Dicen que en las guerras la primera víctima es la verdad. En las guerras y en las campañas electorales, añadiría yo. La apacible campaña electoral vasca (con la excepción del energúmeno que roció con gas los ojos del candidato peneuvista) tiene truco: la verdad anda tambaleante. Que el PSOE critique ahora a Bildu porque su candidato, Pello Otxandiano, no condena explícitamente a ETA, ha escandalizado a propios y extraños: menuda cara dura. Y que el candidato socialista, Eneko Andueza, asegure que no ayudará a Bildu a gobernar en Vitoria si este partido gana, contrasta con haber permitido que la formación 'abertzale' por excelencia sí gobierne en Pamplona... y, de alguna manera, esté presente en la gobernación del Estado, o sea, en el 'pacto Frankenstein' de Pedro Sánchez. Por cierto, un pacto que, me da la impresión, está a punto de estallar y que ya nunca, en cualquier caso, será lo mismo.
Pienso que, entre la mendacidad de la recta final de la campaña hay, al menos, una verdad: el Partido Socialista de Euskadi no apoyará a su, sin embargo, socio en Madrid para que, si Bildu gana las elecciones del domingo en Euskadi, Pello Otxandiano se convierta en lehendakari. No lo hará de ninguna manera. Y eso, pese a que desde el PNV se siguen lanzando insidias más o menos soterradas en el sentido de que no hay que confiar en la palabra de Pedro Sánchez y, por tanto, es aún posible que Andueza acabe respaldando a Bildu en el Parlamento vasco.
No, no habrá tal, pero lo que estamos viendo ahora es que el Partido Nacionalista Vasco, otro 'socio' del Gobierno central en el Congreso de los Diputados, otra formación que respalda que Pedro Sánchez siga en La Moncloa, no se fía un pelo de este, o eso dice al menos. Ya nadie se priva de tachar al presidente del Gobierno de España de mentiroso, y eso, qué quiere que le diga, no parece una garantía de solidez para ese Gobierno central ni un aval de seguridad jurídica para los españoles. Y eso, por mucho que Sánchez pueda presumir, a partir del lunes, de que 'su' PSOE es la clave de la gobernación (del PNV) en el País Vasco y de que tal vez lo sea también en Cataluña.
Lo que pasa es que, el lunes, una vez conocidos los resultados de las urnas en el País Vasco y escuchados los comentarios de los líderes políticos en cuanto a su política de alianzas, todo volverá, presumiblemente, a su ser: el pacto PNV-PSE se hará realidad en el Parlamento de Vitoria; Bildu, quizá con más votos pero con menos poder, regresará a su espera sin hacer mención a una ruptura 'en Madrid' con el PSOE de Sánchez; el PP seguirá en la lejanía del poder en este territorio histórico y Sumar, Podemos y, en el otro extremo, Vox, permanecerán apeados de escaños y de toda decisión y agravarán sus debates internos sobre quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos a parar.
Pero quizá el cambio más importante, y no será a corto plazo, sea el desgaste del pacto que en el Congreso de los Diputados dio la investidura, el poder y la gobernación a Pedro Sánchez, que sin embargo había perdido las elecciones del pasado 23 de julio: los socios de Sánchez, de Puigdemont a Sumar, pasando, desde luego, por el PNV y Bildu, parece que se están cansando de este 'statu quo'. Las campañas electorales están mostrando claramente que ese pacto es un dios con pies de barro, que a nadie convence más allá de cerrar el paso a un gobierno 'de la derecha'..
Y, por cierto: ETA, que es el espantajo que se agita con mayor o menor claridad para desacreditar a Bildu/Sortu (y razones no faltan, claro), desaparecerá de nuevo del debate político, al menos del debate cotidiano. Porque la verdad es que ETA murió hace más de una década y apenas nos queda, a los que vivimos más o menos de cerca aquel horror, un recuerdo dolorido que el tiempo, así son las cosas, se encarga de aminorar.
Lo que ocurre con tanta mentira, tanta falsificación, es que habrá concluido la campaña vasca, los debates en la tele habrán pasado a la pequeña -muy pequeña- historia y seguiremos sin enterarnos de la profunda transformación que, como lo muestra la hipotética y pírrica victoria de Bildu, se ha venido operando en un territorio que, como Euskadi, sigue siendo muy peculiar, quizá, ojo, el que en mayor medida podría evidenciar la transformación futura del Estado. Más aún, me atrevo a opinar, que Cataluña, que esa es otra realidad. Muy otra, y no conviene confundir unas cosas con otras. Pero de Cataluña tocará hablar, y no poco, el lunes poselectoral vasco. De Cataluña y del resto de España, por supuesto. Agarrémonos, que vienen curvas.