'Soria ni te la imaginas'. La mejor descripción de esta provincia; ocurrencia acertadísima del lenguaje publicitario que pocas veces ha sido tan objetivo al intentar describir la realidad.
En su etimología, ya su nombre recuerda una realidad importante asociada al nacimiento del castellano. El euskera, el vasco actual, debió extenderse a gran parte del norte de toda la Península Ibérica, como testimonian multitud de topónimos; Inodejo, monte de tormentas; Garray, tierra quemada, altura? ; el propio nombre Duero, parece tener una etimología euskera que hace referencia a agua; Langa, traviesa, leño que se opone a algo… infinidad de topónimos.
Observen, algo hermoso y que debe cambiar una desconfianza histórica : castellano versus euskera. El vasco es el padre del castellano; la madre, el latín.
Soria es una tierra de frontera; así nació y sigue siendo. Frontera entre los reinos de Navarra, Aragón, Islam, Castellano-leonés. Frontera donde empieza la España verde y frondosa del norte. Tierra de transición entre la España árida y el lluvioso norte.
Hoy la provincia de Soria, como 'tierra vaciada' (no despoblada), (no hay que confundir), es un soporte imprescindible para la posibilidad de existir de las grandes macrópolis ( Madrid, por ejemplo), que es el futuro del asentamiento humano sobre el planeta.
Gracias a territorios como Soria, los hombres (genérico) hacinados en las grandes urbes, pueden beber, respirar, darse una vuelta, mantener la mollera con salud, ver el cielo de otra manera, estirar las piernas en la naturaleza y poder seguir soñando.
Soria es mucha SORIA.