Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Quod natura

29/02/2024

El sincretismo cultural y la grandeza de su legado, caracterizan a España en el resto del mundo. Salamanca, una de mis debilidades, es precisamente la ciudad que, a través de su Universidad, habilita todo ello. Popularmente, la institución se considera la «quintaesencia» del saber. El «venceréis pero no convenceréis» de Unamuno, pronunciado en su Paraninfo por el rector, se erige como el más sonoro alegato contra la arbitrariedad intelectual.
Ahora, al amparo del borroso ideario del «MAGA», Santiago Abascal, de Vox, acaba de incluirla en un elenco de universidades que, a su parecer, son máquinas de «censura, coacción y antisemitismo». Las otras que cita son Bolonia y Harvard, una excelente elección. Considerando aquel aserto refranero según el cual «a quien no le duele, no le ofende», hay que mirar bien la bajamar de esta marea para darse cuenta de que el señor Abascal acaba de hacerle un enorme favor a la institución salmantina. Y no ya sólo por el repertorio de afectos vendimiados sino, sobre todo, por la divergencia. Si todo lo que hay que achacarle a la Universidad de Salamanca es eso, en compañía de las de Boston y Bolonia, es que la institución es justo lo contrario de lo que se intenta decir.
La Universidad es uno de los motores de la vida de la provincia: más de la mitad de sus alumnos vienen de fuera de la región y más de la mitad de los estudiantes de doctorado llegan de otros países. Un total de 48 investigadores de la Universidad y sus centros vinculados se incluyen entre los científicos más citados del mundo, según la última edición del 'Ranking of the World Scientists'. Acaba de constituir una comisión para el Quinto Centenario de la Escuela de Salamanca (Domingo de Soto, Francisco de Vitoria). Y un largo etcétera.
No me esperaba esta polémica prodigiosa, pero es de agradecer porque me ha permitido repasar la grandeza de ésa Universidad y ratificar mi reverencia por el milagro prodigioso de tesoro llamado Salamanca. Pero en fin… «Quod natura non dat, Salmantica non præstat», esculpido en piedra de Villamayor.