El homenaje este domingo a Sabino Arana, fundador del PNV, puede dar alguna pista de la drástica decisión del máximo responsable de la formación, Antoni Ortuzar, de "echar" al lehendakari Iñigo Urkullu, que no repetirá como candidato.
Es cierto que las relaciones entre ambos no eran óptimas, pero la filtración interesada de su apartamiento ha sido una vejación innecesaria para quien ha llevado las riendas de Euskadi durante once años.
Lo sucedido ilustra también otra peculiaridad del funcionamiento de los nacionalistas vascos: demuestra claramente el poder del partido por encima de Ajuria Enea. Cuando llevamos años comprobando la absoluta dependencia del PSOE, por poner un ejemplo, a las decisiones e intereses de Pedro Sánchez; o como el poder territorial hace intocables a dirigentes del PP y PSOE, o la "dictadura" de Puigdemont sobre Junts. Llama la atención el poder del Euskadi Buru Batzar, donde Ortuzar hace y deshace.
Incluso las elecciones vascas, dado que la dirección del partido así lo prefiere, se adelantarán a marzo. Y en esta convocatoria puede estar la clave de la elección de un nuevo candidato que tendrá que enfrentarse con el crecimiento en las encuestas de EH Bildu. Es precisamente ese miedo a la derrota en las urnas la causa última, además de las desavenencias personales, y el origen de esta crisis.
Porque si algo ha caracterizado al lehendakari Urkullu en sus años de mandato ha sido centrarse en la gestión y el autogobierno. Teniendo en cuenta que los vascos han perdido protagonismo, frente a la radicalidad del movimiento independentista catalán, ahora temen el sorpaso de los radicales de Otegi.
Conviene recordar que Urkullu llegó a Ajuria Enea tras el corto paso de Imaz y cuando un sector del partido seguía anclado en el fracasado plan Ibarretxe. Centró su presidencia en la recuperación de la economía vasca, la convivencia y el apoyo a un empresariado que había sufrido durante décadas el terrorismo de ETA en forma de impuesto revolucionario y secuestros.
Pese a que este domingo van a coincidir Urkullu y Ortuzar en el homenaje a Sabino Arana, nada se va a saber de quién será su sustituto, pero lo que no cabe duda es que saldrá de las filas de la actual dirección y que se le exigirá radicalidad independentista para poder competir con la antigua Batasuna.
Otro factor que puede complicar, aún más, la legislatura de Pedro Sánchez. Conviene recordar que Urkullu ha gobernado sin conflictos con los socialistas vascos, pero al PSE le resultaría muy complicado apoyar a los de Otegi y compartir el nuevo gobierno de Vitoria. Y, si esto se produjera, la bronca sería equiparable a la nonata ley de amnistía.