La rebelión del campo soriano

Nuria Zaragoza
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El campo soriano se desangra: en los últimos 25 años pierde la mitad de sus profesionales

La rebelión del campo soriano - Foto: E.G.M

El campo soriano ha estallado. Los agricultores y ganaderos sorianos se han unido esta semana a la ola de movilizaciones que se extiende por Europa y, convocados de forma independiente, han iniciado un programa de actos reivindicativos que promete no tener tregua. A la tractorada histórica del martes (convocada oficialmente y desarrollada sin incidentes graves), han seguido otras actuaciones 'espontáneas', con cortes de carretera sin preaviso, circulaciones lentas por vías comarcales y nacionales, y una marcha de chalecos amarillos para hacer llegar al subdelegado del Gobierno en Soria, Miguel Latorre, sus reivindicaciones. Los agricultores están al límite, y prometen seguir en la brecha para luchar por su futuro. 

Sus reivindicaciones son prácticamente las mismas que las que han encolerizado a sus colegas alemanes, franceses, belgas e italianos. Protestan por la crisis del sector y por las políticas agrarias que impone Europa, que «son una amenaza» para las labores que durante siglos han dado de comer a miles de familias del medio rural. Denuncian la competencia desleal de terceros países, y exigen flexibilización y simplificación de la actual PAC. Demandan un plan de choque con soluciones inmediatas y, en definitiva, poder vivir de su trabajo.

Motivos no les faltan, y los números les avalan. Porque en las explotaciones hace tiempo que no salen las cuentas, y las consecuencias son ya evidentes:el campo soriano ha perdido en los últimos 25 años la mitad sus trabajadores. En concreto, la merma de beneficios ha sacado del sector a más de 1.500 profesionales. Y la situación amenaza con ir «a peor» ya que no hay relevo generacional para un negocio en números rojos.  

El empleo agrícola se destruye, y eso a pesar de que cada vez los profesionales trabajan más terreno para dimensionar y rentabilizar sus explotaciones. De hecho, la tierra de labor ha crecido un 6% en las últimas dos décadas. En la ganadería la situación aún es más crítica. Salvo el porcino y el bovino, todas las cabañas siguen una clara tendencia a la baja. En concreto, hay un 18% menos cabezas de ovino que hace cinco años.

movilización 2.0. Ante esta situación, los profesionales sorianos han decidido dar un paso al frente y unirse en bloque para hacerse oír. De forma independiente, sin el respaldo ni de organizaciones agrarias ni de partidos políticos ni de plataformas agrarias de ningún tipo,  coordinados a través de grupos de WhatsApp, han logrado aunar a cerca de 1.500 profesionales que, estructurados en tres zonas (Soria, Almazán y la Ribera), se organizan cada día para sacar su protesta a la calle por toda la provincia. 

Desde El Día de Soria hemos querido conocer el 'germen' de esta movilización y poner cara a sus reivindicaciones, a las situaciones reales que viven día a día. Jesús García, Miguel Ángel Aguilera, Daniel Lafuente y Pablo Borque [en la foto, de izquierda a derecha] son parte del núcleo duro que inició esta movilización independiente. Han conseguido algo histórico, la unión prácticamente total del sector y, ahora, cumplido con «éxito» el objetivo de una tractorada masiva, es el momento de dar un paso atrás de la primera línea, pero no de la lucha. Se 'retiran' de las labores de coordinación, entre otras cosas, porque todos los preparativos han supuesto días de trabajo silencioso y desinteresado, que han robado a sus negocios.

«Las explotaciones agrarias están al borde de la ruina, hemos llegado al punto de no rentabilidad y prácticamente estamos trabajando a pérdidas. Estábamos viendo que se estaban movilizando en Europa, que había ya tractoradas en España, y que aquí las OPAs estaban paradas, así que decidimos crear un grupo de WhatsApp, con la sorpresa de que en 24 horas éramos ya 700, y en 48 pasamos de ser 1.000, y ahora estamos en más de 1.500. Nos hemos vistos abocados a movernos», explica Miguel Ángel Aguilera sobre el origen del movimiento. Él tiene su explotación en Alcoba de la Torre, en el campo de San Esteban de Gormaz, y hace las cuentas rápido para explicar de lo que estamos hablamos: «Una tonelada de abono vale 600 euros y una de trigo, 225. ¿Cuántas toneladas de trigo hacen falta para cubrir solo los fertilizantes? Como mínimo, dos o 2,5. Fíjate el margen que tenemos para cubrir los demás gastos de combustible, fitosanitarios, rentas… cuando una producción en Soria, en la comarca de El Burgo, en una media de diez años, nos podemos quedar en 3.000 kilos. Las cuentas son fáciles: tenemos más gastos que ingresos, esa es la realidad», resume. 

