todo, Tip, o sea Luis Sánchez Polak que hacía dúo con un señor bajito de Cuenca que, de cerca y al natural, tenía bastante mala leche y no mucha gracia. Le hacía a Tip el complemento en estatura y le daba la réplica, muy bien dada, reconozcámoslo, pero las ideas, cumbre del surrealismo y cima junto a Gila del humor hispano, eran del larguirucho valenciano y tenían mucho que ver con el espíritu de su tierra, brillante y explosivo. Este en persona era casi lo mismito que en la tele, no había por donde cogerle en el mejor sentido de la palabra. Le fluían las frases y los disparates cargados de inteligencia, los esperpénticos retratos y la risa por la risa, sin fingir nada, y lo desparramaba todo sin importarle un bledo lo que cada cual pensara.
Los conocí a los dos y supuestamente era, aunque con distancia por mi juventud y menor condición y relevancia, más amigo de Coll, que a veces venía por la tertulia del café Gijón, donde a mí me dejaban sentarme. Creo que porque eran casi todos, menos un par de ellos que iban por jugar al póquer, de izquierdas (Coll del PSOE) y yo entonces tenía un cierto rango. Pero aunque con algunos de ellos, ya muy famosos, curtidos y de muy diverso pelaje, pero en su conjunto gentes de quienes podía aprenderse de todo y sobre todo de vida, sí llegué a tener mucho trato y confianza, con él no tuve ninguna amén del saludo.
Yo al cabo no era más que un chaval, pero algo similar les pasaba a algunos grandes veteranos aunque a ellos le hiciera más rendevous como a su más ilustre paisano, Raúl del Pozo. Y eso mismo opinaba quien fue mi gran oráculo en captación de personalidades disimuladas, Alfonso, el cerillero, al que una semana dedicaré, se la merece más que muchos, una semblanza para él solo.
Tip era muy diferente, además de ser de derechas. Me lo presentó durante unas Fallas el director de cine Luis García Berlanga, valenciano como él, y otro pájaro de cuenta, amén del mejor cineasta de la historia del cine español, con permiso, si acaso, de Buñuel. Entre los dos, que decidieron apadrinarme y aleccionarme en los intríngulis de tales fiestas, me hicieron pasar las más increíbles y divertidas que pude tener nunca.
Se dedicaron a reírse de mí y conmigo, perpetrar las peores trastadas y colocarme en el peor de los ridículos tan solo para luego sacarme del fango y seguir los tres, y los que se juntaban, disfrutando juntos.
Por Tip no supe ni una palabra de su intimidad, pero sí lo hice merced a mi condición de periodista y aún le cogí un mayor aprecio. En su vida había soportado no pocas tragedias. Nació en julio de 1926, de joven quería ser pintor y se vino a Madrid, a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, pero luego decidió ser actor y cumplidos los 20 años ingresó en RNE donde formó su primer dúo, Tip y Top. Top era Joaquín Portillo y pasaron juntos 15 años en sus micrófonos llegando hasta grabar discos de sus delirantes diálogos y protagonizando en la calle algunas escenas, a las que Tip arrastraba a su compañero, que dejaban a los transeúntes traspuestos.
Pero Luis llevaba una dura procesión por dentro. Se había casado joven y tuvo un hijo a principios de los 50. Primero se rompió el matrimonio y luego un terrible error médico causó la muerte en un quirófano del pequeño, a los 7 años, al ser operado de apendicitis.
Tip era de fuertes creencias religiosas que le acompañaron siempre y generoso con quienes necesitaban ayuda, que en España por entonces eran muchos. Por aquel dolor pensó en algún momento, incluso, en ingresar en un convento.
Eso fue tras otro golpe vital fortísimo. A finales de los 50 había conocido a Francisca Basarán, Quica, una joven toledana, guapísima, también separada. Su amor duró 23 años, pero Tip quería poder volver a casarse por la iglesia y luchó lo indecible para lograr la nulidad de su primer matrimonio sin aceptar hacerlo recurriendo al divorcio al ser este admitido civilmente. No lo consiguió y en marzo de 1980 ella murió repentinamente cayendo él en una depresión terrible.
Llevaba ya desde los años 60 con José Luis Coll y estaba en los mejores momentos de su carrera. El conquense, malos genios aparte, se comportó como un gran amigo y le ayudó mucho a salir de aquella sima y dejar la idea de vestir los hábitos. Aunque quizás con ello la historia se perdiera alguna joya y pasajes inolvidables. Pues a saber que se le hubiera ocurrido a Tip de llegar a ingresar en un convento y vestido de fraile.
Felicidad. La vida acabó por traerle sonrisas tras hacernos a nosotros estallar en carcajadas como aquellas navidades donde nos enseñaron a llenar correctamente un vaso de agua, uno de los gags más memorables de su trayectoria televisiva a la que añadieron su famoso espacio radiofónico El debate del estado de la nación, en el programa Protagonistas, de Luis del Olmo.
Al final Tip pudo disfrutar de un matrimonio feliz. Cuando tenía ya 54 años conoció a Amparo Torres, joven dependienta de una tienda de Loewe casi 20 más joven que él, en la playa de Valencia, estando allí de vacaciones. Se casó con ella en mayo de 1983 y se la llevó a vivir con él a Madrid. Allí prosiguió con lo suyo, hasta que decidió jubilarse 10 años después. Coll en solitario, ya no fue ni su sombra. Faltaba la parte primera de la primera parte de lo más parecido en genio humorístico que aquí hemos tenido de la estirpe Groucho Marx.
Vivió aún casi seis años más. Sobrevivió a un cáncer de garganta pero no pudo superar un derrame cerebral que ocho meses después de su ingreso hospitalario acabó con su vida a los 72 años, cuando el siglo XX ya corría también hacia su final, en 1998.
El siglo XXI nos esta saliendo bastante menos alegre. Y en cuanto a humor se refiere bastante más carcamal, represivo y prohibitivo. Pero todo en nombre del progresismo y lo políticamente correcto.