En Soria el consumo de alcohol por parte de menores de edad está más extendido y normalizado que en otras provincias, como advierten desde Sacyl y Areso (Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Soria),y frecuentemente se relaciona con fiestas como Navidad, San Juan o el Jueves Lardero. El Gobierno prepara una nueva Ley de prevención del consumo de alcohol y de sus efectos en las personas menores de edad, con más restricciones, y las administraciones a distintos niveles llevan a cabo diferentes programas para concienciar a la sociedad de los riesgos de este consumo precoz y de la permisibilidad.
Las estadísticas reflejan la gravedad de la situación. Según los informes del programa Ícaro, de la Junta de Castilla y León (Sacyl y Gerencia de Servicios Sociales) para la prevención y reducción de los riesgos asociados al consumo de alcohol y otras sustancias en menores de 18 años que son atendidos en urgencias hospitalarias o emergencias sanitarias por problemas derivados de este consumo (intoxicación, accidentes, lesiones, traumatismos, agresiones…), en Soria se han detectado en el Hospital de Santa Bárbara 19 casos de 2019 a 2023 (cuatro de media al año), lo que supone un 3,3% del total de Castilla yLeón.
En 2023 se registró un caso de un menor de 14 a 17 años atendido en una unidad móvil de emergencias y que fue derivado a los Servicios de Referencia de Prevención (SRP), donde se terminó la intervención.En Castilla y León los casos detectados por el programa fueron 104 y por los indicadores de urgencias alcanzaron los 170. En la región se realizaron 62 derivaciones. Del total de casos del programa, según el informe, el 53,8% fueron chicas, el 23% menores de 14 años, 18 casos eran reincidentes y se realizaron dos ingresos hospitalarios (uno en la UCI de 13 años y otro por el consumo de varias sustancias). En los años anteriores, hay que hablar en Soria de dos casos en 2022, otros dos en 2021, cinco en 2020 (tres de menos de 14 años) y nueve en 2019. La mayoría de ellos se derivaron a los servicios de prevención. Sin embargo, como apuntan desde Ícaro Alcohol en Soria, «hay muchos casos que llegan a Urgencias que se registran con otros diagnósticos que no son las intoxicaciones (una pierna rota o cefalea, por ejemplo) y que se escapan a estas estadísticas, por lo que la situación es peor de lo que revelan los datos del programa sanitario». Los pediatras están más concienciados y cuando llega al hospital así un menor de 14 años «saltan toda las alarmas». Todos los años hay algún caso, más frecuentes en el Jueves Lardero, la primera salida en la que beben botellas de alcohol, destacan desde Pediatría.
funcionamiento. En cuanto al proceso del programa, tras detectar los casos de intoxicación los servicios sanitarios realizan intervenciones motivacionales breves con el menor y su familia «para aumentar la percepción del riesgo y facilitar la derivación a los SRP donde son atendidos por psicólogos, trabajadores y educadores sociales, que a su vez hacen un diagnóstico y una intervención individual en función del nivel de riesgo». Si es posible, se prosigue con la incorporación a programas grupales de prevención (Moneo, Dédalo y Taller OH.com) o a los programas de intervención familiar a través de los CEAS. Posteriormente, las familias informarán del proceso a su pediatra o médico de familia para incorporarlo en la historia clínica y dar continuidad sanitaria a las actuaciones preventivas. Este es el principal mecanismo para detectar casos y ofrecer apoyo a menores y familias desde el sistema sanitario y cuenta con un material muy completo disponible en la propia web del programa, para menores, familias y profesionales.
En el Hospital de Santa Bárbara de Soria, la jefa del servicio de Pediatría, Marisa Serrano, y la psiquiatra infantil, Patricia Blanco, son las encargadas de realizar el seguimiento del programa y, ante todo, advierten del riesgo que hay en Soria de «normalizar» esta situación y de los efectos que este tóxico tiene en el organismo de los niños y jóvenes.
La pediatra destaca la importancia de Ícaro Alcohol, una iniciativa de Sacyl para hacer frente a un problema que surge, a su parecer, por cuestiones como imitar a los adultos y los padres y la presión social, «porque parece que el que bebe antes es el más guay». Desde que comenzó en 2019 se intenta captar a aquellos menores de 18 años -niños y adolescentes- que llegan a Urgencias del hospital o que han sido atendidos por servicios de emergencias en el 112 en la calle con problemas de salud en los que la causa de base puede ser una intoxicación etílica, no solo con pérdida de conocimiento sino también, por ejemplo, con traumatismo o agresión sexual.
