Tras 10 años de trabajo, la rehabilitación de la antigua iglesia-cuartel de Santa Clara ya es una (bellísima) realidad como nuevo centro cultural de la capital soriana, una obra auspiciada por el Ayuntamiento de Soria que ha sido proyectada por Francisco Javier Ceña Jodra y Emilio Yubero contando con la coordinación de la arquitecta municipal Beatriz Carro. Los tres cuentan los pormenores de esta importante intervención.
Han sido muchos años de trabajo en el proyecto...
Francisco Javier Ceña Jodra: Si no me confundo, en el año 2014 empezamos a tomar contacto con el edificio. Entonces todavía estaban ubicados allí los militares. Empezamos a medirlo, a fotografiarlo y a considerar todo aquello que podía servirnos como fundamentos de partida. Lo medimos en toda su extensión: en vertical, en horizontal. Se hicieron levantamientos topográficos también. El inmueble estaba todo fragmentado, tanto en el sentido horizontal como en el vertical. Pasamos casi un año midiendo porque el trabajo era bastante arduo. A medida que íbamos conociendo cosas, había que medir más. La labor se dio por finalizada al cabo de un año, pero podíamos haber estado midiéndolo dos años más. Vimos que era un edificio que había estado cerrado a la ciudad desde el parque, desde la calle Antolín de Soria y que el acceso que había tenido originalmente por Bienvenido Calvo se encontraba hipotecado porque estaba cerrado. Pensamos en la posibilidad de abrirlo al parque, que formarse parte de él, y que todos los habitantes al menos de ese núcleo de población pudiesen utilizarlo. A partir de ahí conjugamos las dos cosas: una, lo que debía ser el interior, y otra el exterior, ver de qué forma poníamos en contacto el parque, las calles de su situación y el edificio. Y eso fue lo que hicimos. Bastante lentamente porque luego hubo que llegar a acuerdo con el Ejército para poderlo consorciar y tenerlo en usufructo y eso costó un poco más. A partir de ahí, comenzamos a hacer el proyecto. Estuvo parado. Después se puso en marcha. El proyecto se entregó en el año 2018 o 2019.
Emilio Yubero Moreno: Fue cuando el Ministerio de Defensa y el Ayuntamiento de Soria tuvieron listo el convenio...
F.J.C.J.: En 2020 se pone en marcha la obra con una primera empresa. Hubo muchísimos problemas con ella. Al final, se fue. Ejecutó la parte que corresponde a los derribos y en un porcentaje alto a la excavación de la parte que correspondía al convento, que era la parte más importante a efectos de encontrar restos arqueológicos para que los historiadores pudieran datarlos. Y eso se hizo hasta diciembre de 2020. Aquello, en principio, nos creó dos problemas. Uno, que había proyectado un sótano que nos hubiera permitido dar más valor a la caja mural del edificio, la envolvente, porque podríamos haber trasladado allí los servicios e instalaciones [técnicas]… Pero debido a la superficialidad con la que se encontró una necrópolis, que estaba muy bien puestecita y ordenada, nos paralizó un poco el ritmo de la obra. En cuanto salieron las tumbas comenzaron a intervenir los arqueólogos de manera más directa y descubrimos que la necrópolis estaba muy bien dibujada: seis enterramientos de cabecera por ocho de fondo. Salieron 48 enterramientos. Unos eran más importantes, otros menos; unos estaban en posición primaria desde que se hizo, otras eran osarios… Durante el derribo apreciamos muchas cosas que no se habían visto, sobre todo, la importancia que tenía el templo. Porque casi todos los elementos arquitectónicos, compositivos, constructivos, estaban ocultos a veces por tabiquerías de ladrillo, por tabiquerías cerámicas, por amontonamiento de capas de morteros, de yeso y de argamasa que las cubrían. Eso fue lo que más nos costó. Primero documentarlo, después ver de qué forma se intervenía y, por último, datarlo para que hubiera conocimiento de todo lo que fuimos encontrando a lo largo del tiempo. Este edificio estaba muy poco documentado. Había algunas incongruencias en los documentos que nosotros habíamos manejado, como que los enterramientos estaban en el altar mayor y allí no se encontró nada. Todo esto: ponerlo en marcha, documentarlo, que los arqueólogos y los historiadores lo pusieran en contacto con la realidad histórica duró casi seis años y, a partir de ahí, empezamos a trabajar sobre lo que nosotros veíamos. Tuvimos que cambiar un poco el sistema [de trabajo]. Teníamos que estar muy vinculados con los arqueólogos y los historiadores sin cometer ninguna imprudencia para que todo aquello se pudiera leer, se pudiera ver lo que en sus orígenes fue y, sobre eso, plantear con el Ayuntamiento un programa de necesidades, que podía haber sido más amplio si hubiera sucedido lo de la planta sótano.
