De alumnos a profesores

Sonia Almoguera
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Cinco jóvenes que estudiaron en Escolapios desde Infantil a Bachilerato ahora son profesores en este centro educativo y trabajan con algunos de los que fueron sus maestros y tutores

De alumnos a profesores - Foto: E.G.M Eugenio Gutiérrez Martínez

Tras su último examen, dejaron el Colegio Nuestra Señora del Pilar (Escolapios) sin adivinar entonces que tendrían que volver a recorrer sus pasillos y dar clase en las mismas aulas... pero esta vez, no como alumnos, sino como profesores. María Miguel (tutora de Tercero de Infantil), Víctor López (coordinador pedagógico?, profesor de Inglés y de Educación Física), Silvia Rodríguez (Inglés), Silvia Borque (Inglés, Francés y coordinadora del Bachillerato Dual), Marcos Llorente (Física y Química) y Nacho Pérez (coordinador de Bachillerato y profesor de Matemáticas) son ahora los compañeros de algunos de los que fueron sus maestros, felices de poder seguir aprendiendo «día a día» de ellos pero, sobre todo, de trabajar en el lugar en el tantos bonitos recuerdos de la infancia y la adolescencia atesoran. «La nostalgia», comenta con una gran sonrisa Víctor López, se cuela cada día, inevitablemente, cuando recorren unas instalaciones que, aún siendo las mismas, son «diferentes». 

Porque, puntualiza Silvia Rodríguez, que trabaja en Escolapios desde el presente curso académico, «hay nuevas metodologías totalmente innovadoras» y unos recursos tecnológicos que ellos no conocieron mientras eran alumnos del centro educativo. Todos se acuerdan aún del antiguo Colegio Escolapios de la calle Mosquera de Barnuevo (los azulejos blancos, el patio de asfalto, las taquillas...) en el que comenzaron su educación a los tres años de edad. En Cuarto y Quinto de Primaria, lo recuerdan aún como si fuera ayer, llegó el traslado al actual edificio de la calle Frentes. «El suelo resbalaba de lo nuevo que estaba», rememora con una gran sonrisa Víctor. La tarde en la que desembalaron con mucha ilusión el nuevo mobiliario escolar, la sigue teniendo muy presente en su memoria Silvia Borque, . 

Para ella, éste es su cuarto curso académico en el centro y aún se acuerda del respeto con el que se dirigía a sus antiguos docentes y tutores, hoy compañeros de claustro. «El profesor es la figura a la que respetas y para mí tenían aún ese aura de la autoridad», comenta pizpireta. Estar del 'otro lado' del pupitre le hizo descubrir, eso sí, aspectos de éstos en los que nunca había reparado, «porque no tienes un recuerdo muy formado de su personalidad», hasta acabar reconociendo: «Oye, pero qué majos son». 

Aunque si hay una cosa que les ha sorprendido a todos al pasar al 'backstage' de los docentes es ese arduo trabajo previo de preparación de las clases de sus antiguos profesores que nunca imaginaron. «Como Manolo Olave, que venía dos horas antes de las clases para planificarlas», apunta Víctor López. «Ves ahora las curradas que se metían y nosotros, a esas edades, nos lo tomábamos un poco por el pito de un sereno [ríe]. Nuestros profesores han trabajado un montón para que nosotros aprendiéramos», reconoce Silvia Rodríguez. Ahora ellos hacen lo mismo. «Lo que más ilusión hace es compartir y trabajar con nuestros profesores. Es un lujo», asegura Víctor López.

También ahora han entendido algo de lo que no eran conscientes en su día, esa importante labor, más allá de explicar las lecciones y los conceptos, que trasciende lo educativo, de preocuparse por los posibles problemas de los alumnos en su evolución como personas. En esa experiencia, en «ese buen ojo» para detectar, apunta Silvia Borque, suelen buscar de sus veteranos colegas de claustro el consejo y el apoyo. «Nos ayudan mucho en ese sentido», declara. Lo bueno de haber sido alumno y ahora docente en el mismo colegio, comenta María Miguel, es que «sabes a quién preguntar». «Es una suerte a día de hoy estar con profesores que han sido ejemplos para ti», agrega Víctor López. La seguridad que les da trabajar con los que fueron sus maestros hace «que te sientas más acogido», subraya.