Con ellos, una vez se ha pasado la intoxicación, se aplica el protocolo con una entrevista breve motivacional «para que se den cuenta de que están en Urgencias por culpa del alcohol a través de herramientas de psicología y psiquatría, ofreciendo la posibilidad de entrar en un programa de ayuda para ver el alcohol desde otro punto de vista y cómo el ocio puede entenderse de otra manera, que decir no al alcohol no significa que se te aparte de un grupo, sino ser más maduro e importante».
Una vez ahí, los casos se derivan a Servicios Sociales y servicios de prevención, con algo de retraso por la tramitación y los permisos de padres o tutores en mayores de 14 años, porque en menores se enviaban directamente. En función del grado de intoxicación, del perfil de las familias, si hay otro tipo de consumo de sustancias, si hay algún problema psiquiátrico, si el consumo es puntual o habitual... entran en un programa de ayuda determinado. «En todos los casos que hemos derivado la gente acaba muy contenta, a pesar de que algunos no quieren al principio», destaca Marisa Serrano insistiendo en que es una herramienta útil para concienciar a toda la familia y dar ejemplo a los menores de la casa.
efectos en el organismo. Para la pediatra, «borrachera es igual a intoxicación etílica, no hay que llegar al coma, en el momento en que estás un poco contento te has intoxicado.Es así y hay que llamar a las cosas por su nombre porque el alcohol es una droga legal muy generalizada y muy aceptada a nivel social». Además, la médico asegura que, como dicen los psiquiatras, es la peor adicción que hay precisamente por esa normalización. Otro de los riesgos para ella es el consumo en atracón o binge drinking, que «genera más daño a nivel agudo y de dependencia». «Eso tiene más riesgos para después necesitar el alcohol en su día a día», añade.
Sobre los órganos que se dañan con el alcohol, hace referencia en primer lugar al hígado porque «los niños tienen todas las piezas nuevas y se recuperará rápido pero puede haber un aumento de las enzimas y las transaminasas y provocar un daño hepático agudo. Si eso se suma a que se ha tomado un Paracetamol o alguna otra medicación puede haber un problema serio y si es de forma continuada o el niño es obeso se puede hacer un hígado graso». Asimismo, hay daños en los huesos porque «disminuye la mineralización y se frena el crecimiento» y afecta a nivel hormonal, tanto a la GH o de crecimiento como a las sexuales (estrógeno, testosterona y LH), produciendo un retraso de la pubertad en niños y niñas. En cuanto a la resaca, el sistema enzimático que degrada y elimina el alcohol está más impuro y hay peores efectos, con problemas físicos (cefalea, insomnio, irritabilidad...). «Lo malo del alcohol es que crea una dependencia psicológica en ese momento en que una persona no se pasa, de ahí la dependencia psicológica», comenta la especialista añadiendo además los efectos negativos para los estudiantes, con problemas de concentración.
Por eso, la pediatra piensa que hay que comunicar a los menores que beber alcohol les provoca daños. «Es una edad muy difícil, pero beber no hace más mayores, sino que afecta al crecimiento y la madurez», alerta recordando también los daños en el cerebro, con efectos en la concentración, por ejemplo.
sistema nervioso. Por su parte, la psiquiatra infantil advierte de los daños en el sistema nervioso y a nivel cerebral, porque «en la adolescencia se produce la poda neural, una reorganización de las conexiones neuronales». «Es un periodo que implica adaptación a la capacidad de aprender y desarrollar nuevas habilidades, pero también de mayor vulnerabilidad», sostiene con preocupación.
El alcohol, como tóxico neuronal, interfiere con las vías de comunicación del cerebro y afecta a su funcionamiento en áreas que controlan el equilibrio, la memoria, el habla y el juicio. «A largo plazo también va a provocar alteraciones en las neuronas, incluso a nivel morfológico porque va a haber reducciones en su tamaño, que ya está estudiado por técnicas de imagen», añade. Entre los efectos, apunta a las lagunas mentales, «vacíos en la memoria porque la persona, al beber alcohol, bloquea el paso de los recuerdos de la memoria de corto plazo a largo plazo en el hipocampo, que sirve para consolidar la memoria».
