En nuestra memoria colectiva está la coreadísima "1 de enero, 2 de febrero…7 de julio, San Fermín… a Pamplona…", animando a la participación y a la fiesta a todas aquellas personas que se reconozcan en un evento masivo de esta naturaleza, mezcla de pasión colectiva, encuentros felices y otros que no lo son tanto. Pero que ya desde hace décadas ha trascendido las fronteras de este país.
Es mucho más reciente, esto sí, escuchar a las autoridades pamplonesas exigir que "El que venga, que venga con respeto", en referencia a las agresiones sexuales contra las mujeres que se producen en el período. Sin entrar ahora en el calado una frase poco afortunada, porque pareciera entenderse que el respeto está conseguido entre quienes forman parte de la habitual sociedad pamplonica, sí es destacable que esta apelación aparezca en la prensa local y nacional (El País, 9 de julio).
Y esta toma de conciencia frente a las agresiones machistas, con su origen en el antes y el después del conocido caso de La Manada que movilizó a las mujeres de forma masiva, esta vez es en respuesta a la información recabada por los cuerpos policiales en el primer fin de semana fiestero: once denuncias por agresiones sexuales contra las mujeres, y once varones detenidos, de las que seis son de alta intensidad. La respuesta de las peñas ha sido salir en silencio de la plaza de toros como denuncia. Todas han participado, excepto una, la Mutilzarra (de la que no vamos a ni siquiera intentar explicar las "razones" para no participar).
La contundencia del Movimiento Feminista de Pamplona, en boca de una de sus representantes, Iratxe Álvarez: "Inaceptables las actitudes y comportamientos que algunos hombres tienen hacia las mujeres. Tocamientos, acoso, violaciones, insultos…Estamos hartas", así como de la Presidenta de Navarra, María Chivite, es necesaria para frenar la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas.
Porque bien sabemos que los insultos y las vejaciones, la denominada violencia verbal, no actúa sola, sino que frecuentemente deriva en violencia física: acoso, tocamientos, violaciones -frecuentemente grupales- y, también, en demasiados casos, detectados por el sistema o no, en asesinatos machistas (véase la Macroencuesta de la Violencia contra la Mujer de 2019).
Como también sabemos, de acuerdo con datos del Ministerio del Interior, que el verano es una época de particular riesgo para las mujeres. Así lo hemos empezado, asesinadas a manos de sus parejas o exparejas del 28 de junio al 7 de julio: Laura, de 20 años, y su madre, que no volverán a las Fiestas Patronales de su localidad, Zafarraya (Granada), ni en Málaga, tampoco a las suyas de Antequera, la mujer de 50 años encontrada estrangulada por su marido y arrojada a una cuneta, ni a las de Fuengirola, en honor de la Virgen del Carmen, asistirá Petri, de 76 años y con movilidad reducida, estrangulada también por su marido, ni en Villena, Alicante, volverá a las Fiestas de Moros y Cristianos, Rosi, de 67 años, asesinada por José María, su marido. Y tampoco celebrará nada Amal, de 30 años, asesinada junto a sus hijos de 8 y 3 años, por su exmarido y padre de las criaturas. Con la particularidad, si se nos permite recordarlo, de que Amal sí estaba incluida en el sistema VioGén y con orden de protección en vigor contra su asesino.