«Un pueblo tiene que ser atractivo para que se quede la gente»

SPC
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Ajenjo (Aranda de Duero, 1973) montó un festival y una bodega en apenas 24 meses. De aquel joven sigue quedando el espíritu emprendedor y un corazón «muy arandino» que da identidad a Sonorama

«Un pueblo tiene que estar agitado para que se quede la gente» - Foto: Miriam Chacón ICAL

Cuando apenas tenía 25 años, con una diplomatura en Turismo recién obtenida y muchos sueños por cumplir, el burgalés Javier Ajenjo (Aranda de Duero, 1973) puso en marcha, junto a sus compañeros y amigos de la asociación cultural Art de Troya, un modesto festival de música en su tierra al que decidieron llamar Sonorama. Corría entonces el 25 de julio de 1998 y unas 300 personas se dieron cita en la plaza de toros de la localidad ribereña para escuchar a Dr. Explosion, Chucho y Mercromina. Era el primer cartel de una cita que 25 años después, y ya asentada en agosto, congregó a más de 150.000 espectadores, cinco veces la población de Aranda, para disfrutar de 150 actuaciones repartidas en siete escenarios por toda la localidad durante cinco días. Un crecimiento que ya no entiende de fronteras: Sonorama Internacional tuvo su primera edición en noviembre de 2023 en Uruguay y vivirá en mayo la segunda en México. Mientras su vida comienza a moverse a los dos lados del Atlántico, Ajenjo tiene ya preparada la nueva edición del Sonorama Ribera, que inundará Aranda de música, vino y solidaridad entre el 7 y el 11 de agosto.

¿Cuál es la historia que lleva a una persona a montar un festival de música en su ciudad natal?

Soy un arandino muy arandino, y he tenido la suerte de nacer, vivir y, sobre todo, elegir dónde quiero estar, que creo que es uno de los mayores regalos que se puede tener en esta vida. El poder hacer lo que quieres. Obviamente, hay que esforzarse, trabajar, y rodearse de un gran equipo, que es lo mejor que puedo tener a mi lado. Pero es posible soñar y es posible hacer cosas en el sitio donde hemos nacido y donde hemos decidido quedarnos. Esto no es lo habitual, porque lo que nos dicen es que no es posible. Pero lo del 'no es posible' es el activador que necesitamos para hacer que lo sea. El mayor motivador que nos pueden poner es que nos digan que no, que es imposible. Es posible y, además, en una tierra y en un sitio donde, normalmente, no hay las mismas posibilidades, hay que luchar más, y nos gusta.

Ha hablado de estar donde uno quiere y de las dificultades que conlleva. ¿Hasta qué punto es difícil, en contextos como Aranda de Duero, poder cumplir ese sueño que era el Sonorama hace 26 años?

Sigue siendo difícil. Pero hay dos vías en esta vida: una es lamentarse y otra es avanzar. Podríamos estar quejándonos todo el día de las dificultades, de la falta de ayudas, de todas las cosas que nos pueden rodear. Obviamente, no somos Barcelona, no somos Madrid, no tenemos playa, pero tenemos cosas muchísimo mejores: el mejor lechazo y el mejor vino del mundo, que además nos acompaña en nuestro apellido, porque el festival es Sonorama Ribera. Cuando alguien ve oportunidades donde otros solo ven dificultades, las oportunidades son muchísimo más grandes. Lo que tenemos que hacer es trabajar sobre ello. 

Sonorama es la cita musical que más personas reune en Castilla y León. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?