El objetivo de la intervención era 'desnudar' el inmueble, devolverle su morfología original. ¿Lo tuvieron claro desde el principio?
F.J.C.J.: Nos costó mucho el decidir qué solución dábamos, porque en la medida que íbamos avanzando en todo eso que hemos hablado, íbamos encontrando cada vez cosas más importantes. Columnas de gran fuste que estaban embebidas en los muros. Las bóvedas eran impresionantes, con una serie de características que no encuentras en otros lados: una crucería con las claves rebajadas.. Aquello [recuperar la planta original], en principio, ya estaba incluido en el proyecto, pero sí que nos llevó a una solución que yo creo que es lo importante de todo: a liberar la caja mural, es decir, las paredes, de todo lo que fueran usos y superficies alternativas. Al final, toda la caja mural está al descubierto y se ve la continuidad desde muchos sitios. Creo que eso ha sido importante. Estructuralmente ha habido que hacer algunas costuras y tomar algunas decisiones para que aquello esté estabilizado a todos los efectos, pero pienso que una de las cuestiones importantes que hemos planteado y que hemos conseguido ha sido liberar templo y convento de todos aquellos elementos que en la iglesia eran ajenos y que en el convento hubo que recortar. Las plataformas originales llegaban a los muros. Hemos intentado atarlas, arriostrarlas y mantenerlas liberadas de construcciones para el que llegue allí pueda observarlas.
En el edificio destaca el respeto a la construcción original, pero también es como hacer un recorrido histórico por todos los usos que ha tenido el edificio ¿El objetivo era que todos se integraran en una especie de lectura conjunta?
F.J.C.J.: Desde el principio todo lo que son niveles de pavimentos, niveles de forjados y, sobre todo, niveles de la parte superior del edificio, tanto del templo como del convento, se han respetado en toda su totalidad. Es más, en la parte que corresponde a la cubrición del templo hemos puesto en valor las bóvedas que creo que en el futuro se debería hacer un esfuerzo por hacerlas visitables, porque son impresionantes…
¿Contemplarlas por dentro?
F.J.C.J.: Sí, las bóvedas al final son unos casquetes esféricos. Excepto algunas protecciones, algunas costuras o grapas que hemos tenido que poner para dejarlo del todo estable, arriba se puede andar por todos los lados... Luego en el caso del convento, nos encontramos con unas cubiertas que estaban muy bien. Se planteó arreglar porque en algunos casos estaban quebrados los apoyos de las cerchas, sobre todo, donde había habido goteras. Ahí se han puesto unos refuerzos metálicos y se ha dejado tal y como estaba. Se ha hecho una operación casi casi de cirugía. Los paramentos interiores y exteriores se han dejado como estaban. En el único sitio donde hemos mantenido lo que no era en su origen fue en los accesos que había por la calle Bienvenido Calvo. Las personas del barrio entraban por el arco de esta calle y por otro, las monjas. Lo hemos dejado cerrado porque no había sitio para los servicios y hacía falta un cuarto para el conferenciante. Ha habido un esfuerzo por mantener todo aquello para que todos los gestos y todos los testigos que han quedado de su historia se puedan ver sin ningún problema, hasta las últimas intervenciones que hizo el ejército. Se han dejado mechinales, se han dejado huellas de escalera, se han dejado arranques de forjado… Hemos intentado que en las paredes, aunque parezca un collage, se pueda mirar y leer la historia en la medida que se fue haciendo aquello. El convento se empieza en el siglo XIII, han pasado ocho siglos...
Ha sido un proyecto muy vivo que se fue modificando sobre la marcha. ¿Se hicieron muchos cambios?
F.J.C.J.: Adaptándolo. Modificándolo, no, porque modificar [ríe] entre arquitectos y constructores es señal de que se cambia el presupuesto… [ríe]. Hemos intentado sobre todo mantener el valor del presupuesto que dimos el primer día, los cambios, incluso modificando, siempre se han hecho a cero. Hemos intentado ser un poco serios porque cuando se administra el dinero de los demás hay que ser bastante coherentes en lo que se hace.
El Ayuntamiento quería acondicionarlo como centro cívico y cultural. ¿Fue complicado encajar estas especificidades de uso contemporáneas a la propia disposición del edificio?
