Herrera de Soria, pueblo inmune

Ana I. Pérez
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De grupo de convivencia estable a la inmunidad de grupo. El 100% de los vecinos habituales de este municipio enclavado en el cañón del río lobos están vacunados contra el sars-cov-2 con la pauta completa

Herrera de Soria, pueblo inmune

El cielo concede una tregua en este día de nubarrones y aguaceros. No permite que se escape una gota en el rato de la mañana que compartimos con Pablo, Pilar, Constantino, Antonio, Luisa, Santos y José Luis. Estamos en Herrera de Soria, uno de los veinte municipios de la provincia con menos de veinte habitantes. Con este padrón, y teniendo en cuenta la pirámide poblacional de esta tierra, ha sido fácil pasar de conformar un grupo de (casi) convivencia estable a la inmunidad de grupo. Porque en este pueblo de la comarca de Pinares, enclavado en el parque natural del Cañón del Río Lobos, el 100% de sus pobladores (que no son todos los empadronados) están vacunados frente al COVID con la pauta completa.  

Constantino, con 86 años, es el vecino de mayor edad y, por tanto, el que antes recibió las dos dosis que le escudan ante el SARS-CoV-2. Estos días está de visita su hijo José Luis, taxista en Barcelona, y su nuera Julia. También José Luis está inmunizado, ya que explica que se contagió en la segunda ola de la pandemia y con un único pinchazo ha sido suficiente para garantizar su protección. A su mujer, le falta la segunda dosis, lo mismo que a Pilar, la esposa del alcalde, que por San Fermín acudirá al centro de salud de San Leonardo de Yagüe a que le inyecten la segunda dosis de AstraZeneca. Mientras, el regidor de Herrera de Soria, Pablo Moreno (70 años), Antonio y Luisa (71 años), y  Santos (66 años) disfrutan de la codiciada salvaguarda. Comentan que el resto de los vecinos se hallan en igual situación, incluido un matrimonio septuagenario que hace más de un año cambió Madrid por Herrera de Soria para establecer su domicilio fijo, aunque esta semana la pareja tuvo que desplazarse puntualmente a la capital de España. 

Como suele decirse en el medio rural, durante todas las noches del año ‘duermen’ en el pueblo siete personas, ya que el alcalde y su mujer tienen su residencia en Casarejos, y tampoco su hijo, recién empadronado, vive en Herrera de Soria, mientras que Santos, hermano de Luisa, reparte el año entre el pueblo y Barcelona. José Luis y Julia han ido a pasar unos días, teniendo en cuenta que las restricciones y el cierre perimetral les impidió moverse hasta Soria desde las últimas vacaciones estivales.  

seguros. Aunque confiesan que han vivido con cierta tranquilidad durante este tiempo de pandemia, ajenos a la «sensación de riesgo», puntualiza Luisa, han sido muy escrupulosos con el acatamiento de las medidas. No en vano, nada más entrar en la localidad puede leerse un pequeño cartel, colocado en el olmo cubierto de hiedra, que avisa de la obligatoriedad del uso de mascarilla en el casco urbano. Explican que este recordatorio se puso el pasado verano, ya que Herrera es de esos núcleos de la Soria ‘vaciada’ que en agosto multiplica su población por treinta. «Llegamos a ser cerca de 200, con una treintena de niños, pero no hubo ninguna incidencia, todo el mundo se portó muy bien aunque se puso ese aviso por si acaso», añade Luisa, la única mujer censada y residente continua en el municipio.  

También el centro social, que poco antes del confinamiento del primer estado de alarma terminó de acondicionarse, ha estado cerrado hasta hace unas semanas, y no se han celebrado ni reuniones ni eventos que hayan supuesto peligro de contagio, como tampoco los habrá este verano, ni siquiera para la fiesta del 20 de agosto. «Nos gusta cumplir las normas», subraya Constantino, que es reticente a retirarse la mascarilla ante la cámara, aunque admiten que desde que están todos vacunados no suelen llevarla por la calle.  