Si nos ponemos en el principio, estábamos en una plaza de toros que ya no existe, donde abríamos la puerta, pedíamos por favor que entrara la gente y no entraba. Ahora, es increíble que Sonorama sea un festival en el que el 70% de su público tenga menos de 30 años. Eso quiere decir que estamos vivos. Y los pasos han sido absolutamente naturales y de compromiso. Sigue valiendo lo mismo que hace 15 años, prácticamente. ¿Cómo se puede hacer? Creciendo en número de personas y en calidad. Porque no queremos un festival más grande, sino uno mejor. Quizá hemos entendido el punto de equilibrio en el cual podemos hacer un festival, de una manera organizada, con un impacto brutal. Este año hemos trabajado con la Universidad de Burgos y el impacto directo supera los 20 millones en esos días. Para Aranda de Duero y una comarca como la Ribera de Duero, es tremendamente importante.

¿Rompe estigmas Sonorama sobre la importancia de la cultura? ¿Es la muestra de que las iniciativas culturales son una forma de dinamizar el territorio, y que el buen rollo y la alegría generan crecimiento económico y empleo?

Hay una frase maravillosa y es que con la cultura se hacen las aceras. Y esto es algo que no se nos tiene que olvidar. Vivimos en un país donde se regala la cultura, y tenemos que ponerla en valor, como industria, y ser conscientes de lo que supone un festival como Sonorama Ribera para esta zona, y este impacto se traduce en que luego hay actividad a lo largo del año. Eso corresponde a una economía circular y a que un pueblo esté vivo. Porque los pueblos se mueren, pero se mueren si les dejas que se mueran, y esto hay que tenerlo muy claro. Porque la resignación y, en cierto modo, la falta de lucha llevan a que un pueblo se acomode. Queremos un pueblo silencioso, donde no pasen cosas… Pero un pueblo tiene que estar agitado, tiene que tener diversidad cultural y atractivos para que los jóvenes quieran quedarse. Tenemos un problema muy serio, y es que quieren quedarse, pero no pueden. No es cuestión de querer, es una cuestión de poder.

¿La cultura es, entonces, la respuesta contra la despoblación?

Vivimos en una región donde hay demasiadas piedras que cuidar. Es inabarcable toda la riqueza cultural que tenemos en Castilla y León. ¿Qué es lo que pediría? Que se ponga en valor y se aproveche. Un territorio sin ese desarrollo y sin esa riqueza cultural no es nada, no tiene identidad. La identidad se crea a través de la cultura, y esto tenemos que ponerlo absolutamente en valor. Tenemos que tratar de que nuestros políticos, que son los que tienen el mando, se den cuenta de toda la gente con ganas de hacer cosas, y no dupliquemos, no intentemos crear nuevos festivales. No hay torpeza más grande que no reconocer una buena idea. Cuando alguien ha hecho algo bien, hay que apoyarlo. 

Un ejemplo es Sonorama. Pero, ¿ha llegado al punto de ser lo que quería ser cuando lo soñaron en 1998?

Lo que quiere ser es lo que quería ser. La esencia no ha cambiado en absoluto porque se ha mantenido prácticamente todo. Al final, el festival nace con una idea y es cambiar Aranda con la imaginación, agitarla a nivel cultural y pensar que podíamos tener un pueblo donde pasaran cosas que veíamos en otros sitios, y nosotros nos negábamos a pensar que no pudieran pasar aquí. Esto seguimos haciéndolo, seguimos trayendo artistas que, de otra manera, sería imposible tener en Aranda, en la Ribera del Duero. Cuando algo funciona, como es Sonorama Ribera, lo que conseguimos es generar oportunidades para todos. Hay empresas que han nacido y crecido abrigadas al calor de Sonorama y nos tenemos que sentir muy orgullosos. 

Esas sinergias, esa comunión con el entorno, con Aranda y la Ribera, con el lechazo y el vino, ¿falta en otros contextos de Castilla y León? ¿Sonorama es el ejemplo a seguir?