F.J.C.J.: Adaptarlo con las primeras pretensiones en la medida en la que fuimos derribando era más complicado, pero luego sí que es cierto que fuimos reduciendo las necesidades programáticas que teníamos. El proyecto no cambió mucho en la medida en que elegimos las estancias que venían programadas en la parte del convento, que se han quedado un poquito más pequeñas. En lugar de tener 40 metros, pues tienen 30, pero no ha habido cambios sustanciales.
Además se ha dotado con servicios de todo tipo. Cocina, un gimnasio…
F.J.C.J.: Sí, sí, el gimnasio que está en la última planta. Hay un aula de cocina, un aula de biblioteca, otra aula que en principio se utilizará para la asociación hasta que pueda hacerse lo del pabellón de abajo [la casona anexa al edificio]. Pero lo que de verdad se valora es que la caja mural, que es el elemento fundamental de todo el edificio, sea el protagonista de todo aquello.
La parte del antiguo coro o tribuna visualmente recuerda s un gran órgano. ¿Era esta la intención?
F.J.C.J.: Siempre hemos buscado con los empalillados de madera que, por lo menos, tuviera alguna vinculación con lo que el edificio fue en su momento. Sí que lo del órgano fue un tema que manejamos. Buscamos en ejemplos de arquitectura religiosa para mantener ese fondo que han tenido siempre las iglesias. También hay otra cosa que es importante, el deambulatorio que hemos hecho en la planta baja [opuesto al altar mayor], con esos intercolumnios de pilares cilíndricos. Lo que hemos querido valorar es lo que siempre han tenido los templos, un espacio en el que se pueda dar la vuelta. Hemos recogido ejemplos de la arquitectura tradicional religiosa y los hemos invertido aquí un poco para valorar el espacio interior que teníamos.
¿Cuál ha sido el papel de los distintos materiales en la construcción?
F.J.C.J.: Hemos elegido tres materiales, como mucho cuatro. Con ellos hemos intentado darle forma a todo. Los hormigones, en principio que podían no gustar, pero que se han integrado. Madera y piedra caliza.
E.Y.B.: Y perfiles metálicos; las barandillas son de varilla metálica.
F.J.C.J.: Pero, fíjate, en las barandillas siempre se ha intentado que tengan mucha transparencia. A través de ellas hemos procurado que no se pierda la imagen de nada de lo que hay detrás.
Beatriz Carro: Hemos intentado que el edificio se perciba desde todos los puntos de vista siempre.
Al entrar, el edificio invita a descubrir todos sus detalles…
F.J.C.J.: [Ríe] Detalles hemos hecho muchos. Quizá en este proyecto hemos caído excesivamente en el detalle. Hemos dado al edificio un trato más amable que lo que hubiera sido hacer una cosa mucho más contemporánea. Ha quedado como mucho más doméstico y la gente lo entiende.
¿Cómo fue el proceso de ejecución de la obra?
F.J.C.J.: La primera empresa que hubo era muy lejana…
B.C.: En ningún momento hizo suya la obra, nunca se involucró en lo que era la propia consolidación y restauración de Santa Clara.
F.J.C.J.: Sin embargo, los siguientes que vinieron han tenido aquí [en el estudio de arquitectura de la calle Aguirre] un lugar donde hablar. Cuando hacía falta, subíamos o bajaban ellos. Se creó una especie de equipo.
B.C.: Hubo mucha compenetración al final para intentar sacar esto adelante.
Se nota, se percibe un trabajo muy muy cuidado, calibrado y hecho con mucha delicadeza
F.J.C.J.: Tuvimos unos especialistas en restauración, unos tipos magníficos, y conseguimos crear una atmósfera muy especial a través de los tratamientos de paramentos. Ellos nos fueron informando de un montón de materiales y al final ha quedado una obra totalmente emparentada y muy entonada. La carpintería ha sido hallazgo, un tipo de Aranda de Duero que nos ha hecho caso en todo. Cuando por las mañanas da la luz, la atmósfera se manifiesta de una forma mucho más integrada en el edificio.
Otro elemento impactante es la entrada, una estructura metálica que impregna mucha modernidad al conjunto...
F.J.C.J.: Fue lo último que hicimos. No sé si te has fijado que en la planta baja hay un repertorio de ladrillo hueco, ladrillo macizo, arcos de piedra, mampostería de una manera, mampostería de la otra… en el proyecto original lo habíamos revestido todo de piedra, pero incluso con la Comisión de Patrimonio no veíamos claro el porqué no teníamos que dejar esa huella y manifestar lo que fueron en su momento esos huecos que se hicieron en el siglo XX. En cuanto a la burbuja, nos hacía falta algo para que se supiese por dónde se entraba.
