La mujer soriana amplía horizontes laborales

Ana Pilar Latorre
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La construcción, el transporte y la automoción cuentan cada vez con un mayor número de trabajadoras, también en la provincia de Soria

La mujer soriana amplía horizontes laborales

Aunque las mujeres son el 51% de la población, esta proporción no tiene su reflejo en el mundo laboral. La pandemia ha ampliado las brechas de género en España, incrementando hasta 2058 el período para alcanzar la paridad plena entre mujeres y hombres, según las conclusiones de la segunda edición del Índice ClosinGap, de PwC España. El índice de paridad se sitúa en el 63,3%, frente al 64,1% que marcaba el año pasado, por lo que hay un retroceso, pequeño, pero retroceso.
Al margen de cifras, El Día de Soria ha querido conocer tres perfiles distintos de mujeres en sectores laborales que tradicionalmente han sido masculinos.Ellas abren paso a nuevas generaciones con su empeño y tesón, trabajando día a día como cualquiera de sus compañeros.La incorporación de la mujer, en muchos casos, se debe a una creciente demanda de mano de obra en determinados sectores, como pueden ser el transporte (hay ayudas específicas para mujeres en formación) y algunas ramas de la construcción. También es destacable el impulso a estudios universitarios y módulos de FP, como puede ser automoción y transporte en la provincia de Soria. Policías, bomberas, científicas... cada vez son más.
Juan Bautista García, responsable de Tráfico en Molinero Logística, comenta que la empresa tiene ahora cuatro conductoras (dos en internacional y dos en nacional), «aunque las mujeres no se terminan de incorporar al sector del transporte de mercancías, a diferencia del de viajeros».
Las entrevistadas hablan de igualdad de trato y sueldo en las empresas, pero tienen diferentes sensaciones respecto a la discriminación por sus ocupaciones. Esther López, que lleva un camión, dice que no es frecuente que le digan nada sobre la profesión que ha escogido; mientras que Emilia Nolivos, electricista, sí ha tenido que contestar alguna vez a algún comentario machista. Cristina Rodrigo, mecánica, tiene una situación diferente, pues trabaja con su marido en el taller.    

