Avelino Hernández sigue haciendo amigos y lectores

Sonia Almoguera
-

La reedición de su primer libro, 'Una vez había un pueblo', continúa con la labor de acercar su obra a las nuevas generaciones

Avelino Hernández sigue haciendo amigos y lectores

Quienes le conocieron y tuvieron el placer de tenerlo como amigo destacan su bonhomía, su generosidad, su fuerte compromiso político y social, «sus chascarrillos y su sentido del humor», esa concepción lúdica de la existencia y, sobre todo, ese gusto por contar una historia para hacer disfrutar y gozar a su vez narrándolas. Así, «ensayando» sus historias con sus hijas le recuerda hoy el también escritor Carmelo Romero. La voz de Avelino Hernández (Valdegeña, 1944-Selva, 2003), fallecido hace ya 22 años, sigue viva no sólo a través del recuerdo de sus allegados y sus queridos lectores. Nuevas generaciones de niños y también de adultos, porque su legado literario no tiene edad, siguen descubriendo al autor soriano de la mano de nuevas ediciones de su obra. La última, la que la editorial Rimpego ha realizado de Una vez había un pueblo.

«Fue su primer libro y dejó huella. Avelino conseguía engañar a todo el mundo. Te hacía ver que era un libro para niños, pero en realidad era un libro para ti», señala César Millán, responsable de la Librería Las Heras y amigo del autor de Silvestrito. 

Aunque Soria Edita llevó a cabo hace años una reedición de la obra,  estaba ya agotada desde hacía año y medio. Tras Soria. Donde la vieja Castilla se acaba, un libro a caballo entre la literatura de viajes y la reivindicación (adelantada a su tiempo) de la España Vaciada; y la biografía del autor soriano hecha por quienes más lo conocieron, Avelino Hernández, desde Soria al mar, Rimpego publica Una vez había un pueblo en una bonita edición ilustrada por Raquel Ordóñez que incluye un epílogo de otro amigo, Julio Llamazares, y un artículo de su viuda, Teresa Ordinas, en el que repasa las diferentes ediciones de esta obra. «Me parecía un libro fascinante», insiste Joaquín Alegre, responsable de esta editorial leonesa. De ahí que concibiera para él una edición «muy mimada y artesanal» como corresponde a un escritor «aparentemente sencillo, pero con mar de fondo». Porque Avelino Hernández, afirma Alegre, era un autor sofisticado con alma de contador de historias curtido en la tradición oral. «Avelino era un escritor estratosférico», concluye.

Avelino Hernández sigue haciendo amigos y lectoresAvelino Hernández sigue haciendo amigos y lectoresUna vez había un pueblo fue en su día un libro «diferente» que plasmaba las diferencias (y similitudes) de los niños de ciudad y los criados en entornos rurales, y que hacía gala de varios planos narrativos simultáneos, una complejidad que, reitera Alegre, Avelino hacía parecer sencilla. 

Hace unos meses César Millán ofreció una charla en un curso sobre literatura soriana que se impartió en la Escuela de Adultos Celtiberia y se llevó la grata sorpresa de que la obra de Avelino «sigue transmitiendo muchas cosas. Es muy llamativo», indica. Quizá porque quienes le conocieron y disfrutaron de sus historias se impregnaron de su generosidad, destaca Millán, sus libros han ido pasando de mano en mano, prestados, regalados, 'contagiando' ese entusiasmo por su obra que hoy día sigue haciendo de él uno de los autores sorianos más apreciados. 

Su obra, indica Carmelo Romero, está indisolublemente ligada a su faceta humana, «a su forma de ser, y su forma de escribir muy ligada a la tierra, al mundo rural en el que él se crió». Fue pionero en introducir esa forma de escribir que bebía de una tradición oral renovada. «Cuando la literatura a nivel general no iba por esos caminos, ni tampoco por los caminos rurales, constituyó una cierta novedad. Él trasladaba la tradición oral en sus libros», reseña Romero. 

Literatura de viajes (Myo Cid en tierras de Soria), novela (Los hijos de Jonás, La Señora Lubomirska regresa a Polonia o Mientras cenan con nosotros los amigos, que apareció en librerías póstumamente) o incluso poesía (El septiembre de nuestros jardines, también una obra póstuma) jalonan una obra literaria que, sin embargo, para muchos lectores que le descubrieron en la niñez o en la adolescencia sigue muy marcada por la literatura infantil y juvenil con títulos como Se me escapó mi perro Canuto y, sobre todo, Silvestrito y Una vez había un pueblo. 

«Hay un tipo de literatura infantil que se etiqueta como para niños, pero que no lo es exactamente», insiste Joaquín Alegría. Como El Principito, las obras de Avelino Hernández tienen «muchos escalones de lectura. Hay gente que lo va a leer en el primer rellano y otros que lo leerán en el ático», añade el responsable de la editorial Rimpego. «La literatura infantil, cuando es buena, es también muy de adultos», agrega Carmelo Romero, que atesora muchas anécdotas de la amistad que les unió.

en toda españa. «Lo bonito», indica César Millán, que sigue disfrutando de sus libros, es la cantidad de personas que se sienten amigos de Avelino «incluso en los sitios más dispares de España». Entre ellos, escritores consagrados como el ya citado Julio Llamazares, cuyo viaje por Tierras Altas con Hernández como guía le inspiró su novela La lluvia amarilla; o Luis Mateo Díez. Quizá por ello, las reuniones de la Asociación de Amigos de Avelino son celebraciones de amistad y las compartidas con la Asociación Cultural de Valdegeña un tributo a todo lo que Avelino amaba: su pueblo, su gente, la vida.