En el pasado Campeonato de España Juvenil de Pelota a Mano, se dio un hecho inusual. De los cuatro representantes de Castilla y León, tres era de Covaleda. Los tres pertenecían al Club Pelota Urbión, la única entidad deportiva de la comunidad que compite en la máxima categoría de este deporte y que, por cierto, ha logrado ya la permanencia por segunda temporada consecutiva.
Adrián Cubilla, Miguel Ángel Huerta y Joel Escribano, son ahora el futuro para que presente de este deporte en Pinares no se convierta en pasado. Aquí se nace con una pelota bajo el brazo, y si por alguna razón alguien no prueba este deporte, ya se encarga un abuelo, un familiar o un amigo. Desde que tienen memoria han convivido con uno de los deportes con más arraigo de España, unas raíces que ellos se encargan ahora de regar en el ‘frontón viejo’ de su pueblo, al que iban de niños a ver a los mayores, al que ahora visitan para que todos sigan su ejemplo, para que la pelota siga siendo el orgullo de Pinares.
De abuelos. Comencemos con el más joven. Adrián Cubilla cuenta con 16 años y lleva toda su vida jugando a la pelota a mano, «fue cosa de mi abuelo», reconoce, «él me introdujo en esto». Tenía tan solo cuatro años, «es algo que no se puede explicar, lo llevas en la sangre, ves que todo el mundo lo practica e irremediablemente te enganchas».
Para este jugador va más allá de un deporte, «te sientes identificado con todo, con el frontón al lado de casa, con tus amigos, tu pueblo». Un sentimiento que le hace tener claro lo importante que es para la zona, «ahora el club ha conseguido crear una escuela y los niños al menos intentar jugar a la pelota».
Su sueño pasa por quedarse en Covaleda, por intentar ser lo que veía y admiraba hace años, «aquí vienen los mejores pelotaris del país a jugar con nuestro equipo, ojalá dentro de poco pueda ser yo el que represente al equipo para seguir llevando el nombre de Pinares por los mejores lugares de España».
De padres. El amor de Miguel Ángel Huerta por la pelota a mano va más allá de lo que puede recordar, «toda mi familia lleva jugando de generación en generación y en mi caso fue gracias a mi padre». Este joven de 17 años acompañaba a su progenitor cada fin de semana, «él jugaba en Quintanar de la Sierra y yo quería jugar también».
Fue en la escuela del club donde comprendió que podía dedicarse más en serio a este deporte, «se inició en 2011 y en esos primeros meses todos los chicos de los pueblos de alrededor se apuntaron». Algunos se fueron pero los que se quedaron se dedicaron por completo a la pelota, «gracias a los mayores, a los entrenadores y a su compromiso con nosotros, hemos mejorado mucho este tiempo, ahora somos mejores jugadores».
Cuando Huerta ganó su primer partido en La Rioja, vio que todo era posible, «cuando vences en esos lugares te das cuenta de que vales para competir con cualquiera». Este zaguero está a un paso de poder dar el salto a la máxima categoría, «creo que tengo nivel para ello». Así opinan los que saben en la zona.
De amigos. Joel Escribano era como cualquier otro chaval de la zona de Covaleda que buscaba un deporte que practicar, «lo normal, vas probando un poco de todo y aquí la pelota es obligatoria». Cuenta con 17 años y todavía recuerda juntarse en la plaza del pueblo en fiestas para ver partidos, «primero asistíamos al torneo y después nos íbamos al otro frontón a ver los partidos de nivel».
Aunque su padre fue el que le inculcó la importancia de este deporte fueron todos sus amigos los que le hicieron dar el paso y probar, «empecé a los siete años, ibas con todos tus amigos, jugabas y te divertías», recuerda, «era la mejor parte del día y prácticamente todos querían jugar».
Escribano es el jugador tipo, «soy zaguero y me gusta pegarle duro a la pelota». Tiene ese carácter de preocuparse del bien común en el partido y en la zona, «jugar así no puedes hacerlo en la ciudad y queremos que esto siga». También él busca evolucionar, «sería un honor jugar en el primer equipo». Tiempo al tiempo.