El debate en torno a abrir el voto a los 16 años vuelve a estar en la palestra, una vez que el Congreso de los Diputados prevé crear una comisión parlamentaria que debatirá la posible ampliación del derecho al sufragio planteada por el Ministerio de Juventud e Infancia, que dirige Sira Rego (Sumar). Alemania, Austria, Bélgica, Malta o Grecia ya contemplan esta edad para ejercer el voto que, en teoría, busca incentivar la participación política posterior de este colectivo. Sin embargo, no está claro que este sea el resultado o que sea coherente que no coincida con la mayoría de edad que contempla la Constitución, fijada en los 18 años. Y también hay quien advierte de que puede favorecer a las corrientes políticas extremistas.
«Hay que entender la proposición de rebajar la edad del voto a los 16 años como una acción política cuyo objetivo real no es reforzar la calidad democrática o mejorar la justicia social. Los menores de 18 no están siendo discriminados por no poder votar, porque lo harán en un futuro. La Constitución sitúa el voto en esta edad para todo el mundo [...] Históricamente, las encuestas han ubicado a los jóvenes con una inclinacion del voto a la izquierda. Aunque no conozco encuestas de este tipo realizadas a menores de 18, ya que el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) encuesta a mayores de edad», considera el sociólogo-investigador del Campus Duques de Soria de la Universidad de Valladolid (UVa), Nicolás Plaza.
A su juicio, la edad puede ser una variable que influye en la orientación del voto y considera que cuánto más jóvenes existe mayor probabilidad de decantarse por «partidos extremos». Por ello, Plaza avisa de que la medida puede contribuir a la polarización del voto hacia formaciones como Sumar, que lanza la proposición, Vox o Se Acabó la Fiesta.
«La estructura del sistema electoral, aunque se basa en principios democráticos, está mediada por relaciones de poder e intereses partidistas y económicos. Por otra parte, puede acarrear consecuencias inesperadas de la acción: aunque el partido que plantea está propuesta proyecte que esta medida le favorecerá para ganar votos, puede que tenga consecuencias indeseadas para el mismo, por ejemplo que la extrema derecha los gane. Es algo que probablemente podría suceder, dado el auge de la ideología neoliberal en las redes sociales cuyo discurso se reproduce cada vez con mayor frecuencia en los jóvenes, sobre todo hombres, los cuales adoptan ideologías de derechas como reacción al movimiento feminista», expone el sociólogo.
Sobre el hecho de si los menores de 18 años están o no preparados para votar, generalmente, se trata de dar una explicación «médica o psicológica de corte empirista» a esta cuestión, argumentando que el cerebro no está desarrollado, que aún es demasiado emocional». «La cuestión es social. Actualmente, en esas edades se da el proceso de socialización secundaria. En el contexto actual las personas comprendidas en las edades en cuestión están expuestas a múltiples medios de manipulación. En dicho proceso, en el que se construye la identidad, somos mucho más vulnerables para adoptar símbolos o a unirnos a ideologías, aunque sea de forma nominal y a partir de emociones», aduce el sociólogo-investigador.
A su juicio, tampoco se trata de formación, ya que este factor también debería tenerse en cuenta en los adultos que gozan del derecho al voto, y no cree que reduzca la abstención, aunque acudan más electores a la urnas, teniendo en cuenta que la proporción de abstencionistas crecería. «Los jóvenes se caracterizan por la desafección política. Habría que mejorar su participación en la política mediante mecanismo de intervención directa», sintetiza.
a favor. El Día de Soria ha consultado con los representantes de las organizaciones juveniles de los partidos políticos. Sara Antón, secretaria general de Juventudes Socialistas en Soria desde hace dos años, afirma que adelantar la edad de sufragio a los 16 años es una «reivindicación histórica» de la organización que representa y así se ha incorporado en las ponencias marco de los congresos federales. «Si queremos más participación de los jóvenes, deben tener parte en lo que también les afecta», sostiene.
Antón apunta que 14 años es la edad mínima para poder afiliarse a Juventudes Socialistas y que ella misma lo hizo con 16. «No creo que sea tanto una cuestión de madurez política. Con 16 años puedes tomar decisiones trascendentales como casarnos, emanciparnos, trabajar o interrumpir un embarazo, por qué no elegir a nuestros representantes».
Para Sara Antón abrir a los 16 años la edad para votar es «ampliar la democracia», aunque admite que son etapas en las que destaca la vehemencia a la hora de expresar las ideas políticas. «Es tarea de quienes militamos en la izquieda alejar a los jóvenes de la radicalidad, para lo que tenemos que informarles y tratar de convencerles», refiere.
La secretaria de Juventudes Socialistas en Soria rememora que en Infantil ya quería ser maestra (en la actualidad ejerce en Estados Unidos) y política. «Fui afortunada porque crecí en un entorno con referentes políticos, incluso dentro de mi familia, lo que me permitió forjar una ideología y compartir mis inquietudes», señala.
En contra. Alejandro Ramos, secretario de Nuevas Generaciones del Partido Popular en Soria, no está a favor de que se adelante la edad electoral a los 16 años. Ramos cree que si la Constitución marca la mayoría de edad a los 18 años, así como la LOREG (Ley Orgánica del Régimen Electoral General), ese debe ser el límite. «O cambiar la Constitución y que esa mayoría de edad sea a los 16, también para conducir o comprar bebidas alcohólicas», ejemplifica.
En su opinión, la propuesta de Sumar es «electoralista», más allá de profundizar sobre la capacidad para dirimir en torno al voto de los jóvenes de 16 y 17 años. Además, el secretario de Nuevas Generaciones recuerda que es un debate que «se repite» de forma cíclica. A su parecer, los ciudadanos de entre 16 y 18 años están ocupados en su formación académica, en la Ebau (Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad), en la elección de sus estudios superiores o en una salida laboral. «Si quieren hacer partícipes a los jóvenes, es más fácil que escuchen sus opiniones [...] Yo me sentiría utilizado», considera.
Por último, Ramos aduce que no es tanto una cuestión de madurez, si no de respetar el límite constitucional establecido para la mayoría de edad.