La Guardia Civil de Soria logra recuperar en Francia dos coronas del siglo XVII que fueron robadas en 1974 en una ermita de Soria. Detenido en Galicia el autor de un robo en Castilruiz que se hizo con joyas antiguas y objetos del inventario de bienes eclesiástico que se encontraban en la iglesia de la localidad. Devuelven la talla robada en San Juan de Rabanera. La 'Operación Dovela' permite rescatar 150 piezas expoliadas del patrimonio cultural y religioso de la provincia, entre las que se encuentran sillares y rejas de ventanas y el arco románico de la ermita de Boós.
Son algunos ejemplos de arte eclesiástico que se ha logrado recuperar en Soria en los últimos años. Pero, lamentablemente, no siempre es posible. Seguir el rastro de lo robado, a veces, resulta tarea imposible. Porque los ladrones llegan a manipular y/o modificar las piezas originales para evitar que sean identificadas, advierte el responsable de Patrimonio de la Diócesis de Osma-Soria, José Sala, quien concreta que «se eliminan con radiales las inscripciones de las campanas y se llegan a 'restauran' algunas tallas». Pero, también, porque «son piezas únicas robadas en muchas ocasiones por encargo o para vender en el mercado negro y, a veces, acaban incluso en el extranjero, lo que complica seguir la trazabilidad», añaden desde el equipo de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil (UOPJ) de Soria que asume la investigación de los delitos relacionados con el patrimonio histórico. El resultado de todo ello: arte perdido con un valor económico «incalculable» pero, sobre todo, «patrimonio devocional, personal, emocional...» que ya nunca regresará a sus orígenes, a los pueblos y vecinos.
menos robos. Es complicado poner cifras exactas, pero las estadísticas demuestran que los delitos contra el patrimonio histórico y, en especial, contra el patrimonio eclesiástico han descendido en los últimos años en la provincia. Además, el objetivo de los ladrones ha cambiado.
En los últimos tres años y lo que va de 2024 se han registrado trece delitos contra el patrimonio histórico en la demarcación de la Guardia Civil de Soria, de los que siete han sido contra el patrimonio eclesiástico y, el resto, intervenciones arqueológicas. Los datos quedan lejos de las oleadas sufridas en Soria en los años noventa y principios de siglo. Entonces, el objetivo eran tallas, ajuares, cálices, pinturas... piezas de tamaño pequeño que los ladrones trataban de colocar generalmente en el mercado nacional. La Guardia Civil logró desarticular varias bandas y recuperar cientos de piezas que se llegaban a exponer en la Comandancia para que alcaldes y párrocos acudieran a su rescate. Ahora, el objetivo ha cambiado y, aunque se siguen robando piezas de menor tamaño que se sustraen incluso de día aprovechando descuidos o la apertura continuada de algunos templos, se han sumado piezas pétreas de gran tamaño -capiteles, pórticos, sillares, ventanales, retablos...- que se tardan incluso días en sustraer, para lo que los ladrones se sirven del silencio y soledad de la despoblada Soria rural.
efecto 'despoblación'. «Hay menos sustracciones o intentos» pero los robos de patrimonio eclesiástico siguen siendo un suculento negocio para los expoliadores de arte, que se han ido 'adaptando' a las nuevas realidades. Las medidas preventivas y de protección puestas en marcha en los templos, la presión investigadora, la formalización y especialización de los agentes involucrados en estos delitos, el avance de los medios técnicos y la incursión de internet y las redes sociales, el incremento del control policial al comercio de antigüedades y obras de arte en galerías y anticuarios, y, también, la coacción que suponen sentencias judiciales ejemplarizantes, han podido actuar de freno en los últimos años. También, la conciencia colectiva de preservar el patrimonio artístico que aún se conserva en ermitas e iglesias. No obstante, alertan desde la Guardia Civil y la Diócesis, «no hay que bajar la guardia». Porque, en ocasiones, «son oleadas» y, «aunque ahora se estén centrando en otros lugares, hay que estar atentos a los acontecimientos, dada la realidad que tenemos en la provincia», advierte Sala. «El rico patrimonio de Soria» no deja de ser un reclamo para los expoliadores y sigue habiendo bandas organizadas dedicadas al expolio religioso, uno de los tráficos más lucrativos, junto al de las drogas y las armas.
