El primero de LaLiga le dijo al segundo que «hasta aquí». Por activa y por pasiva. En todos los idiomas posibles de las 13 nacionalidades que había el pasado sábado entre césped y banquillos. Por la izquierda y por la derecha, en transición, en estático, en exhibición individual y colectiva. «Hasta aquí», Avenida de Concha Espina 1, llegaron las aspiraciones de título del Girona y de muchos aficionados deseosos de contemplar un 'milagro'. El Real Madrid se puso en 'modo campeón' y, cuando eso sucede, la historia ha dejado claro que es un bloque de cemento armado, robusto como pocos, el mejor competidor de todos los tiempos: cuanta mayor es la entidad del duelo, menores las posibilidades de sorprenderles. Era el 'Día D' y nadie los entiende mejor que ellos.
Honor
El Girona cuajó el peor duelo del curso. «Algo tiene Nadal -decía Juan Martín del Potro- que todos jugamos nuestro peor partido contra él». Mérito merengue o demérito catalán, ahora a Míchel le toca recoger los trozos rotos de un sueño y volver a pegarlos como sea para mantener al equipo agarrado a la clasificación lo más arriba posible. El 'mal de altura' que sufrió en el Bernabéu puede derivar en vértigos recurrentes. «A ver si no éramos tan buenos». Y de repente, la depresión. Y las derrotas que al principio de la temporada eran lógicas pero ahora nadie esperaba. De momento, el próximo lunes visitan San Mamés y una nueva derrota (el Barcelona, a pesar de un nuevo fiasco, se ha puesto a cinco) seguiría haciendo agujeros en el magnífico globo de Míchel.
Desastre
Es imposible distinguir un solo rasgo defensivo del Barça campeón en el Barça actual, capaz de encajar tres goles y ceder un empate ante un equipo que solo había sacado un punto a domicilio en toda la temporada. Ni Ter Stegen arregla el desaguisado. Solo un niño de 16 años, Lamine Yamal, mantiene el tipo de un proyecto que se derrumba poco a poco… sobre sus propias ruinas.