Patricia Blanco alerta de que cuando hay sobredosis de alcohol en sangre, se afectan funciones vitales y esenciales, como la respiración, la frecuencia cardíaca, el control de la temperatura... Esas funciones «deben monitorizarse y controlarse» porque la persona con sobredosis de alcohol o en coma «no las controla» y «hay un riesgo letal». «Por no hablar de daño cerebral, porque hay que resaltar que el alcohol es un neurotóxico», insiste justificando la derivación de los casos detectados en Ícaro Alcohol.
«Es lo que puede pasar cuando hay una sobredosis de alcohol, cuando un adolescente puede entrar en coma y lo tienen que trasladar sus amigos a casa porque está dormido... Hay una serie de funciones que se afectan y unas respuestas fisiológicas embotadas que disminuyen los reflejos, como en nauseoso, por lo que se inhibe el vómito y puede hacer que la persona se asfixie», indica la psiquiatra.
Los efectos en el sistema nervioso pueden interferir en la capacidad en la toma de decisiones: «El cerebro de un adolescente es más vulnerable y les motiva explorar y asumir riesgos, por lo que hay que tener cuidado con el alcohol porque fomenta comportamientos peligrosos al tomarse decisiones equivocadas». El lóbulo frontal (concretamente la corteza frontal), el asiento anatómico de la toma de decisiones del juicio, se ve afectado gravemente.Hay una cuestión relacionada con «la manera de engañar» que el alcohol produce en el adolescente, porque «se ha visto que provoca menos síntomas de sedación y alteraciones de equilibrio y coordinación muscular en roedores adolescentes que en adultos».«El adolescente piensa que a él no le va a pasar nada por beber mucho alcohol y da una falsa sensación de que no hay riesgo. El joven puede consumir más alcohol sin tener afectadas estas funciones pero sí que le va a afectar la capacidad de juicio, va a fomentar comportamientos riesgosos...», avisa la experta sobre esta reducción de percepción del peligro porque el alcohol también afecta a la estructura cerebral de la amígdala, ese detector del peligro que apaga.
Por otro lado, a largo plazo el alcohol, como se ve en Salud Mental no solo en adolescentes sino también en adultos, «genera trastornos de ansiedad y depresión». «Esto está relacionado estrechamente porque las personas que luego vemos de adultos con un uso abusivo de alcohol al final también tienen comorbidamente ansiedad y depresión», añade.
Además, la psiquiatra hace hincapié en el trabajo de las familias, «cómo los padres y todos los adultos que tengan que ver con los menores, como profesores y otras personas de referencia, juegan un papel importante en la forma en la que los adolescentes piensan sobre el alcohol». En relación a la normalización, Patricia Blanco sostiene que «los estudios demuestran que los niños cuyos padres les permiten consumir alcohol e incluso se lo compran para que sea de marca porque es mejor, algo que muchas veces vemos en consulta, tienen luego más probabilidades de pasar de su primera bebida a patrones de consumo poco saludables, como el consumo excesivo y poco saludable».
De ahí la advertencia a las propias familias que normalizan el consumo por parte de las sanitarias, aconsejando que «sirvan de modelos positivos con su propio consumo de alcohol para moldear las actitudes de los niños y darles herramientas para que tomen decisiones saludables». «Con las familias con las que trabajamos es crucial ese papel», insiste, «y en nuestras sociedades, aquí en Soria en concreto, sí que percibimos que está más normalizado». De esta manera, critica a los padres que dicen «la primera copa se la tomó conmigo» o «yo se lo que bebe porque se lo he comprado» porque se hace un flaco favor a los jóvenes. El servir de modelos, prosigue Patricia Blanco, obliga a los adultos a «revisar» los propios hábitos, «pero es lo que toca».
La presidenta de la Fedampa de Soria, María José García, es consciente del riesgo y avanza que se estudian más acciones de prevención para familias y menores. «El alcohol en jóvenes en España es preocupante y se suma ahora la adicción al móvil», indica. En los centros escolares se trabaja con el programa Moneo de la Junta de Castilla y León, orientado a la prevención universal para familias con hijos entre 9 y 13 años.