Alejandro Gutiérrez (57 años) es uno de los 200.000 españoles (datos de la Federación de Asociaciones de Personas Ostomizadas de España) que viven con un dispositivo de ostomía. En 2021, en una prueba de heces «saltó el adenocarcinoma de recto» y fue sometido a una colostomía. Desde entonces, porta una bolsa adherida a su estoma en el lado izquierdo del abdomen para la eliminación de las deposiciones. «Se apaga la luz y hay que buscar la llave», admite. Y ha conseguido librarse de ese eclipse que, inicialmente, supuso el diagnóstico y la consiguiente intervención quirúrgica. «Hay que seguir. Estaba perdido. Me hubiera gustado que, en ese monte, hubieran estado ellas», apunta.
Alejandro se refiere a Esther Prieto y Cristina Romero, responsables de la consulta de ostomías digestivas de eliminación del Hospital Universitario Santa Bárbara de Soria. «Comenzó a funcionar en noviembre de 2022. Hasta ese momento, a los pacientes sometidos a una colostomía o ileostomía no les hacíamos un seguimiento en un espacio concreto. Contactabas con los pacientes en tu horario laboral, pero no registrabas en ningún sitio la evolución. Dejábamos a los pacientes un poco huérfanos. Hacíamos el trabajo a salto de mata, en los huecos», explica la enfermera Prieto, jefa de la unidad y supervisora de Cirugía General y Aparato Digestivo (planta 3ª C).
Por su parte, Cristina Romero, enfermera de esta consulta y de la planta de Cirugía General, sostiene que «no había un plan de cuidados establecido» y los pacientes ostomizados recurrían a Atención Primaria.
Ambas acumulan una dilatada experiencia en Cirugía y, además, se han especializado a través de cursos específicos sobre colostomías y todo lo relacionado con este tipo de intervenciones quirúrgicas. En sus previsiones está ampliar esa formación, aunque implica el desplazamiento durante un año a Madrid y Sevilla.
Desde que se puso en marcha hace poco más de año y medio la consulta de ostomías, han conseguido captar a 46 pacientes, que ya habían sido intervenidos previamente, y en este tiempo se han incorporado 36 más. En total, las enfermeras realizan el seguimiento de 77.
«Abarcamos nivel asistenciales de preoperatorio, perioperatorio -pacientes aún hospitalizados recién operados- y una vez dados de alta, de forma ambulatoria, vienen a consulta. Antes de la intervención, les vemos en planta y empezamos a informar sobre el tipo de operación y la patología, aunque ya lo conozcan por la consulta con el cirujano. Comenzamos con la educación sanitaria, enseñando bolsas y cómo se manejan, para que vayan visualizando en qué consiste. Buscamos la ubicación y hacemos el marcaje del estoma en el abdomen», detalla Cristina Romero.
Durante el periodo de hospitalización, a diario, hacen un control de la evolución del estoma y se profundiza en la educación sanitaria sobre su cuidado, así como de la piel periestomal que tiene «más riesgo» de complicaciones. Una vez reciben el alta hospitalaria, se establece un planificación de continuidad asistencial. «Tenemos las suerte de que somos las mismas y se hace en esta consulta. Les damos las recomendaciones, el teléfono de contacto, se van con la cita, con las recetas y vienen de forma ambulatoria al postoperatorio con unas visitas estandarizadas, pero siempre en función de las necesidades del paciente. La primera visita es a la semana del alta, luego al mes, a los tres meses, a los seis... y, si hay algún problema, les atendemos incluso en el mismo día», cuenta Romero.
Las dos enfermeras se ocupan de ese apoyo emocional y psicológico que requieren las personas ostomizadas para adaptarse a la situación, a aceptar su imagen corporal y el nuevo estado fisiológico. También, a desmontar tópicos. La innovación en bolsas y discos, así como en otros accesorios, ha contribuido a ello. «Al mes, cuando vienen a la consulta, más o menos, se han adaptado a su rutina».
hacia adelante. Alejandro describe su experiencia y cómo ha mejorado, en su opinión, la asistencia desde que existe la consulta de ostomizados. «Ahora hago mi vida igual que antes, soy feliz y tengo este apoyo, así que genial. No quedaba otra, era la bolsa o la vida», bromea.
Desde los 15 años es pintor y su debilidad es la bicicleta, afición que ni mucho menos ha abandonado, aunque reconoce que la práctica del ciclismo la lleva con más calma, por edad y porque hay que cuidar el estoma. «Es mi bebé», apostilla.
Desde que fue intervenido no ha tenido complicaciones y asegura que su día a día apenas ha variado. «Mi rutina es igual que antes, pero más tranquila. Ahora tengo que desayunar para cambiar la bolsa en casa y continuar con el día», señala.
En su caso, la sustitución de la bolsa de las deposiciones no es frecuente, una o dos veces diarias, más en casos excepcionales si hace algún exceso en las ingestas. Alejandro se cuida. Evita el alcohol y aquellas bebidas y alimentos que producen gases. «No tengo restricciones alimenticias, pero lo hago porque sé que el estoma se puede irritar. Antes no lo veía y ahora, sí. E intento no coger peso por la hernia. Hay que cuidarse», manifiesta.
Esther Prieto puntualiza que el tipo de colostomía de Alejandro, en el lado izquierdo y en la parte baja del abdomen, es de las que «más se pueden educar». La enfermera refiere que la adaptación, a veces, es más compleja cuando se trata de personas mayores y en pacientes sometidos a otras intervenciones, como las ileostomías, que necesitan reemplazar las bolsas con más frecuencia. A otros les coincide con quimioterapia o radioterapia. «Les tratamos, frenamos las complicaciones y salen adelante», resalta.
sin prisas. Las enfermeras que asisten a los pacientes ostomizados en esta consulta ponen de relieve que una de las ventajas es que pueden ofrecer toda la atención e información «sin prisas», dedicando el tiempo que requiera cada paciente.
Además, al poco tiempo de establecer la consulta de ostomías, Esther Prieto contactó con todos los centros de salud y residencias de mayores. «Queríamos darle difusión porque igual hay personas ostomizadas desde hace muchos años que tienen un problema y creen que tiene que ser así. Por ejemplo, una señora tenía la piel periestomal irritada y con un cambio de disco, en 15 días, se resolvió. Para nosotras es una satisfacción, mejora su calidad de vida [...] La idea es normalizar, es lo que tratamos de inculcar», destaca la enfermera.