El mensaje de Navidad del rey Felipe VI es su discurso más personal de todos los que pronuncia en el año, pero no por ello deja de estar visado por La Moncloa, de tal forma que buscar en sus palabras alguna crítica exacerbada a las políticas del Gobierno es un ejercicio voluntarista. El discurso del rey tiene los detractores habituales en los partidos nacionalistas e independentistas de alma republicana y que minusvaloran la figura de Felipe VI a la menor ocasión para los cuales la cita de Navidad con los ciudadanos es perfectamente prescindible. En esta ocasión el rey no se ha detenido en los problemas reales de los ciudadanos, a los que ha aludido de refilón, para centrarse en la defensa de la Constitución y de la idea de España. Pero cuando lo ha hecho en otros mensajes navideños ha debido ver con frustración como gobierno y oposición hacían caso omiso de sus preocupaciones y recomendaciones, también con encaje constitucional, para enzarzarse en los enfrentamientos del día a día.
Felipe VI no se refirió de forma abierta a los asuntos que copan el interés de la política nacional, como la ley de amnistía, pero pueden verse como una alusión sus palabras cuando afirma que "Fuera del respeto a la Constitución, no hay democracia ni convivencia posible; no hay libertades sino imposición; no hay ley sino arbitrariedad. Fuera de la Constitución no hay una España en paz y libertad"; o cuando en relación al proceso independentista y sus consecuencias afirma que la Constitución ha permitido "superar diversas y graves crisis en los últimos años". También pueden leerse como una reconvención a la actitud del PP por el bloqueo institucional a la reforma del poder judicial cuando pide que "Cada institución, comenzando por el Rey, debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución le señala". O cuando hace un llamamiento para "velar siempre por el buen nombre, la dignidad y el respeto" a España, Y un mensaje para todos: además de respetarla hay que salvaguardar su identidad y su integridad y no que cada cual tome de ella aquellos aspectos que le conviene ideológicamente.
Más allá de esas lecturas Felipe VI realizó una defensa a ultranza de la función de la Constitución como el instrumento que debe informar la vida de los españoles, y que debe servir para evitar que el germen de la discordia vuelva a instalarse entre los españoles. Y aquí otra vez un llamamiento del Felipe VI destinado a caer en el olvido de las peticiones reales, pese a considerarlo un deber moral que debieran respetar los líderes políticos, lo mismo que los consensos básicos y los principios compartidos que recoge la Constitución, "la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político", los valores que "cohesionan, dan fortaleza y permanencia" al sistema democrático español, y que son fundamento de la convivencia.
Es evidente que si la situación política no fuera tan extremosa, el rey no habría realizado un discurso monográfico dedicado a ensalzar el valor de la Constitución como guía de conducta para todos, incluso para los que denigran su papel, y que dedicará parte de su mensaje para resaltar el papel de la Constitución como garantía de derechos ciudadanos, sin olvidar que ha contribuido a superar los momentos más trágicos de nuestra historia.