Constantino vive desde hace más de dos décadas en Herrera de Soria, a partir de su jubilación como taxista en la Ciudad Condal, profesión en la que le ha relevado su hijo José Luis. Incontables son los kilómetros recorridos por este burgalés afincado en el pueblo de su mujer. Y que sigue haciendo, porque conduce su todoterreno Mercedes hasta las localidades del entorno, incluso a la capital soriana. No concibe perder la autonomía al volante, aunque es evidente que sabe adaptarse a todas las circunstancias. Prueba de ello es que, desde que la pandemia le alejó a más de 500 kilómetros de su familia, se ha aficionado a las videollamadas. Reconoce que cuando surge algún incidente, su vecina Luisa le ayuda con la tecnología.  

normalidad. Así las cosas, Herrera de Soria ya ha recuperado la normalidad, prácticamente, la cotidianidad de siempre. Al menos, en el día a día, ya que en las semanas centrales de agosto, cuando el pueblo vuelva a llenarse, seguirán cumpliendo a rajatabla las limitaciones COVID para seguir libres del contagio. 

Porque en este municipio de nueve empadronados, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), de once habitantes, tal y como aclara el alcalde cuando alude a dos recientes incorporaciones, queda mucho por hacer. Sobre todo, «insistir, insistir e insistir» en la conectividad. La cobertura es más que deficiente en buena parte del núcleo urbano, un hándicap para atraer pobladores con opción al teletrabajo. Hubo algún hijo del pueblo que el pasado verano sí recurrió a esta posibilidad, una circunstancia «puntual». «Tan pronto hay cobertura, como no. Hay que subir arriba», señala el alcalde apuntando hacia una colina, «pero eso no lo puedes hacer si llueve o en pleno invierno. Parece que hay previsión de que llegue la fibra óptica, pero no está claro. Cuando tengo una videoconferencia con la Diputación me tengo que ir a Casarejos».

Tienen pendientes varias obras, como la adecuación del antiguo lavadero y de la fuente o la sustitución del alumbrado por led. Cuesta mucho sacar adelante cada propuesta y mantener en pie un municipio de una decena de habitantes, cuyo presupuesto anual no alcanza los 50.000 euros. Por ello, el actual primer edil sostiene que, si sigue habiendo rotación en el cargo, Herrera conservará su ‘independencia’ administrativa. Pero cuando no haya relevo… «Queremos mantener el ayuntamiento propio, siempre y cuando nos sacrifiquemos todos para ocupar la Alcaldía, como se ha hecho hasta ahora. Porque esto cansa. Yo ahora estoy libre y tengo tiempo, me convencieron todos, y di el paso», argumenta el alcalde.  

en el parque natural. Conocemos el capítulo reciente de Herrera de Soria, el de la pandemia, así como la historia que ha dibujado la identidad de sus gentes, mientras paseamos por la calle y disfrutamos de unas vistas dignas de un anuncio promocional de una vida pausada, serena, en plena naturaleza. Recuerda el regidor que más de la mitad del término municipal forma parte del parque natural del Cañón del Río Lobos, que estamos a 1.000 metros de altitud y que los que se quedaron, fundamentalmente, han vivido de la agricultura y la ganadería. 

En el año 1960, el municipio llegó a tener 257 habitantes, incluidos los 60 chavales que ocupaban los pupitres de las escuelas segregadas de niñas y niños. La emigración a las grandes ciudades, en particular a Barcelona, en busca de un futuro más próspero marcó su devenir, como el de tantos y tantos pueblos sorianos. Suerte que algunos, como Constantino, retornaron cuando dieron por finalizada su vida laboral. O como Santos, que pasa largas temporadas y cuida de sus colmenas.

La densidad de población actual es de 0,35 habitantes. Podemos rebuscar decenas de inconvenientes a este contexto demográfico. Pero seguimos, no lo olvidemos, en pandemia. Y admitámoslo, miramos con cierta envidia, por supuesto sana, la inmunidad absoluta de Herrera de Soria. Calculamos las semanas que nos separan del primer pinchazo del antídoto contra el virus. Y Pablo, Pilar, Constantino, Antonio, Luisa, Santos y José Luis nos miran risueños al comprobar nuestros cálculos. Sonrisa, inevitable y merecida, que les devolvemos y que, seguro, intuyen en el entrecerrar de nuestros ojos.