No hay un patrón geográfico claro ni un modus operandi único, pero es evidente que, al menos en los últimos años, los expoliadores de arte eclesiástico han puesto el foco en iglesias y ermitas de la denominada España vaciada, allí donde no hay ojos de vecinos que vigilen y, los de los agentes de la autoridad, tardan más en llegar. Allí donde el patrimonio está más desprotegido y el robo resulta más 'sencillo'.
Entre parroquias, catedrales, monasterios y santuarios, España suma más de 24.000 construcciones religiosas. Se estima que Castilla y León alberga casi el 50% del patrimonio religioso de toda España. Y, en Soria, hay «en torno a 500 parroquias», concretan desde la Diócesis. Al menos hay un templo en cada uno de los 513 núcleos de población. Dispersos por los 10.000 kilómetros cuadrados que ocupa esta provincia, algunos están ya en estado de ruina o semiabandono, lo que los convierte en 'blanco' para los amigos de lo ajeno.
La Iglesia no tiene recursos para garantizar la seguridad de todo su patrimonio y nunca los tendrá, es «inviable», asume Sala, por lo que es inevitable la implicación de todos para la protección de este arte, que trasciende la propia titularidad eclesial. Precisamente para evitar este tipo de sucesos, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la Diócesis de Osma-Soria, las propias parroquias, los ayuntamientos y las instituciones trabajan de la mano en la búsqueda de medidas que permitan poner coto a este tipo de sucesos.
La última actuación ha sido la puesta en marcha de un proyecto piloto en Soria financiado por la Junta de Castilla y León que ha permitido la monitorización de 24 templos declarados BIC (Bien de Interés Cultural). La intervención consiste, básicamente, en la instalación de cámaras, sensores y equipos que actúan como seguridad remota del patrimonio.
Centrado en áreas rurales de baja densidad poblacional, se ha desarrollado de momento en 24 núcleos con menos de 100 habitantes. Es «un paso más» para proteger el «rico patrimonio» de la Diócesis, una línea en la que se viene trabajando desde hace ya tiempo, recuerda Sala.
medidas. «Hace 20 años» se creó el Depósito Diocesano, donde se custodian las piezas que se han ido retirando a lo largo de los años de inmuebles religiosos ubicados en zonas despobladas, «donde había peligro de robo». Además, recuerda, se implantó un taller de restauración para, «más allá del almacenaje de las piezas, hacer una labor de preservación y conservación de ese patrimonio».
Al traslado de piezas de valor al depósito burgense se suma también la retirada periódica que llevan a cabo los propios párrocos en las zonas donde asumen el culto. Ante situaciones de peligro, ellos mismos proceden al traslado de elementos de valor desde los templos más pequeños (de núcleos despoblados o semiabandonados) a las parroquias de los municipios cabecera. «Para la fiesta del pueblo o si se celebra algún acto, se trasladan de nuevo a su iglesia original pero, mientras tanto, no están tan expuestos», justifica el delegado de Patrimonio de la Diócesis. Una de las últimas intervenciones al respecto, recuerda, se hizo en La Barbolla. «Es un despoblado y, cuando se produjo el vaciado del pueblo, se retiraron ya todas las imágenes; pero quedaban las campanas y la pila bautismal tardorromana. Desde la Diócesis, al observar dos incursiones, se procedió a retirarlas. La pila se llevó a la parroquia de Quintana y las campanas a El Burgo de Osma», repasa.