«¿Nosotros éramos así?». El cariño y la admiración son mutuos. También sus antiguos docentes sienten por ellos «orgullo». A los que fueron sus alumnos y ahora compañeros de claustro nunca deja de sorprenderles su memoria, que abarca varias generaciones de estudiantes. «Una profesora sabe la nota que saqué en la EBAU y no me acuerdo ni yo», comenta con sentido del humor Silvia Borque. También recuerdan a sus hermanos y un montón de anécdotas forjadas en los días de clase o en excursiones. 

Ahora que está 'al otro lado' y ha llegado a desesperarse alguna vez con sus alumnos adolescentes ha sido inevitable que Silvia Borque preguntara a sus antiguos profesores: «¿Nosotros también éramos como éstos?». «Ellos dicen: 'bueno, bueno...'. ¡Qué malos son los 15 años!», concluye entre risas. Este grupo de jóvenes profesores son la demostración más fehaciente del lema del Colegio Escolapios: «Crecemos juntos». Y no sólo por haber estudiado de Infantil hasta Bachillerato, de los tres a los 18 años de edad. «Es que somos una familia», indica Marcos Llorente. «De ellos seguimos aprendiendo y nosotros también les ayudamos en todo lo que podemos, como en las nuevas tecnologías», añade. «La confianza que han depositado en nosotros es muy grande y se agradece», asevera Víctor López, que antes que en Escolapios, trabajó como profesor en centros educativos de Estados Unidos y Dublín (Irlanda). Volver a sus aulas, ahora como docentes, lo entienden también como «una oportunidad de devolver todo lo que hemos recibido como alumnos», argumenta Marcos Llorente, que desde este mes de enero sustituye al mítico Manuel Olave, ya jubilado. Para Llorente, que está graduado en Ingeniería Biomédica y que durante cinco años impartió clase en la Universidad de Navarra, donde también llevó a cabo proyectos de investigación en laboratorio, más que un 'déjà vu', volver a Escolapios ha supuesto cumplir su sueño de regresar para vivir en Soria y seguir aprendiendo de los que han sido «tus profesores de toda la vida». María Miguel, en cambio, siempre tuvo claro que quería estudiar y trabajar en Soria y considera «un lujo» residir a sólo cinco minutos del colegio que la ha forjado como persona. Que el centro educativo en el que estudiaron les haya brindado esta oportunidad laboral es algo que no saben cómo agradecer. Para el centro es también una forma de aprovechar todo el talento salido de sus aulas. María Miguel, éste es su segundo curso en Escolapios y asegura que el hecho de haber sido antes estudiante del colegio facilitó mucho la adaptación. «Nos han inculcado desde pequeños y compartimos los valores del compañerismo, el respeto a los demás y la solidaridad», insiste. 

Además, comentan con sentido del humor, se han convertido en un canal que mantiene viva la comunicación entre sus antiguos profesores y los que fueron sus compañeros de pupitre. «Mis amigos me preguntan por los profes», señala María Miguel. «Y a ellos también les contamos cómo les van las cosas a nuestros amigos y antiguos compañeros y les enseñamos fotos», comenta Silvia Borque. 

«daría lo que fuera». Esa nostalgia por los tiempos en los que eran alumnos a la que aludía al principio Víctor López la disfrutan también muchos de los que compartieron con ellos pupitres y vivencias. «Muchos amigos me dicen: 'Lo que daría por una hora volviendo todos a clase'», señala Silvia Rodríguez. Con la celebración de citas tan icónicas como el Festival de Navidad, San José Calasancio o la tuna, no pueden evitar mandar fotos a sus antiguos compañeros para recordar estos eventos que tanto marcaron sus vida. 

Este grupo de jóvenes que ha contribuido a seguir rejuveneciendo el claustro de profesores del Colegio Escolapios lo viven, con agradecimiento. Lo mejor, aseguran, es que, como cuando eran estudiantes, «todos los días aprendemos cosas nuevas. Es enriquecedor», recalca Silvia Borque.