La coincidencia de la expulsión de Nicolás Redondo Terreros del PSOE con el malestar de destacados dirigentes ante una posible Ley de Amnistía se ha interpretado como un aviso a navegantes. Y da la medida del grado de tolerancia de Pedro Sánchez y su equipo ante las discrepancias en el seno de la organización.
Bien es cierto que Redondo Terreros y Joaquín Leguina (expulsado también del partido) hace tiempo que debían haber roto sus carnets de militantes porque las discrepancias con sus antiguas siglas eran abismales.
No se atreverán, pero ganas no faltan en Ferraz, de dar un toque de atención a Felipe González, quien ha recordado que Nicolás Redondo, padre, cuando era dirigente de UGT y el presidente del Gobierno, convocó una huelga general por el Plan de Empleo Juvenil que paralizó el país, obligando al Ejecutivo socialista a retirar el proyecto. No hubo represalias, y siguió siendo militante socialista.
Si a la Ejecutiva de Génova se le está haciendo eterno el tiempo que falta para la sesión parlamentaria de investidura de Feijóo, que ya dan por perdida, más se le está haciendo interminable al equipo de Sánchez. Pretendían llevar a cabo una discreta negociación con los independentistas y que el tiempo rebajara las grandilocuentes exigencias de los primeros días. Pero, lejos de decaer, parecen haber entrado en una carrera entre Junts, ERC y ahora el PNV para ver quien consigue más.
Puigdemont se ha convertido en la estrella política del momento. El President catalán Pere Aragonés no para de mendigar una estrategia común frente a Moncloa y ahora una delegación del PNV se desplaza a Waterloo para concertar estrategias. Todo se hace público y Sánchez tiene que tranquilizar a la CEOE, asegurando que luchará con alma y cuerpo por conseguir la investidura respetando la Constitución.
Pero, al no decir cómo piensa hacerlo, crece la inquietud en la opinión pública y hasta un escritor ponderado como Javier Cercas escribe un artículo contra la supuesta amnistía que incendia los debates políticos.
Posiblemente la decisión de expulsar a Redondo Terreros no sea de ahora, pero la fecha escogida no hacer ningún favor a la dirección de Ferraz y al propio Sánchez, al que se acusa de manejar con mano de hierro las discrepancias internas y de rodearse sólo de incondicionales en su carrera por permanecer en el poder. Esta imagen daña la presunción de una negociación donde el respeto a la Constitución sea la línea roja que nunca se franqueará.