El Campus de Soria en la Antártida

A.P.L.
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El equipo de la Escuela de Ingeniería de la Industria Forestal, Agronómica y de la Bioenergía se ha trasladado a la Península de Byers para recoger muestras de sedimentos, agua y hielo en siete lagos, que les proporcionarán información valiosa

El Campus de Soria en la Antártida

La Escuela de Ingeniería de la Industria Forestal, Agronómica y de la Bioenergía (EiFAB) del campus de la Universidad de Valladolid (UVa) de Soria está actualmente llevando a cabo un Proyecto de Investigación Científico en la Antártida, liderado por la profesora y científica soriana Ana Cabrerizo. Además, también participan otros cuatro investigadores del Campus de Soria y dos de Canadá. 

Desde mediados de enero, los científicos dle campus universitario Duques de Soria se encuentran en la Antártida y permanecerán allí hasta finales de febrero para tomar muestras que utilicen en sus investigaciones sobre los contaminantes. BYEPOL, como se llama el proyecto que están desarrollando en la zona más inhóspita del mundo, pretende estudiar el impacto del cambio climático en los ciclos biogeoquímicos de los contaminantes orgánicos y microplásticos en lagos antárticos de la Península de Byers y sus ecosistemas terrestres, según explica Ana Cabrerizo, y cuenta con la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, a través de la convocatoria competitiva 'Generación del Conocimiento'. 

De momento, se están recogiendo muestras de testigos de sedimentos de siete lagos antárticos, que les proporcionarán información sobre la presencia y perfiles de contaminantes en un largo período de tiempo, desde hace más de 200 años hasta la actualidad. De esta manera, los científicos están recogiendo muestras de agua, suelo, nieve, vegetación, aire..., al tiempo que están instalando muestreadores pasivos en el agua y la atmósfera que serán recogidos en una segunda campaña de muestreo que se realizará en el próximo año. Todas estas muestras serán analizadas por estos científicos desde los laboratorios del Edificio I+D+i del campus. 

Los resultados obtenidos «servirán para conocer la dinámica de los contaminantes orgánicos y microplásticos en una de las zonas más remotas del planeta bajo la influencia del cambio global». Además, estos estudios podrán ser la base para promover políticas públicas para la regulación de determinandos contaminantes y productos químicos que todavía a día de hoy siguen en uso. «Estos contaminantes que nosotros estudiamos son de origen antropogénico, es decir, que están creados por el hombre, para distintos usos. Pero, debido a su naturalea semivolátil, son capaces de llegar a través de corrientes atmosféricas y oceánicas hasta zonas remotas de la antartida, donde se depositan y son capaces de bioacumularse y biomagnificarse en los organismos, poniendo en peligro la flora y fauna existente allí», apunta la investigadora. 

DIVULGACIÓN DE RESULTADOS

«Para poder eliminar el uso contaminantes se necesitan muchos estudios e informes técnicos. Algunos están ya regulados, no prohibidos. Los pesticidas organoclorados y los policrobifenilos están prohibidos desde hace más de 30 años pero todavía hoy se encuentran en la Antártida. No queremos que esto pase con otras sustancias químicas que ahora mismo se están utilizando para que no existan durante más de 30 o 40 años porque son muy nocivos tanto para los seres vivos como para todos los ecosistemas. Así que los estudios del campus de Soria ayudan a tener más datos sobre esa presencia de contaminantes en zonas donde no deberían estar, en zonas tan alejadas como la Antártida.

Además de estas acciones en la Antártida, la EIFAB también lidera a través de Ana Cabrerizo otro proyecto científico en el Polo Norte, concretamente en el Ártico. Los resultados obtenidos en estos proyectos que se desarrollan en el campus de Soria se publicarán en revistas científicas y, al contar con dos estudiantes de doctorado, también se darán a conocer a través de sus tesis. Por otra parte, desde el campus se va a divulgar el proyecto a la sociedad de una manera más comprensible acercándolo a colegios, institutos, redes sociales, medios de comunicación...

La investigadora principal del proyecto estuvo en enero en la Antártida organizando todo el trabajo que hay que hacer y regresó el domingo a Soria, desde donde relata a El Día de Soria las características de la misión científica. Los miembros del equipo que, además de ella son Ignacio de Godos, Alfonso García, Silvia Pinardo, Samuel García y Benjamin Barst, de Canadá, se van turnando para estar allí en una campaña de seis semanas, que comenzó a mediados de enero, «porque las condiciones son bastante duras». Los investigadores tienen que estar en un campamento que pertenece y está gestionado por la base española Juan Carlos I y se encuentra a tres horas en barco de la misma. 

En este campamento tienen que estar 10-12 personas solo por las restricciones de la zona protegida. «Durante el día trabajamos y por la noche nos solemos juntar para cenar», explica detallando que duermen en tiendas de campaña individuales con dos sacos de dormir y disponen de una zona común, «un módulo como si fuera un iglú de habitabilidad». Así que están cubiertos si llueve o nieva. Al ser una zona de especial protección, no se pueden usar aparatos para calentar ni tienen duchas. 

