José Mourinho primero es personaje y después entrenador. Quizás antes era distinto. Preponderaba otras cosas. En su lista de prioridades estaba el 4-3-3 antes que la polémica, la solidaridad defensiva antes que la frase altisonante, la gestión de egos sobre la explotación del propio. Del Mourinho entrenador sabemos poco últimamente, solo que acaba de fichar por el Fenerbahçe turco en uno de los movimientos que juró que nunca iba a hacer… y ha terminado haciendo. 'Mono' de banquillos o de sala de prensa. O de ambas. El tiempo lo dirá.
El juramento data de la época en la que llegó al Real Madrid sustituyendo a Manuel Pellegrini, que tenía algunas puertas abiertas en la 10/11 (terminó la 09/10 con 96 puntos, a tres del Barça), pero eligió el Málaga. Esa temporada, antes de enfrentarse al 'ingeniero', el portugués sacó artillería pesada en la sala de prensa («A mí no me va a pasar lo mismo que a él. Si me echan, no voy a entrenar al Málaga, sino a un equipo grande de la Premier o de Italia», señaló).
Años después, el luso ha salido de los grandes circuitos. Y su aterrizaje en un fútbol menos competitivo ha avivado aquellas viejas llamas del enfrentamiento con el chileno, que ya cuando Mourinho fichó por la Roma templó gaitas con elegancia: «Es un técnico con una carrera brillante que al irse a Roma optó por la madurez (…) Yo estaba orgulloso de haber ido al Málaga porque vivo de los retos y era un proyecto nuevo. Llegamos a los cuartos de final de la Champions. Creo que a él le ha sucedido un poco lo mismo, estaba en la élite y ahora también busca desafíos, como llevar a la Roma a la Champions o ganar la Conference».
Recibimiento
El de Setúbal aterrizó en el Sukru Saracoglu Stadium como un semidiós. Un 'tótem' de épocas gloriosas del pasado más reciente del fútbol planetario. Y sacó a relucir al personaje. Al que gestiona como pocos han medido cada verbo frente al micrófono en la historia moderna del juego. «Vuestros sueños son mis sueños», espetó. Y lo combinó con otras frases perfectamente medidas como «a partir de ahora pertenezco a vuestra familia y esta camiseta es mi piel», o «es inmenso el amor que siento desde el momento que mi nombre se vinculó al Fenerbahçe».
Sin haber dirigido aún un entrenamiento, Mourinho ya logró que la grada festejase varios goles. Ahí sí mantiene su arte, a pesar de que es un claro y objetivo bajón en su carrera: en Estambul vivirá su primera experiencia fuera de las cinco grandes Ligas europeas desde que salió del Oporto en 2004. Dos décadas después de navegar por la élite del fútbol, 'Mou' ya no será tan 'special'.
De hecho, desde que se marchó del Real Madrid, su colección de disgustos es mucho mayor que la de las alegrías. A pesar de sumar algún título esporádico a su currículum (por ejemplo, la Premier League que venció con el Chelsea en 2015), ha sido despedido en medio de la temporada en los cuatro clubes en los que ha militado tras pasar por el Santiago Bernabéu. No completó su tercera campaña ni en el Chelsea ni en el Manchester United ni en la Roma (ni, previamente, la segunda en el Tottenham). Y los equipos quedaron muy tocados en su salida. Política de tierra quemada que ahora, a los 62 años, se lleva a Turquía.
Allí intentará que el entrenador conviva con el personaje para devolver a los 'canarios' a la gloria perdida (no ganan la Superliga desde la 13/14, desde la 08/09 no disputan la fase de grupos de la Champions), y, para ello, el presidente Ali Koç, la persona más rica de la nación otomana, ha empezado la construcción por los cimientos que le asegura el portugués. Él debería servir de imán para ese goteo incesante de nombres (Lukaku, Dybala, Azpilicueta…) que relacionan con el Fenerbahçe, la penúltima parada de 'Mou'.