Editorial

Las balas nunca tienen cabida en la lucha electoral ni en el debate político

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Al laxo control de las armas en EEUU se une su peligrosa polarización política

Estados Unidos es mirada obligada, referente nítido y faro a seguir en numerosos ámbitos económicos, científicos, industriales, formativos o sociológicos si se desea alimentar el progreso, el crecimiento y el bienestar. Pero también luce vertientes peligrosas para la estabilidad y la supervivencia de la democracia, la suya y la de los demás. Lo llevamos comprobando en los últimos años en la batalla diaria que libran los dos grandes partidos norteamericanos, demócratas y republicanos, en campos que traspasan las labores de gobierno ejecutiva y legislativa y que se instalan, se reflejan y combaten en los medios de comunicación, en los tribunales, en las calles a través de manifestaciones más o menos violentas... hasta en las series de televisión (las celebradas y premiadas The Good of Fight o Succession son solo dos ejemplos).

Como uno de los actores protagonistas de esta inestabilidad y lucha sin cuartel por el poder, no exenta de populismo, mentiras y manipulaciones, figura Donald Trump, polémico y judicializado empresario que ocupó la Casa Blanca de 2017 a 2021 y que, si no hay sorpresa mayúscula de última hora en Milwaukee, optará en noviembre a volver al Despacho Oval. Se celebra desde ayer y hasta el jueves en la capital del estado de Wisconsin la Convención Republicana. Y, si no hay cambios, tendrá otra vez como rival a Joe Biden.

Los lapsus verbales y de memoria del veterano demócrata (81 años), sin embargo, han quedado silenciados estos días por el atentado sufrido por Trump (78 años) en Pensilvania el pasado fin de semana.

Como telón de fondo de este intento de magnicidio, la polarización ya reseñada y creciente que sufre el país de las barras y las estrellas, así como la tolerante legislación sobre la tenencia de armas, recurrente y trágico debate que con demasiada frecuencia se cuela en los informativos, pero que no cala en las leyes ni en el día a día de millones de ciudadanos pese a tantos tiroteos y muertes.

Republicanos y demócratas son muy conscientes de la deriva en la que navegan; conocen el problema. También están al tanto de los riesgos reales y potenciales para la sociedad y para la democracia, pero les cuesta dar el primer paso firme para cambiar el rumbo -especialmente a los trumpistas- para pacificar las calles y los mítines, enfriar las pasiones, 'desarmar' a la ciudadanía... Temen perder votos y que los 'enemigos', cercanos o lejanos, conquisten lo que sienten como sus territorios. Pero por encima de esta realidad, de las ideas políticas, las estrategias electorales y los anhelos más o menos legítimos de cada uno, las balas nunca tienen cabida en el debate ideológico ni en la lucha electoral.

Nunca. En ningún sitio.