Entre las medidas llevadas a cabo para frenar el expolio de arte eclesiástico destaca también el Inventario de Bienes que tiene la Diócesis y la Junta. «Al estar todas catalogadas, es más difícil colocarlas en el mercado», advierte Sala. «A no ser que sea un encargo y ya saben dónde la van a colocar», puntualiza.
investigación. En similares términos se expresan desde las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Tanto Guardia Civil como Policía Nacional cuentan con equipos especializados en delitos contra el Patrimonio Histórico y Artístico. En el caso de la Benemérita, que asume la investigación de la mayoría de robos de este tipo que se registran en la provincia ya que suceden en el medio rural, la UOPJ (Unidad Orgánica de Policía Judicial) es quien se encarga del seguimiento de todos los hechos denunciados. De sus 15 agentes, cinco están especializados en casos de patrimonio. Pero, además, desde hace unos años esta unidad se ve reforzada por el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) que, por su conocimiento exhaustivo del medio rural, realiza una labor preventiva e investigadora encomiable. Además, en las labores preventivas, ejercen un trabajo fundamental las patrullas rurales, que se ven no obstante superadas en demasiadas ocasiones por la imposibilidad de vigilar la gran extensión de la provincia con plantillas muchas veces limitadas.
La UOPJ de Soria trabaja en colaboración constante con la Unidad Técnica de Policía Judicial, que canaliza a nivel nacional todas las operaciones abiertas en la materia. En caso de delito penal, explican desde la UOPJ soriana, el equipo correspondiente hace una inspección ocular para recopilar toda la información posible. Los datos recabados del suceso y de la pieza robada (dimensiones, periodo... y, si es posible, fotografías) se plasman en una ficha de bienes culturales que se comparte con esta Unidad Técnica, que la difunde a su vez a nivel nacional con el resto de unidades territoriales, e incluso a nivel internacional. De este modo, se desarrolla una gran base de datos que es alimentada y compartida a la vez por todas las provincias de España. En caso de robo, la alerta salta a nivel nacional y, si en otra provincia se desarticula alguna operación que permite recuperar piezas sustraídas, se puede identificar su procedencia.
Este avance a nivel de catalogación/inventariado, comparten desde la Guardia Civil y la Diócesis, ha sido clave para poner freno a este tipo de sucesos en los últimos años, ya que ahora es más sencilla la identificación pero, sobre todo, más compleja la colocación de piezas de procedencia ilícita en el mercado.
Paralelamente a la realización y difusión de la ficha de bienes culturales, la Guardia Civil trabaja en otras líneas, más centradas en «una investigación al uso». «Se trata de ver quién ha podido estar por allí y tirar de todo lo que se puede tirar», concretan de forma muy gráfica. De nuevo, la despoblación aparece en la 'ecuación' y complica la investigación. «Muchas veces llegas al sitio y, ya solo datar el momento del suceso, resulta imposible porque, cuando se han dado cuenta del robo, han podido pasar días, incluso semanas, porque nadie va por allí», especifican. «No hay testigos, no hay cámaras, no hay lector de matrículas... las investigaciones son muy complejas», sentencian. Y, a esto, se suma el destino de las piezas, lo que complica más el trabajo de los profesionales: «Hay gente que se lo lleva a nivel personal, porque se está haciendo una casa y se ha encaprichado con una pieza y se la lleva de decoración», indican desde la UOPJ de Soria. En otras ocasiones, «estos delitos vienen por encargo», ya que «en Soria hay un rico patrimonio y hay gente que pide una pieza concreta para ellos mismos, o para sacarla al mercado negro». Estos casos son especialmente complejos ya que el mercado nacional es cada vez más limitado por los avances en cuestiones como el inventariado o los medios técnicos para detectar piezas ilícitas, de modo que lo sustraído «se va en muchas ocasiones fuera del país» donde «tiene salida». Otras veces, «se busca también el valor material», como es el caso del robo de campanas, que se venden para fundiciones.
Este tipo de sucesos cuentan además con el respaldo de la UCO (Unidad Central Operativa) de la Guardia Civil y, en especial, por el Grupo de Patrimonio Histórico Español, su unidad de élite en delitos contra el patrimonio.