De alguna manera, creo que hemos servido de inspiración para que otros locos de otros sitios creen festivales, desarrollen iniciativas… Vivimos en una tierra donde nos falta creérnoslo. Nos han enseñado, o nos han tratado de decir, que no se puede, y sí se puede. Pero a todos los niveles. La virtud, y lo único importante, es intentarlo. Lo que pase no importa demasiado, ni para bien ni para mal. Vivimos en un país donde está penado el fracaso y el éxito, en una tierra donde se estigmatiza, y es muy difícil quitarse esos lastres. Pero creo que, poco a poco, se van quitando. Hay empresas en Castilla y León que son punteras en tecnología, innovación, desarrollo social, cultural… Creo que nos tenemos que sentir muy orgullosos de la tierra en la que vivimos. Y, obviamente, no debemos conformarnos. Debemos reclamar más atención, a todos los niveles. Si alguien tiene posibilidades y talento, hay que invertir claramente en ese talento, apostar decididamente. Nadie se puede ir, nadie se debe ir. Creo que tenemos los medios, y a veces los recursos son muchísimo más pequeños de lo que la gente piensa. Con unas ayudas lógicas, la gente que tiene ganas de hacer, haría. Va a seguir haciendo. De hecho, ya hace. Sin ayudas, hace. Imagínate con una ayuda: va a hacer muchísimo más.

¿Cómo se acaba con los estigmas? Por ejemplo, la España vaciada.

Esto de la España vaciada creo que es una tapadera, porque la gente se está dando cuenta de que esto no es la España vaciada, esto es la España llena: de oportunidades, de espacios, de pueblos que parecían abandonados y vuelven a tener vida, y de gente que recupera su vida en un pueblo y se aleja de las ciudades. Quiero pensar que esto va a ir cambiando y, sin pasarse, sin llenarla de repente, esa España vaciada va a ser un reclamo. Lo que nos falta es dotarla de tecnología, de una red viaria adecuada, de un tren que Aranda necesita y que ha tenido siempre. Tenemos que aprovechar los recursos, no crear duplicidades. Si tenemos un nudo ferroviario adecuado, ¿por qué no lo potenciamos? Esto es lo que hay que enfocar para el futuro. 

Hemos hablado de crecimiento económico y creación de oportunidades para el entorno, pero si algo es Sonorama Ribera es música. En 26 años que cumplirá el festival este verano, ¿cómo ha cambiado el panorama musical?

La música, como se conocía, que era comprarte un disco al mes con tus ahorros, ha cambiado porque a día de hoy, en un teléfono, tienes miles de millones de canciones. Yo quiero pensar que eso es bueno. Y quiero pensar que nuestro público, que en un 70 por ciento es menor de 30 años, escucha a Leiva, Natos y Waor, electrónica, trap, pop, pero también se preocupa por saber de dónde viene todo eso, y escucha a Led Zeppelin, The Rolling Stones, Coldplay, U2... ¿Qué más podemos pedir? El que quiere vinilo, lo tiene; el que quiere teléfono, lo tiene. ¿Hay muchos conciertos? No. ¿Hay muchos festivales? No. ¿Qué hay? Muchos festivales mal hechos, seguramente. Para nosotros sería más fácil, en vez de tener 200 bandas, tener 50. Pero no daríamos la oportunidad a 150 bandas que sienten que aquí tienen su oportunidad, y deben seguir sintiéndolo. Es nuestro compromiso. 

Precisamente, de su paso por la Plaza del Trigo de Aranda han salido grupos que se han convertido en cabezas de cartel en otros festivales. ¿Qué siente al ver Sonorama como generador de nuevas estrellas?

Se siente que algo que parecía imposible, aquello de '¿cómo vamos a tocar en el centro del pueblo?', se ha convertido en la meca para todas las bandas. Esto sí que ha cambiado: antes había que convencerles y ahora hay que sortearlo. Porque se ha convertido en un escaparate. Es la esencia de este festival: dar oportunidad. Nuestros cabezas de cartel no son quienes actúan en los escenarios grandes, son los que actúan en los escenarios pequeños. 

Y de la Plaza del Trigo, Sonorama ha saltado a Montevideo primero y a México DF después. ¿Cabe la posibilidad de que Aranda deje de ser el epicentro del festival?

