«No damos abasto. Estamos con cubos de palomitas y gafas de 3D de esas con un ojo azul [el color del partido demócrata] y otro rojo [el del partido republicano]. Llega un punto en que, o nos lo tomamos como una teleserie, o nos volvemos locos». Miguel Lage sólo tiene que mirar por la ventana para estar al tanto de las últimas novedades de la precampaña electoral estadounidense, un proceso especialmente convulso desde el intento de asesinato del candidato republicano Donald Trump hace un par de semanas y la reciente renuncia de Biden a la reelección en la nominación del Partido Demócrata. El soriano vive justo al lado de la Casa Blanca, en la ciudad de Washington, capital y epicentro político estadounidense. Estos días no cesa de recordar aquella frase El chico de oro, uno de los filmes más populares de su admirado Eddie Murphy: «Esos magníficos americanos. Tanto potencial y tan poca idea de qué hacer con él». La política le apasiona pero, asegura, en esta ciudad es «demasiado a veces. Todo está magnificado» y, sí, muy polarizado. Como muestra, un botón. Tras el intento de asesinato de Trump «he visto vídeos y he estado con personas que dicen haberse deprimido porque el tirador falló y me parece una barbaridad», destaca el soriano. La reciente renuncia de Biden era, desde entonces, «muy deseada» en las filas demócratas, aunque, finalmente, llegó de forma «inesperada. Creo que se ha visto acorralado. Él habría seguido hasta el final. Nadie duda de que es un buen hombre, pero hace tiempo que era momento de dejarlo», considera Lage, que trata de digerir la política estadounidense con un poco de humor, al fin y al cabo, señala, «soy español y combatimos la tragedia con humor negro».
De vacaciones en Soria han pillado los últimos sucesos que han marcado los prolegómenos de las elecciones presidenciales en Estados Unidos a otro soriano, Andrés Calavia, que lleva residiendo años en uno de los estados bastión de apoyo a Trump: Florida. Estos días sigue con interés todas las noticias que llegan del otro lado del Atlántico Norte. Calavia, al igual que Lage, no tiene derecho a voto en estos comicios, pero «me juego mucho, como todos» los estadounidenses, asegura. Quien salga elegido como presidente o presidenta del país el próximo 5 de noviembre determinará muchas cuestiones de su vida en los Estados Unidos: «En tema de impuestos, en política de clima y en muchos otros aspectos que son importantes para el día a día», aunque, sobre todo, a nivel internacional. «Es tremendo el impacto que puede tener en instituciones como la OTAN o la ONU», indica el olvegueño. Se refiere principalmente a una hipotética (aunque posible, porque va por delante en las encuestas) victoria de Donald Trump. «Es un peligro», recalca.
Con residencia en Miami, donde lidera un proyecto docente desde hace años, sigue sin entender la ciega adhesión que Trump ha encontrado entre los votantes «Es inexplicable que con tantísimos juicios abiertos y con una personalidad que insulta a todo el mundo» su popularidad, y más desde su reciente atentado, se haya disparado. «Y no es una cuestión de ideología», sostiene. «Tiene mucho apoyo. Tengo vecinos a los que aprecio mucho, gente normal, con formación, sin perfiles raros, que son trumpistas», explica. De hecho, el intento de asesinato, indica Miguel Lage, no ha hecho sino encumbrarlo aún más entre sus seguidores. Su muerte estuvo tan «cerca que la palabra 'milagro' ha irrumpido en la campaña como si fuera un candidato más», apunta. Y no es algo baladí. La fe sigue movimiento montañas en una sociedad «ultraconfesional» como la estadounidense, recalca Lage.
sin tiempo. El meteórico paso de Kamala Harris de candidata a la vicepresidencia a aspirante a la presidencia del país en sustitución del cabeza del 'ticket' demócrata, más que un golpe de efecto, es una solución pragmática y, fundamentalmente, económica. «No tienen tiempo de nada más. En Estados Unidos las elecciones se ganan con dinero. Es duro, pero es así», añade Lage, que lleva desde 2017 trabajando para el Banco Interamericano de Desarrollo. «Sinceramente, Harris no tiene buena imagen», confiesa. En su labor como vicepresidenta «se ha metido en charcos de los que no ha salido bien», apunta. Calavia también coincide en que en estos últimos cuatro años «ha decepcionado un poco a todos. Había muchas esperanzas puestas en ella». No es «la candidata perfecta», pero ahora toca elegir bien al vicepresidente. Los próximos meses serán clave. Eso sí, tanto Calavia como Lage coinciden en que la campaña será dura y agresiva. «A Trump ya lo conocemos», recalca éste. Los tiempos en los que Obama y McCain «se hablaban en campaña con respeto y se echaban flores el uno al otro» han pasado, concluye.