B.C.:Y enseñar así la entrada del edificio...
F.J.C.J.: Luego le dimos más presencia de lo que en principio queríamos. Pero resulta bien a efectos, primero, de dar la entrada al edificio, y segundo, que todos aquellos que nos digan: "Esto no lo han arreglado", que seguro que los habrá, se dirijan al zaguán escultórico. En la fachada principal, en la parte correspondiente al parque, en estos contrafuertes se ha intervenido de manera radical porque estaban vacíos por dentro. Y si te fijas, por fuera se le ha dado también al edificio un color, un remate que ha quedado todo muy entonadito. A todo lo que ha salido le hemos dado valor.
¿Además de la necrópolis se hallaron más piezas de valor?
F.J.C.J.: No han salido muchas cosas. En los enterramientos de las monjas, alfileres.
B.C.: Y alguna medalla.
F.J.C.J.: También tres monedas del siglo XVIII que llevamos al museo. Todo estaba tapado. Eran tabiquerías que en algunos casos estaban protegidas por rasillas. Todos estos escudos y todas estas impostas y estos elementos compositivos que estaban aquí aparecieron en la medida en que todo se andamió.
E.Y.M.: Muchos otros aparecieron cuando se derribaron. Los huecos de falseo ocultaban muchas cosas.
F.J.C.J.: Creíamos que íbamos a encontrarnos más columnas amputadas, pero el edificio estaba en un estado de conservación óptimo.
¿Qué ha supuesto este proyecto a nivel profesional y también personal?
E.Y.M.: Como el desarrollo de la obra ha sido un período de tiempo bastante prolongado sí que al final le coges un cariño especial. Aparte de los hallazgos que van surgiendo a lo largo del tiempo, siempre lo que teníamos más o menos claro en un momento, al cabo del tiempo no está tan claro y quizá había que optar por alguna otra alternativa. Pero siempre dentro de unas directrices, se ha ido sacando adelante.
F.J.C.J.: Hice restauraciones hace años. Creo que es un sitio de la arquitectura donde se pueden hacer cosas muy interesantes y lo que dice Emilio, te enamoras de las obras. Le dedicas tiempo, estás a gusto. Habría que hacer muchas más cosas de estas. No irnos a edificar a no sé dónde si tenemos por aquí un lugar en el centro de Soria que puede ser magnífico para muchas cosas.
Ahora hay como una mayor sensibilidad hacia la restauración y la conservación del patrimonio, ¿no es así?
F.J.C.J.: Las leyes de Patrimonio han potenciado todo este tipo de cosas. Con el patrimonio creo que hay que tratar las cosas de una manera no duplicada, es decir, lo de la restauración tiene dos inconvenientes, los que creen sólo en que las cosas pueden llevarse a su origen de manera radical, o los que creen que hay que adaptarlas a las circunstancias de usos actuales y compatibles. Creo que hay que ir por ahí. Recuperar el patrimonio es lo más importante que podemos hacer todos, por nuestros orígenes, por nuestra historia.
¿Van a echar de menos esta obra después de tanto tiempo de dedicación?
E.Y. M.: Sí la echamos de menos.
B.C.: ¡Sí, la echaremos de menos! ¡Cómo no!
F.J.C.J.: Pues sí, es que además lo bueno que tienen estas obras es que cada día se aprende una cosa. En la medida que íbamos aprendiendo hemos intentado dar soluciones alternativas. Luego también hemos tenido al señor alcalde [Carlos Martínez Mínguez] que ha sido otro jefe de obra. Es importante cuando el promotor de la obra está de acuerdo. Creo que el alcalde también se ha enamorado un poco de esta obra. Mira, una cosa que nos ha faltado es que la gente hubiera podido subir también a los andamios. Esto era una pasada. Tocar los nervios que estaban pintados con pinturas plásticas que ha habido que limpiar, ha habido que amasillar, recomponer volúmenes. Lo veías de cerca, te dabas con la cabeza en la crucería y decías: esto sí que es arquitectura. Fíjate qué bóvedas. Casi toda la Corporación Municipal y la oposición ha venido a verlo dos veces. Es importante hacer las cosas despacio, meditarlas. Hacerlo en un plazo de 10 años ha contribuido a conocer el edificio y que cualquier solución se haya hecho con mucho conocimiento y con delicadeza para que aquello no perdiera el carácter.