'El fin de un mundo'

Silvano Andrés de la Morena
-

Carmelo Romero es un intelectual soriano de larga trayectoria y bien conocido por el público del Alto Llano Numantino. Y fuera de él. He aquí un nuevo libro suyo. "El fin de un mundo"

'El fin de un mundo'

Carmelo Romero es un intelectual soriano de larga trayectoria y bien conocido por el público del Alto Llano Numantino. Y fuera de él. He aquí un nuevo libro suyo. "El fin de un mundo". Efectivamente, aquel mundo fue. Ya no es. En él nacimos, en él nos criamos, de él partimos y en nuestra cabeza y corazón continúa. Testigos fuimos de cómo se derrumbó. Carmelo lo materializa, para dejar constancia, con rigor y sensibilidad. Prueba de su conocimiento del tema e implicación sentimental y sensorial.

"Pruebo a pensar en la nueva novela que tengo entre manos. Llevo tiempo, el mes que viene hará dos años, empapándome de aquellos finales del siglo xviii en los que un mundo viejo agonizaba y otro mundo nuevo pugnaba por nacer. Si logro dar con la tecla adecuada, esta novela —mañana mismo, en cuanto regrese del pueblo a la ciudad, comenzaré a escribirla— mejorará todas mis anteriores". Así cavilaba y urdía el narrador, como confiesa entre las páginas 12 y 13. Y logró el autor (y narrador), Carmelo Romero, identificar la tecla. A buen seguro que ha mejorado las anteriores aunque en este juicio ha de ser el lector el que se arriesgue.

El título de esta nueva y magnífica obra es realista, orientador, descriptivo y muy conceptual. Al tiempo, fácilmente comprensible. También la foto de portada aclara todo. Es la imagen fósil de un pueblo, con una calle de dura piedra donde vive la soledad y el silencio. De cualquier pequeño pueblo de la Soria en que nacimos los de nuestra generación. Década de los cincuenta o de los sesenta. Poca diferencia, salvo que, en la segunda, el vacío aún era más visible. El título, la portada, los contenidos. La radiografía de una sociedad, la rural, que percibía con dolor, mes a mes, cómo todo ese mundo se iba disolviendo. El título, la portada, los contenidos y el nombre del autor. Carmelo Romero sabe de qué habla. Por origen, por formación, por sensibilidad y por objetivo intelectual. Rehace un mundo. Con las únicas herramientas que quedan: la memoria y la palabra. Lo muestra con pericia a quienes no conocieron aquel universo social, agrícola, ganadero, campesino, rural, que dispuso de los medios mínimos pero suficientes, durante milenios, para construir una vida colectiva y una cultura. Aquel mundo sin móvil, sin Internet, sin televisión, sin frigorífico, sin agua corriente en las casas, sin viajes anuales a la playa. Aquel mundo de pueblo, campo, albardas, ovejas, hoz, trillo, pan de hogaza y matanza de cerdo. De domingos en los que sonaba la campana y había que ir a la iglesia. De domingos, lunes y los demás días, de franquismo ambiental, que era el real y el existente. Carmelo tiene una ventaja: conoce la historia, sabe narrar y su síntesis ha macerado una obra completa y compleja. El fin de un mundo.
El fin de un mundo. Los dos sustantivos lo son porque orientan a la esencia. El artículo indeterminado sitúa al lector en un contexto histórico que ya no es. Ese "un" apunta directo. Pero muchos lo llevamos en la memoria y sigue existiendo porque lo creemos, porque nos creó. Ese "un" es indeterminado y hasta lo podemos entender como numeral. Fue aquel mundo, el nuestro, derrotado de forma rápida por circunstancia históricas bien conocidas y explicadas por el autor. No fue fruto de una evolución natural. Todo desapareció como por encanto. Se cerraban puertas, se huía a la ciudad y no dio tiempo a casi nada. Y ahí está la Soria vaciada, la Castilla desaparecida, de Manuela, Antonino y el joven de ciudad, reconstruyendo. Conociéndose y reconociendo eso que está apunto de volar definitivamente. "Aunque la casa es la misma, ya nada es igual. No oigo cacharrear a la abuela en la cocina". Una imagen del contraste entre el ayer y el hoy. Ya nada es igual. Ni la casa es la misma, salvo en su geometría.

En una entrevista, preguntaban a Carmelo: "¿Hasta que punto nos hemos dado cuenta del cambio en el agro?". Y él, definiendo como historiador todo un fenómeno histórico, lo resumía así: "Nuestro cambio ha sido totalmente torrencial, no de lluvia fina. Ha sido como un rayo en una noche serena. La lluvia fina es a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, con cambios… Pero, si te paras a pensar en la política autárquica que se desarrolla durante 20 años y el resto de países va avanzando, sobre todo en la maquinaria, en España llegan los cambios de repente, de la noche a la mañana. En una década fue la gran transformación. Mucho más abrupto y también más dramático".
Carmelo, como diría un argentino, logra armar una maquinaria que es, a la vez, historia y novela. Novela e historia de lo cercano y desde lo cercano. Pero, en mi opinión, no cabe deducir que estemos ante una novela histórica convencional que tanto se escriben ahora sino existencial, con toda la nostalgia y, a veces, tristeza, que se va palpando conforme avanza. Arma su obra en 34 partes (episodios o capítulos) numeradas, con títulos orientativos como "Gorrión de campanario", "Medianejos", "Sudar el cereal", "Estraperlo", "¡Americanos!", "De los relinchos a los motores", "La alargada sombra de la Iglesia" o "La desgracia de nacer mujer", entre otros. Más la final: "Tiempo después". Todo acabó, llegó el fin de ese mundo cuando escribimos lo que fue. Pero continúa en la memoria, gracias a obras como esta, capaces de plasmar un cuadro que fosiliza para siempre un mundo que fue. "El fin de un mundo". Carmelo Romero. Los Aciertos-Pepitas, editorial.

ARCHIVADO EN: Soria, Novela, Libros, España, Internet