«Es lo más salvaje que puede ser, porque no es una base», añade apuntando que cada día se les facilita el parte meteorológico que, como curiosidad, realiza un soriano. «Nos juntamos tres sorianos en la Antártida…», bromea. Cada día les explica si se prevé lluvia o vientos y, con ello, pueden planear el trabajo «porque es importante trabajar con condiciones de seguridad, porque con vientos fuertes no se puede salir». En cuanto a la comida, se la proporciona la base y, al estar envasada al vacío, solo tienen que calentarla en un hornillo.

ESPECIAL PROTECCIÓN

Es el segundo año de la investigadora en la Antártida y el equipo trabaja, como ya hemos apuntado, «para estudiar la presencia de contaminantes orgánicos de legado y emergentes, como pueden ser los microplásticos o compuestos clorados, en ecosistemas acuáticos de la península de Byers, una zona de especial protección». «Esta parte de la Antártida cuenta con una gran diversidad y valiosos recursos naturales, por lo que la entrada a esta zona está restringida a doce personas para conservar todo lo que hay de cara a una investigación en el futuro», concreta. En la Antártida hay turismo, pero no en esta zona, «la que más lagos tiene porque son 60 y nuestra investigación se centra en siete», explica Cabrerizo. Allí toman muestras (que se trasladarán después a España) de testigos de sedimentos de 15-20 centímetros que se cortan en capas, así como muestras de  agua y de nieve que se analizarán para saber el año y los contaminantes que tiene. 

Los materiales que utilizan, por ejemplo, son muestreadores con poltafiltros y columnas rellenas de absorbentes por los que pasan entre 300-1.000 litros de agua; corer de sedimentos para lanzar al lago y recoger sedimentos tirando del testigo desde la zodiac; botes para recogida de suelos y vegetación; y muestreadores activos de aire, cedidos por instituciones de Canadá y la República Checa, que se han instalado en el agua y la atmósfera para recogerlos en un año. Estos utensilios viajaron en noviembre en el Bio Hespérides, uno de los buques de la Armada que se encarga de la campaña oceánica junto al Sarmiento de Gamboa. «Después del trabajo se meten en frigoríficos y cámaras congeladoras y, finalmente, regresan a Cartagena en mayo, donde se recogerá todo el material de muestreo y las muestras, que son unos 60 bultos. No se traslada en avión porque se necesitarían muchos permisos para introducir muestras en España», detalla Ana Cabrerizo.   

La investigadora explica que estas sustancias llegan allí a través de la atmósfera porque son semivolátiles. «Los emitimos aquí en industria y por actividades humanas en zonas templadas y se mueven, como si dijéramos, a pequeños saltitos. En verano se volatilizan si están en el suelo y en invierno. Entonces, llegan hasta las latitudes más altas, a Ártico, donde con las temperaturas más bajas se depositan y acumulan allí», concreta. Pero ahora, con el cambio climático, estos depósitos en suelo, nieve y sedimentos se están volviendo a movilizar porque aumenta la temperatura de estas zonas y llegan al transporte atmosférico y oceánico.

Para Ana Cabrerizo, como investigadora, tener la posibilidad de viajar a la Antártida y coger muestras es un privilegio. «Es muy importante para todos los científicos que trabajamos en estas zonas conocer el sitio. Hay que valorar lo que cuesta tomar una muestra, porque no es lo mismo subir al Urbión o la Cebollera que ir a la Antártida y recoger muestras únicas, que nos dicen el pasado, el presente y el futuro de la ciencia», reflexiona la investigadora.

EXAMEN DEL COMITÉ POLAR 

Las personas que viajan a la Antártida tienen que prepararse para esas condiciones climatólogicas tan duras y la investigadora se ha encargado de marcar las bases y el trabajo a realizar en la zona por el equipo del campus de Soria hasta finales de febrero. En primer lugar, es necesario pasar un examen médico del Comité Polar Español, mucho más completo que los que se hacen en los trabajos, que marca las directrices y los permisos necesarios para acceder a la Antártida y recoger muestras. También hay reuniones de campaña en las que se les ofrecen varias recomendaciones. 

«Nos asesoran sobre cuántas capas de ropa nos podemos poner, porque no se trata de llevar un plumas muy gordo, sino de ponerte y quitarte capas. Allí estamos todo el día subiendo y bajando montañas para acceder a los lagos. No tenemos medio de transporte al ser zona especial de protección, ni motos de nieve ni nada. Tenemos que cargar con el material, con las zodiac, con todo, hasta llegar a los lagos, que están entre uno y cuatro kilómetros de distancia», comenta, por lo que la preparación física es necesaria para aguantar largas caminatas con frío y con mucho viento, porque hay días que no han podido trabajar porque había viento de 60-70 kilómetros por hora. Ahora, al ser verano, las temperaturas no son extremadamente bajas, con 2-5 grados bajo cero, pero la sensación térmica con esos vientos es muy alta y hay mucha humedad.