La Unión Europea apostó fuerte por el coche eléctrico y con unos plazos que han resultado imposibles se dictaron órdenes y se pusieron objetivos. El gobierno de Pedro Sánchez, por ejemplo, se comprometió a que el parque automovilístico contara con 5,5 millones de coches eléctricos en 2030. De Europa llegó la Euro-7 para limitar de forma más estricta las emisiones de gases contaminantes de los vehículos de combustión tanto en las pruebas como en la conducción real. Finalmente, se acordó por los 27 que estas obligaciones entrarían en vigor en 2027 para turismos y furgonetas.
Sin embargo, la realidad, el mercado, las necesidades de los ciudadanos, el empobrecimiento general y la burocracia han estropeado la bonita historia que habían preparado desde los despachos y el coche eléctrico no tira. En España hoy apenas circulan medio millón de coches eléctricos y tanto Ford como Mercedes ya han anunciado retrasos en sus planes de producción de coches eléctricos.
España es el segundo productor de coches del mundo y cuenta con una industria auxiliar de una calidad reconocida mundialmente. La aportación al PIB del sector del automóvil es muy importante, superior al 10% y da empleo a casi 2,5 millones de trabajadores. Hay 35 millones de coches circulando y la antigüedad del parque ha avanzado hasta los 14,5 años. La segunda mano está en auge a pesar de la subida de los precios. De hecho, lejos de aumentar las ventas de eléctricos, se ha registrado una caída del 4,5%, según los últimos datos publicados por la patronal del sector. Las causas son varias, desde la dificultad de acceder a las ayudas, los precios o la lentitud en la instalación de puntos de recarga. Y no es algo español ni siquiera europeo. Una información publicada por "Economía Digital" apunta que la consultora Roland Berger ha constatado la marcha atrás de la electrificación del sector como tendencia mundial.
La Comisión Europea ya tuvo que echar marcha atrás y ampliar los plazos para cumplir con la comentada Euro 7 y aún así veremos cómo evoluciona un sector tan importante para Europa y que ve cómo las exigencias a nuestras marcas son muy estrictas en todo el proceso, mientras comienzan a llegar coches fabricados en China que en ningún caso cumplen en igualdad de condiciones. Veremos si a la vista de la realidad, de las millonarias inversiones y las espectaculares cifras de empleo, se toma alguna medida más realista que no haga daño a la industria y también en este caso perdamos otra seña de identidad europea.