Aprovechando el marco incomparable de la Alhambra de Granada y rodeado de los principales dignatarios europeos, Pedro Sánchez se ha atrevido, por fin, a mencionar la palabra amnistía. Como es de suponer no ha sido un gesto improvisado ni una frase que se escape sin querer.
El principal objetivo de Moncloa y Ferraz, en estos momentos, es tratar de convencer a la ciudadanía y, sobre todo a sus votantes a los que nada de esto se mencionó en campaña, de las virtudes de esta medida de gracia que destacados juristas siguen calificando de inconstitucional.
Para ello, se ha diseñado una estrategia de comunicación que requiere su tiempo y que es la causa, más que las dificultades con los independentistas, del retraso en convocar la sesión de investidura. Resulta chocante que, tras su reunión en Moncloa con Yolanda Díaz, líder de Sumar y a la sazón su vicepresidenta del Gobierno, Pedro Sánchez aceptara que se precisa un mes para llegar a un acuerdo y renovar el Gobierno de coalición.
Y más curioso aún que, días después, los socios de Sánchez vendan su apoyo a una propuesta de amnistía que respeta punto por punto las exigencias de Puigdemont, pero incluyendo en el paquete la amnistía a los policías condenados por reprimir el "derecho a voto" en el referéndum ilegal. Aún más, Sumar pretende que la amnistía llegue hasta los actos cometidos en 2013. Si se van un poco más lejos en el tiempo consiguen amnistiar también a Pujol y su familia de todas las acusaciones de apropiación de dinero público...
Así que Sumar asume el coste y el PSOE gana tiempo y hace pedagogía.
Prueba de ello es que Sánchez, en Granada, y arropado a cada lado por los presidentes Michel y Von der Leyen, se atrevió a pronunciar, por primera vez, la palabra vetada. Eso sí, añadiendo la coletilla de su utilidad para "superar las consecuencias judiciales del procés".
No se sintió concernido por la propuesta de Yolanda Díaz y tampoco contestó a sí enviará un emisario para reunirse en Waterloo con Puigdemont. Pero, mientras tanto, se ha sabido que el infatigable ministro Bolaños se ha reunido ya con el número dos de Junts.
Mientras, también, PP y Vox envían a sus líderes a la manifestación de Barcelona, convocada por la Societat Civil Catalana contra la amnistía y la autodeterminación. Es previsible que Feijóo intente separarse lo más posible, incluso calles por medio, de Abascal, para no repetir la imagen de la Plaza de Colon en Madrid.
El líder de Vox, metido en una reorganización de la cúpula de su partido, que pretende apartar a los "tenues" y dar mayor poder aún a Buxadé, representante del ala más ultraderechista de la formación, no es un buen compañero de viaje. Y eso lo saben Feijoó y los convocantes de la marcha.
Una vez más, cada uno a sus intereses.