Exitosamente, seguimos siendo desastrosos. Un fondo de inversión que viniera a comprarnos saldría corriendo, porque no entendería cómo hacemos las cosas. Hacemos las cosas con corazón. Hay un objetivo de subsistencia también, porque hay que pagar las facturas. Pero hay otra forma de hacerlo. Muchas veces nos preguntan si puede existir Sonorama Ribera fuera de Aranda: no, no puede. ¿Podemos soñar en hacer cosas en otros sitios? Sí, y debemos. Mientras tengamos fuerzas lo vamos a seguir haciendo. Y luego todo esto es una excusa para estar juntos, viajar e incentivar y motivar a un equipo que tiene que seguir creyendo en un festival diferente y especial.

Esa es la filosofía de Sonorama. Sin embargo, festivales con otra filosofía proliferan. ¿Hay burbuja?

Tiene que haber una parte fundamental de corazón en un festival. Si no, estás perdiendo muchísimo en el camino. Y hay gente que ve y entiende un festival como un negocio. Es tremendamente lícito, pero no tiene la esencia que debe tener un festival. La música es generadora de emociones. Los momentos especiales de nuestra vida están asociados a canciones. Sin ese factor emocional, sin ese factor del corazón, creo que son festivales diferentes, se convierten meramente en negocios. 

¿Hay conciencia, entonces, de que Sonorama Ribera es legado, no solo para Aranda o Burgos, sino para toda Castilla y León?

Creo que hay conciencia. Hace poco nos reconocía el Observatorio de la Cultura, compuesto por 1.200 o 1.300 profesionales de todas las actividades artísticas, como el primer evento, incluyendo museos y centros culturales, de la provincia de Burgos, el tercero en Castilla y León, el 51 a nivel nacional, y el tercer festival a nivel de España. Esto sí dice que hay conciencia sobre el legado. Y, sobre todo, sobre el trabajo que ha realizado mucha gente, que ha estado, está y estará. Porque hubo un tiempo en el que aprendimos a reconocer que cualquier esfuerzo, por pequeño o grande que sea, merecía la pena. Cualquier esfuerzo tiene que ser reconocido y creo que, cuando eso se logra, traspasas una barrera y ahí empiezas, de alguna manera, a trascender, y creo que Sonorama Ribera es un festival que ha trascendido en su medida y pretende seguir haciéndolo en el futuro.

Hablando de futuro… ¿Cómo se imagina Javier Ajenjo el de la Ribera y el de la provincia de Burgos?

Existe un enorme futuro. Decía una canción de Los Planetas que 'el futuro es lo de menos'. Hay dos formas de aplicarlo: el futuro es lo de menos porque no lo hay, o el futuro es lo de menos porque no importa lo que pase: hay que intentarlo porque hay un enorme futuro por delante. Lo tengo clarísimo. Tenemos que seguir creyendo que se puede hacer. Con valores, iniciativa, apoyos lógicos, compromiso e identidad, se puede lograr ese objetivo de seguir sintiéndonos orgullosos de Aranda, de Burgos y de Castilla y León. Y es lo que queremos seguir haciendo porque nos sentimos terriblemente orgullosos de nuestra tierra. Hemos decidido quedarnos aquí, seguir luchando aquí y vamos a seguir haciéndolo.

Y al revés, ¿cómo ha influido en la personalidad de Javier Ajenjo, del director del Sonorama, la Ribera y la provincia de Burgos?

Me considero la persona más afortunada del mundo por poder vivir en Aranda y seguir compartiendo mi tiempo con mis amigos de pequeño, vivir a cien metros de la casa de mis padres, a los que sigo disfrutando y me siguen enseñando cada día, a cien metros de mi madrina, que es mi tía y me prepara unas lentejas todos los martes que me acercan a la realidad y hacen que pare el mundo durante un ratito. Y ha influido absolutamente en todo. Si las raíces existen, soy y somos un ejemplo absolutamente claro de lo que las raíces deben ser en una persona.