Recuerda que en Soria la mayoría es agricultura de secano y se pregunta «¿qué hacemos?, ¿la seguimos arrinconando a pérdidas hasta que se abandone?». «Nos dicen que no nos preocupemos por abandonar porque nos mandan a las eléctricas, pero no nos compran el terreno, sino que lo arrendan, porque saben que en unos años eso va a ser material tóxico y nos vamos a tener que retirar. Igual es hora de pensar todo esto y ver el trasfondo», invita Aguilera, lanzando un mensaje a la sociedad y cuestionando el futuro que quiere para el sector primario, para sus pueblos pero, también, para su alimentación. «Igual queremos comer filetes creados con impresoras 3D», se pregunta.

Jesús García tiene su explotación agrícola, junto con sus hermanos, en el campo de Buitrago y en la zona de Tierras Altas y, al listado de problemáticas relatado por Aguilera, añade: «La Agenda 2030, que impone unas exigencias inviables de cumplir; la imposibilidad de competir con otros países con los que España llega a acuerdos y a los que se les permite importar productos con unas exigencias muchísimo menores que las que debemos cumplir nosotros; y la excesiva carga burocrática». En su caso, apunta, para una explotación de unas 400 hectáreas deben dedicar más de ocho horas semanales frente al ordenador, un tiempo «muy duro después de estar doce horas montado en un tractor». «Antes se podía dedicar un 10% del trabajo al papeleo, ahora ha subido mucho y, cuando lleguemos al 2030, será el 40%», aventura. La burocracia es un lastre pero, «si no se hace ese trabajo de oficina, no se cobran las ayudas». Y, sin ayudas, el sector «es inviable», asume García.

Vivir sin apoyo económico es hoy en día una utopía, pero acceder a las ayudas es un caramelo 'envenenado', ya que las condiciones que les exigen son cada vez más «imposibles de cumplir». Y no solo por la tramitación aludida, sino porque las decisiones que se toman desde los despachos (en muchas ocasiones) se alejan de lo que se puede -y se debe- hacer sobre el terreno. «Ahora mismo, con la nueva PAC, tenemos infinidad de condicionantes en cuanto a ecorregímenes, cómo debemos sembrar, la siembra directa, planes de rotación, biodiversidad… y, al final, esto se está convirtiendo es la ruina del sector. Porque nos están obligando a cumplir unos requisitos para cobrar esas ayudas que, aún cobrándolas, seguimos a pérdidas porque no cubren las necesidades del sector; pero es que además son planteamientos para el fracaso de la agricultura y la ganadería», explica Pablo Borque, agricultor del campo de Gómara (Aldealafuente). «No se puede imponer una ley, ya no hablo a nivel europeo, sino a nivel estatal, porque cada zona es diferente», añade García. Y, en esta misma línea, Daniel Lafuente, agricultor de la zona de Tardesillas, apunta:«La Agenda 2030 es inviable, no podemos acatar todas las normas que nos están metiendo, es imposible. Y, si no acatas todas, vamos a tener sanciones».

No piden ir contra los tiempos, sino «coherencia». «Por supuesto que hay que ir a contaminar menos y ser más respetuosos con el medio ambiente, pero tenemos que plantearlos también algo, ¿qué queremos? ¿sobrevivir o morir?», sentencia García, cuestionando otras prácticas consideradas «verdes» que producen un daño al campo «mucho mayor». «A los agricultores se nos pone pegas hasta para limpiar una acequia», denuncia. «Hay que llegar a un punto medio». 

A todo esto, Lafuente suma que «Europa está comprando productos a terceros países más baratos. Pero, si nosotros hacemos un producto de mejor calidad, no podemos llegar a los kilos. Eso habrá que pagarlo».

El futuro es tan incierto que, admiten, no quieren ese mañana para sus hijos. «Nosotros somos tres hermanos y tenemos seis hijos. De momento, los cuatro mayores ya están fuera del sector, y de Soria», señala García. «O cambia la situación o la agricultura está muerta y, cuando muera, nos arrepentiremos; pero no habrá marcha atrás», añade Aguilera.

El punto de vista positivo lo pone el más joven. Borque confía en que «todo esto al final llegue a buen cauce y la Administración tome las medidas oportunas porque hay que apostar por el sector primario, porque somos el principal motor de España y, si nosotros paramos, se para todo».