Siniestralidad que crece hasta cifras récord, aumento de las primas para frenar diferencias entre ingresos e indemnizaciones en línea de subida o rebaja de algunas coberturas constituyen algunos de los datos más significativos de la situación actual del seguro agrario. Esta realidad implica riesgo de poner en peligro el futuro de una actividad que se puede considerar como uno de los ejes de la política agraria, ya que se trata de la herramienta para garantizar la renta de los profesionales del campo.
En este contexto, frente al incremento de las primas y los ajustes en las coberturas como principal salida, desde el sector productor se reclama un debate a fondo sobre primas, ayudas y coberturas para asegurar su viabilidad. Agricultura ha contribuido a este debate dando dio luz verde hace unas fechas al Plan de Seguros Agrarios para el próximo año con un presupuesto estatal de 315 millones de euros, que suponen un incremento de casi el 11% sobre las cifras del año anterior. A este volumen de fondos se deberán sumar las subvenciones que se planteen desde cada una de las comunidades autónomas, entre las que existe una gran disparidad de apoyos, más importantes tradicionalmente en zonas con peso de las producciones de frutas y hortalizas y menos en aquellas donde dominan los cultivos extensivos en secano.
La subvención oficial de Atocha supone una cantidad récord con una siniestralidad en el campo que avanza igualmente hacia valores máximos, al margen de fenómenos de siniestralidad extraordinarios. Las subvenciones mínimas a las primas para este Plan oscilan entre un 45% y un 50% de su coste en función de cada tipo de seguros y sus coberturas, pudiendo llegar a cubrir hasta el 70% del coste en el caso de jóvenes, profesionales o explotaciones prioritarias, para quienes el Plan mantiene el incremento de la subvenciones en ocho puntos.
Con datos cerrados del año pasado, el seguro agrario registró en ingresos por primas un montante de 930 millones de euros; pero también se dieron 178.000 siniestros que supusieron 1.241 millones de euros en indemnizaciones. Ambas son cifras récord, con una producción asegurada de 16.748 millones sobre una producción agraria total de más de 65.000 millones de euros (35.000 en la actividad agrícola y casi 30.000 en la ganadera). En este contexto hay que considerar que la actividad aseguradora en la rama ganadera es muy baja respecto a la agrícola, especialmente en los herbáceos (cereales), que suponen el grueso del volumen de las contrataciones en valor.
Entre las causas más importantes de esta siniestralidad se hallan de nuevo la sequía en herbáceos o el pedrisco en la uva, además del granizo, las heladas y las fuertes tormentas. La superficie tasada supone en todos los cultivos 3,5 millones de hectáreas, lo que significa el 58% de la superficie asegurada.
En lo que va de este ejercicio y hasta el 30 de noviembre, los datos provisionales señalan la continuación de la alta siniestralidad. La superficie afectada se estima en 1.644.000 hectáreas por un montante de 677 millones de euros en indemnizaciones. Los siniestros agrícolas ascienden a 112.000 con unas indemnizaciones previstas de 534 millones, más 94.644 siniestros ganaderos con un coste de 57 millones, a los que se suman 1.256.000 siniestros por retiradas de animales por un coste de 86 millones. Así hasta un total de 1.464.00 siniestros que implican 677 millones en indemnizaciones. Por sectores destacan los 121 millones en herbáceos, 106 en viñedos, 93 en frutales, 71 en hortalizas, 62 en cítricos y 43 en caqui, fundamentalmente por sequía, heladas y pedriscos.
Menos cobertura.
Desde las organización es agrarias se entiende que las empresas aseguradoras aprovechan la alta siniestralidad como un argumento para hacer ajustes al alza de las primas. Pero el sector no asume que, además de las subidas, en paralelo recorten garantías y coberturas. En este contexto, por parte de ASAJA se reclama un cambio radical en todas las líneas para que el seguro cumpla su objetivo, que no es otro que asegurar el nivel de renta con unos costes asumibles por agricultores y ganaderos.
Desde el sector se entiende que el seguro agrario no tiene sentido si sus condiciones no animan a la suscripción de las pólizas. Desde las entidades aseguradoras se estima que tampoco tiene viabilidad el mismo si el balance de resultados entre ingresos por primas e indemnizaciones no es atractivo. En este escenario, las organizaciones agrarias ASAJA, UPA y COAG, además de Cooperativas Agro-alimentarias de España, entienden que hay una siniestralidad ordinaria que podría ser absorbida por los recursos extraordinarios que genera el propio sistema, pero que existe otra siniestralidad extraordinaria ligada al cambio climático cuyas indemnizaciones no pueden soportarse solamente con las primas de los asegurados o los fondos de las entidades aseguradoras, sino que deben proceder de un fondo extraordinarios aportado desde las Administraciones; aseguran que se trata de situaciones que deben ser absorbidas por el conjunto de la economía, como sucede con los seguros generales.
Y una cosa es la siniestralidad ordinaria y otra los efectos de fenómenos como la dana reciente. En esa línea se plantea la necesidad de impulsar un fondo extraordinario en la Unión Europea. Si todos los riesgos del seguro los asume el agricultor, la realidad es que caería la contratación y, en consecuencia, el seguro dejaría de ser un instrumento de rentas parar convertirse en una medida de escaparate.
El sector aboga por facilitar la universalización del seguro, lo que, además de aumentar los ingresos, contribuiría a diversificar más los riesgos y apoyar la viabilidad del sistema. Existen seguros con una muy baja siniestralidad y otros con una siniestralidad muy elevada, año tras año. Hay producciones y cultivos con unos niveles mínimos de aseguramiento mientras en otros hay avalancha de pólizas de contratación. Otra respuesta al seguro agrario para apoyar su viabilidad se halla en la mayor universalización del mismo, multiplicar el número de pólizas para su extensión y buscar con ello un mayor equilibrio entre las zonas con la siniestralidad más alta y las que la tienen más baja.