Arte funerario en el cementerio de Soria

Ana P. Latorre
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El artista de origen catalán dejó en Soria su particular huella a principios del siglo XX. Aún pueden contemplarse sus esculturas funerarias en los camposantos de Soria, Almazán, Vinuesa y El Royo, con una simbología muy especial

Arte funerario en el cementerio de Soria - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

El escultor catalán Emiliano Molina Payés (Reus 1896-Madrid 1947), que vivió en Soria a finales del siglo XIX y principios del XX, dejó parte de su obra en cementerios de la provincia (Soria, Almazán, Vinuesa, El Royo, Derroñadas...) que todavía hoy puede contemplarse. Es más, expertos en arte alertan de que muchas de las esculturas podrían desaparecer del Cementerio de Soria por la extinción de titularidad de las tumbas, por lo que reclaman que el Ayuntamiento no las elimine y las mantenga como incentivo turístico, señalizándolas y colocando placas informativas con una breve biografía y del artista que las labró en piedra. Ya se ha reubicado uno de sus conjuntos escultóricos funerarios, ubicado en la parte antigua del camposanto y perteneciente a una sepultura clausurada. Está compuesto de una cruz y una figura humana. Ya se ha anunciado desde el Consistorio que se hará lo mismo con otras de las imágenes de Molina Payés. 

El experto en Arte Javier Herrero ya dedicó un artículo a este escultor en la Revista de Soria, en el que apuntaba muchas curiosidades de su vida y obra. «Me llamaron la atención esas esculturas, despertaron mi curiosidad... y me lancé a investigar», comenta el autor, quien avanza que del cementerio salieron otras investigaciones de interés. El escultor que centró la atención de Javier Herrero era consciente al mudarse a Soria desde Madrid de la importancia de la prensa para darse a conocer a su nueva clientela en la provincia castellana. Su llegada ya se publicó el 24 de mayo de 1899 en el Noticiero de Soria: «Procedente de Madrid y Barcelona ha llegado a esta capital el escultor Emilio Molina Payés, ofreciendo sus trabajos en barro, mármol, madera y piedra a precios económicos. Especialidad en imágenes, altares y trabajos para cementerios». Además, expuso en escaparates del centro alguna de sus obras, publicitándose como restaurador de panteones, mausoleos, sarcófagos, cruces, lápidas y tumbones, indica Javier Herrero en el citado artículo. Su trabajo no estaba al alcance de todos, solo de familias de clase acomodada alta, media burguesía, comerciantes, funcionarios, clérigos, militares, farmacéuticos, indianos...

Natural de Reus, vivió después en Madrid, donde fue oficial de los talleres de Faustino Nicoli; y hasta que abrió su taller en Soria, en la calle Instituto, recibió los encargos en la casa de Diego La Red, en la calle Numancia, y sus ayudantes fueron Bonifacio Cabeza y Patricio Martínez. El citado periódico lo visita en las instalaciones y detalla en la información que el escultor realiza «un precioso mausoleo» para una conocida familia soriana con piedra de Monóvar o Novelda, destacando a la vez lo interesante de «verle manejar sus herramientas, dando formas delicadísimas a la piedra». El escultor se fue abriendo camino en Soria y para la festividad de Todos los Santos la prensa local se hacía eco de sus obras de estilo «gótico y florido» representando cruces de madera enclavadas en peñascos y con sudarios de fino encaje en los brazos, una escultura que encargaron numerosas familias en Soria y que todavía hoy puede contemplarse en el cementerio. Destacan obras como las de la familia Cornell-Albiñana, Canalejo y Domínguez, González Sotomayor, Francisco Jiménez, Aparicio, Pérez de la Mata...  