PERFILES

Su padre tenía camiones y en verano solía ayudarle, recuerda Esther López Estellés, que tras apuntarse a un curso en 2008 decidió seguir sus pasos. «Me costó mucho meterme en este mundo porque hace unos años era más difícil para una mujer encontrar trabajo en transporte. Ahora se nota que hay más demanda de chóferes», comenta esta trabajadora en Molinero Logística, donde dice estar «muy a gusto». «Recibo el mismo trato que mis compañeros y el mismo sueldo. Me siento una trabajadora más», asegura insistiendo en que nunca ha sufrido desigualdad, discriminación e inseguridad en la carretera, «aunque es verdad que irrespetuosos hay en todo el mundo». Sí apunta a algún trato de favor ocasional, «en fábricas que te facilitan las cosas cuando te ven mujer». «Hay mucho respeto y empatía entre compañeros, porque todos estamos dos semanas en la carretera [hace rutas internacionales] y sabemos lo que es estar fuera de casa, no tener un baño, que se te reviente una rueda y quedarte tirado...», relata Esther en conversación telefónica durante su viaje a Normandía. Sus rutas la llevan ahora a Francia, Bélgica e Italia (antes también a Polonia y Alemania). «La mayoría de mujeres hacen rutas nacionales y en las de fuera de España suele ser para acompañar a sus maridos. También las hay, pero son menos por el tiempo que se pasa fuera de casa y depende de la situación familiar», explica. Esther tiene una hija de 21 años, que está terminando Trabajo Social, lo que le facilita realizar este tipo de trabajo. Se decidió a ser chófer cuando falleció su padre y tuvo que mantener su casa: «A mí nunca me faltó nada estando él y qué menos que siguiera así no estando». Cree que «toda ayuda es poca» para la incorporación de mujeres porque un carnet cuesta 3.000 euros (incluido el CAD), aún así considera que «tiene que gustar mucho porque es muy duro». Anima a las mujeres que se lo estén pensando, «por lo menos a probar», y destaca como ventaja el conocer lugares y buena gente.
Elisa Nolivos estudió electricidad en Ecuador, aunque en su familia no había nadie que se dedicara a ello. Su madre era «más manitas» con los cables y su hermana es especializó en electrónica. Recuerda que eran pocas en clase (en la promoción anterior a la suya, la primera, solo había una alumna) y que cuando se incorporó al mundo laboral en una cuadrilla puede que fuera la única en la ciudad e incluso en el país. En construcción, las mujeres hacían más trabajos de oficina que físicos. Cuando llegó a Soria se dedicó unos años al cuidado de personas mayores en sus casas, pero ella lo que verdaderamente quería era trabajar de lo suyo. Finalmente, encontró empleo en Uran, una empresa que trabajaba para Iberdrola, dedicándose a tareas de distribución. Pero la firma cerró en 2019 y estuvo un año en el paro y probando en otros sectores. Desde hace nueve meses trabaja en la empresa soriana Hernar, retomando la ocupación para la que ella se preparó en su país. Como en otros casos, recibe el mismo trato y el mismo sueldo que otros empleados. «Hacemos mantenimiento de instalaciones y también en obra nueva industrial y residencial», apunta ilusionada. Sobre si ha sentido alguna vez discriminación en el trabajo por ser mujer, explica que sí y que «al ser inmigrante les choca aún más». A veces ha tenido que escuchar comentarios de este estilo, «unas veces me callo, pero otras contesto». Le han llegado a decir que le habían dado el título en un curso de un día... Emilia, entusiasta, anima a otras mujeres en su misma situación a «seguir luchando por la igualdad» y a buscar el trabajo para el que es preparan, en el sector que sea, lo que les guste. «Sobre todo, demostrar entre todas que se puede hacer el trabajo igual que los hombres, que tenemos la misma capacidad que ellos», subraya lanzando un mensaje de esperanza.
El caso de Cristina Rodrigo es algo diferente al de Esther y Emilia. Junto a su marido, mecánico de profesión, decidieron trasladarse a Almajano para vivir «en un lugar tranquilo» y allí nacieron sus hijos y decidieron montar poner en marcha un negocio de reparación de vehículos y maquinaria agrícola, Almajano Motor. Aunque ella era administrativo, se animó a estudiar automoción en FP para poder trabajar con él en un futuro, aunque al ser madre y tener que cuidar de dos niños pequeños ahora hace tan solo tareas administrativas y de contabilidad. «Cuando los niños crezcan la idea es trabajar también como mecánica con mi marido, pero por ahora ya le hecho una mano cuando se acumula el trabajo, en temporada de cosecha y en verano cuando los pueblos se llenan de gente», explica. No cree que haya discriminación con las mujeres que trabajan en el sector de la automoción y la reparación de vehículos, al tiempo que celebra que cada vez sean más las que se dedican a ello desde que terminan los estudios. «Cuando decidí estudiar esto era la única chica» y «cuando hice las prácticas me fijé que en los talleres tenían dos vestuarios y, mientras el de hombres estaba abierto, el de mujeres se había convertido en almacén», indica Cristina. «Alguna vez, gente que ha pasado por el taller me ha preguntado si yo no trabajaba, que siempre estaba allí... Y yo les respondí que claro que trabajaba y que trabajaba en mi taller» añade. En su caso reconoce que para la gente es más sencillo, «porque somos una pareja y la gente sabe que estamos los dos en el taller y no se les hace raro». Las reparaciones que realiza son ahora las más esenciales, como cambios de aceite y cambios de ruedas. Tras terminar los estudios no pudo tomar la experiencia necesaria, pero cuando sus hijos sean más mayores se incorporará del todo a la mecánica en el negocio familiar.

La mujer soriana amplía horizontes laboralesLa mujer soriana amplía horizontes laborales - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

 

 

La mujer soriana amplía horizontes laborales
La mujer soriana amplía horizontes laborales - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez