Las noches de verano del Coliseo

Miguel Salvatierra (EFE)
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El colosal anfiteatro romano acoge al caer el sol paseos arqueológicos con tan solo 25 personas que ofrecen al visitante lo que sentía un gladiador en la arena y el público en la grada

Las noches de verano del Coliseo - Foto: Daniel Cáceres

 El Coliseo de Roma, escenario de los violentos combates de gladiadores y otros espectáculos de la sociedad romana, vuelve a desatar pasiones, esta vez a la  luz de la luna: paseos arqueológicos, grandes clásicos del cine y debates literarios se ofrecen a paseantes, turistas y curiosos en las calurosas noches del verano romano.

«En la noche, en la oscuridad, el Coliseo sugiere visiones muy particulares a los visitantes», asegura Alfonsina Russo, directora del Parque Arqueológico de uno de los monumentos más visitados de la Ciudad Eterna, por el que pasan cada día decenas de miles de personas.

En el interior del anfiteatro Flavio, el mayor del mundo, y mientras el sol se esconde tras las lomas del Monte Palatino, Russo no tiene dudas: «Es mejor ver el Coliseo a la luz de la luna».

Cuando llega el verano, el mayor símbolo de Roma, inaugurado en el 80 d.C., abre sus puertas también en horario nocturno, con visitas guiadas para mostrar todos sus entresijos desde una perspectiva doble: la de los gladiadores, desde la arena, y la del público, en las gradas.

Lo reducido de estas visitas, con grupos de no más de 25 personas, permite a los visitantes disfrutar de este colosal anfiteatro prácticamente vacío, al contrario que durante el día, cuando rebosa turistas, lo que crea al anochecer un ambiente idílico para sumergirse en la historia del recinto.

Partiendo del punto de vista del público de la Antigua Roma que acudía a ver los espectáculos, la visita se inicia en el interior del Coliseo, para que después los visitantes se pongan en la piel de los gladiadores desde la reconstrucción del foso, el óvalo central donde se desarrollaban los combates.

«Y luego descienden a los subterráneos, que representaban el corazón del anfiteatro, donde se realizaban todas las actividades preparatorias», señala Russo sobre un enorme laberinto de túneles y elevadores desde el que se subían al ruedo animales, estructuras y objetos de todo tipo, hasta barcos.

a los pies del Palatino. Al caer la noche, a los pies del Monte Palatino, el Coliseo se convierte en un gran cine al aire libre, con una pantalla gigante en el templo de Venus, una enorme explanada delimitada por las columnas del que fue el mayor santuario de la Antigua Roma.      

Con gran popularidad entre romanos y ante la sorpresa de los turistas, embobados por la espectacularidad que rodea la proyección, unas 15.000 personas lo visitan de media.

Se trata del programa Quo Vadis, lanzado por los responsables del Foro y la Cineteca Nacional, que incluye grandes filmes en los que Roma está muy presente.

Pero el cine al aire libre en verano no solo tiene lugar junto al Foro Romano: barrios como el Trastevere o el parque del Monte Ciocci, una de las atalayas con mejores vistas sobre la capital de Italia, acogen desde hace una década la iniciativa Cinema in piazza (Cine en la plaza).

Pero aún hay más y, durante el verano, el séptimo arte se abrirá paso por otros muchos puntos de esta ciudad cuya imagen moderna se forjó al calor de las grandes producciones de sus Estudios de Cinecittá, la Hollywood del Tíber en los años dorados del pasado siglo.

Hasta primeros de agosto, el proyector también se enciende en el impresionante Parque de los Acueductos, hilvanado por los restos de seis de los 11 canales que proporcionaban el agua a Roma, mostrando clásicos restaurados cada noche a unas mil personas, y gratis.

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