Cuando falleció a los 24 años el ilustre escritor soriano Manuel García Vinuesa (catedrático del instituto y fundador y colaborador de medios de comunicación), se organizó una colecta para costear un mausoleo digno de su memoria. Molina Payés  no pudo realizarlo por problemas con los encargos de la piedra, pero elaboró finalmente una lápida labrada. La prensa también recogió, según indica Javier Herrero, sus trabajos para la Cofradía del Santo Entierro, concretamente un Cristo Crucificado, que más tarde fue custodiado por los Caballeros de San Vicente Paul.

recuerdos artísticos. Aunque en 1901 tiene ya intención de trasladarse a Sevilla con su familia, permanece en Soria para terminar los encargos y ofrece a mitad de precio «hermosas cruces que tiene construidas con adornos y coronas, todo de piedra de Monóvar». En Almazán, coloca un mausoleo en el panteón de don Elías Romero, el farmacéutico de la localidad. Se marchó definitivamente de Soria en 1903, algo que lamentó la prensa porque dejaba «numerosos recuerdos artísticos» en el cementerio. El Avisador Numantino anuncia que el artista va a dedicarse a trabajos de su profesión en la capital hispalense.

De Sevilla se trasladó a Madrid, donde instaló sus talleres de escultura, aunque regresaba a Soria para terminar los trabajos contratados, tanto en la capital como en pueblos. La prensa anunciaba los días que estaría el escultor en tierras sorianas para colocar obras y recibir los últimos encargos, para los que ofrece muestrarios con colecciones de dibujos que pueden arreglarse «al gusto del parroquiano». En 1905 volvió para entregar las cuatro lápidas conmemorativas del monumento de Numancia que le habían encargado. Las costeó el senador Ramón Benito Aceña y se presentaron el 24 de agosto del citado año. Hay documentos al respecto en el archivo de la concatedral de San Pedro, el Archivo Histórico Provincial de Soria y el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares. La propuesta de Molina Payés (de 1.800 pesetas) se consideró más interesante que otras presentadas, tal como recoge Javier Herrero en la Revista de Soria, ya que «era un personaje reconocido y admirado por sus trabajos en la ciudad». El artista sugirió la colocación de un medallón en el monumento. De las cuatro lápidas, dos hacen alusión a al visita del Rey Alfonso XIII a las ruinas en 1903 y a la donación del monumento por Ramón Benito Aceña y en las otras dos Molina muestra sus cualidades artísticas y el dominio del arte de relieve, dedicándolas a las glorias de Numancia y a sus caudillos. Igualmente, se le encargó una lápida conmemorativa para honrar a los hermanos Bécquer en el 36º aniversario de su muerte, colocada en la fachada de la casa de la plaza de Herradores en la que vivieron, una idea del periodista Miguel de Zárraga no exenta de polémica en la ciudad. 

En 1906 el escultor sigue trabajando en Soria y la prensa se hace eco de la realización en Vinuesa de «un precioso sarcófago de mármol de Italia para la sepultura de don Juan de PabloRamos», con la figura de un ángel. En 1907 se traslada a Vitoria para trabajar en la construcción de la nueva catedral, aunque sigue ofreciendo sus servicios en Soria, destacando una obra de estilo gótico de tres metros de altura para Lorenzo Herrero y otra de dos sarcófagos gemelos con cruces y coronas y elaborados en mármol para las familias Lapuente, Escamilla y Egea, entre otras. 

En 1908 coloca «un elegante sarcófago» en la tumba del canónigo José Sanz Zornoza, al tiempo que realiza trabajos en El Royo y Vinuesa. En sus visitas muestras imágenes de cementerios de Alemania, Francia, Italia y España. De esa época destaca la lápida conmemorativa que varios amigos dedicaron a Teodoro Ramírez Rojas y su mujer Ángela Calahorra de la Orden, ubicada en una de las capillas de la iglesia de San Juan de Rabanera, detalla Javier Herrero.

competencia. En 1910 Molina Payés realizó su última obra en Soria de la que se tiene constancia, una placa conmemorativa en honor al filósofo soriano Antonio Pérez de la Mata, que se instaló en la calle Real. Continuó realizando trabajos en tierras vascas, como el altar de la cripta de la nueva catedral de Vitoria, algo que recogió la prensa local. Ese mismo año comenzó a levantarse en el patio de San Saturio del cementerio de Soria una obra de mármol, el panteón del industrial soriano Agapito García Lapuente, que hoy sigue siendo el más ostentoso. 

