Los resultados de las elecciones catalanas son inapelables: el Partido Socialista de Salvador Illa ha ganado de manera clara, con ocho escaños más que en las últimas elecciones. El otro partido netamente constitucionalista, el Partido Popular, ha sido el que más ha crecido con respecto a 2021, subiendo hasta los quince escaños, quintuplicando el resultado de las elecciones anteriores, y sumando doscientos mil votos a los obtenidos en 2021. Las formaciones independentistas pierden, en principio, doce escaños (y doscientos mil votos en conjunto), incluyendo en el cómputo el ascenso de Junts y la presencia de la ultraderechista/secesionista Aliança.
Así, la única opción para que no haya repetición de elecciones sería un pacto entre socialistas, Esquerra -que se pega un batacazo, perdiendo trece escaños, sin duda un castigo a su apoyo a Pedro Sánchez- y los Comuns/Sumar, cuyos seis escaños -pierde dos- serán imprescindibles, quizá junto con algún 'préstamo', improbable, del PP . Illa sería, o más bien debería ser, salvo sorpresas, complicaciones y manejos, el nuevo molt honorable president de la Generalitat y, entonces, Puigdemont tendría -es de suponer- que cumplir su palabra y retirarse de la política, pese a que Junts ha subido, en las condiciones totalmente irregulares del 'exilio' de su jefe, cuatro escaños.
Naturalmente, todo está en el aire en estos primeros momentos tras las elecciones de este domingo en Cataluña. Por ejemplo, si efectivamente Esquerra Republicana de Catalunya apoyará a Illa como president, y a qué precio. O qué hará Junts tras esta constatación de que sus resultados no han sido precisamente una victoria arrolladora: ¿seguirá la formación de Puigdemont apoyando la permanencia de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno central? ¿Qué tipo de gobernación ofrecerá Illa, sin duda apoyado desde La Moncloa? ¿Qué será de Esquerra y de su cabeza de candidatura, Pere Aragonés, un hombre poco querido por el líder Oriol Junqueras, que le pasará seguramente factura por los malos resultados? Falta, también, el voto del exterior, sabiendo que un solo diputado puede dar o acabar con una frágil mayoría absoluta del posible, pero no seguro, tripartitito PSC-ERC-Comuns, al que en algunos momentos del recuento en la noche electoral le faltó un escaño para lograr formar el Govern 'absoluto'.
Se abren días de reflexión y negociación en torno a todas estas interrogantes. Pienso que el resultado es bastante buena noticia para Pedro Sánchez, que sin duda se atribuirá, a él y a sus recientes movidas tácticas, parte del buen resultado de Illa, que ahora me parece que importa más en La Moncloa que una hipotética, creo que improbable, retirada del apoyo al Gobierno central de los siete diputados de Junts en el Congreso. "Ya lo veremos en su momento", es lo que dicen medios monclovitas, aplazando lo que puede ser un problema.
Y pienso también que el resultado catalán es una buena noticia, en general, para los españoles, al margen de que signifique un espaldarazo indirecto a Pedro Sánchez. Illa es, aunque algunos sectores quieran negarlo, un claro constitucionalista, un hombre moderado, quizá triste, pero pienso que bastante sólido: no se dejará gobernar por Esquerra ni por las exigencias del independentismo, aunque sí pueda estar quizá excesivamente influido por La Moncloa, que es algo que también veremos... o no. Como todo lo demás, depende. ¿De qué depende? Prestemos atención, que una negociación dura, implacable, seguramente bastante opaca, empieza este mismo lunes. Quizá ya empezó anoche.