La obra de la firma madrileña Aparicio Ciabattini, que ya había colocado el panteón de la familia Oncins Aragón, empleó 25 toneladas de mármol y con la imagen de un ángel sentado realizado por artistas italianos. A partir de ese momento, Gonzalo Aparicio fue la gran competencia de Molina Payés tanto en la capital como en la provincia, con obras como el mausoleo de la familia de Julián Aragón, en Vinuesa; y de las familias Guisande y Cabriada en la capital. El escultor de origen catalán realizó sus últimos trabajos en Soria en 1911 y después la prensa publicó la realización de obras en Santander. 

Sobre su obra en Soria, Javier Herrero habla de enterramientos con esquemas sencillos: tumba cubierta de losa y cruz en la cabecera, un modelo que repitió para muchas familias con ligeras variantes, como relieves (libros, paños plegados, pergaminos, reloj de arena...). Una cruz latina sobre piedras, con sudario, corona, cinta, lazo o ramo de flores. Otro tipo de esculturas son las de estatuas de bulto redondo, generalmente ángeles, y en una ocasión una Virgen. Un último enterramiento es una lápida embutida en el muro del cementerio, con inscripciones y escudos. Solo firmó algunas tumbas. Su estado de conservación es aceptable, pero se han borrado inscripciones y erosionado figuras. 

En cuanto a su simbolismo, los elementos que incluye en sus obras se relacionan con la Resurrección y los paños son una seña de identidad de su obra, según Javier Herrero. También se alude en sus obras a la inmortalidad, a través de las coronas, «un símbolo perfecto, símbolo de lo infinito». Aparacen en los enterramientos siemprevivas o perpetuas, pequeñas esferas con una oquedad en el centro, un elemento habitual de la botánica funeraria y muy usado en los cementerios europeos. Los relojes de arena representan la fugacidad del tiempo, apunta el experto. «En varias ocasiones recurrió Molina a la representación de ángeles, auténticos protagonistas de la iconografía funeraria cuya presencia se relaciona con la custodia de los muertos y promesa de resurrección», añade. Hay esculturas de ángeles de distintas dimensiones, destacando el del mausoleo de Teodoro Ramírez y el de la tumba de Juan Pablo Ramos, en Vinuesa. «El enterramiento de José Morales Orantes es uno de los más llamativos del antiguo cementerio de Soria», con la imagen sedente de la Virgen de la Soledad, muy utilizada en el Barroco, y una cruz latina.

La familia del escultor «se integró perfectamente en la sociedad soriana», destaca Javier Herrero, quien detalla que vivían en la plaza de la Leña. El experto apunta la posible relación de su llegada a Soria con que la madre de su esposa, Asunción Omaña, residiera en la ciudad. Asunción trabajó de modista y traía «las últimas novedades» para cada temporada, de Madrid y de Sevilla; también ofrecía clases de corte y confección y que abría un taller en la plaza de Teatinos. El escultor, que hizo en Soria muchas amistades, se implicó en la vida social y, entre otras cosas, mostró su oposición a la instalación en Soria del penal de San José. Otra de sus facetas artísticas fue escribir teatro y fue autor de Los Conquistadores, La Mendiga, Un rey de pega y El Defensor, que se estrenó en el Casino de Numancia  en 1903. Tras su estancia en Soria se trasladaron a Vitoria, donde Emilio Molina falleció en 1947, y fue enterrado en Madrid. Dos de sus nueve hijjos, Emilio y Ángel, siguieron sus pasos.

cine de terror. Jacinto Molina Álvarez, uno de sus nietos, destacó en el cine y en 2001 recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes. «Bajo el pseudónimo  de Paul Naschy, fue actor, director, productor y guionista de numerosas películas de terror. Drácula, zombies, monstruos, hombres lobo y todo tipo de personajes terroríficos y fantásticos se mueven en sus películas...», apunta Herrero. En 1997 publicó Memorias de un hombre lobo, un libro autobiográfico en el que recuerda con cariño a su abuelo, que le inculcó su pasión por el arte, «un gran artista, un extraordinario escultor e imaginero» que le contaba «relatos fantásticos de santos, ángeles y sus eternos enemigos, los terroríficos demonios...».