Algunas personas marcan la vida de un pueblo. Yviceversa. Vicente Granados Sánchez bien puede ser un ejemplo de ello... Acumula 36 años de entrega al pie del Moncayo, 36 años de protección de la población de Ágreda, de compromiso con esta tierra, de participación, de respeto, de dedicación, de implicación con los vecinos, de trabajo... Jienense de nacimiento y agredeño de corazón, el brigada asume el cargo de comandante del puesto de la Guardia Civil de Ágreda. Ágreda es su trabajo pero, también, su vida. Porque allí están sus mayores logros a nivel personal pero, también, a nivel profesional.
Esa «excepcional trayectoria profesional en beneficio de la protección ciudadana a lo largo de los 36 años que lleva prestando servicio» le han hecho precisamente merecedor de una Mención Honorífica al Mérito de la Protección Ciudadana de Castilla y León este 2020, un reconocimiento que concede la Junta en «gratitud y solidaridad» por «su entrega más allá del ejercicio de sus funciones» y, especialmente, «por su labor durante la crisis sanitaria provocada por la COVID-19».
Abrumado todavía por esta distinción, atiende a El Día de Soria desde su despacho en el cuartel agredeño. No le van mucho ni las entrevistas, ni las distinciones, ni los halagos... pero le puede la profesión. Y ser guardia civil no se hace. «Se nace y no se deja de ser nunca», asevera rotundo. Escuchándole está claro que lo suyo es vocacional. Pero, también, detrás de su aptitud innata se esconde su sangre, su memoria, su sello familiar. Quizá por ello, su primer pensamiento cuando un compañero le informó de esta distinción fue para su padre, quien le inculcó lo que supone ser guardia civil: «Labor, entrega y dedicación» en «beneficio de la ciudadanía». En su memoria, también, «su familia y todos los compañeros que de una manera u otra han contribuido» y le han «inculcado lo mejor de ellos».
reconocimiento ‘compartido’. «En primer lugar, quiero agradecer a todas las personas que han hecho posible que se me haya otorgado este reconocimiento público, gracias a la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta que ha valorado esta trayectoria de 36 años en la Guardia Civil», inicia la conversación, que parte de una premisa: «Este reconocimiento no es solo mérito mío, sino que lo hago extensivo a todos los compañeros, personas, organismos, colectivos y entidades que, de una manera u otra, con su gran profesionalidad, me facilitan la labor diaria que vengo desempeñando». Se acuerda de todos, policía local, Ceas, sanitarios... porque sabe bien que el trabajo «en equipo» es clave y todos suman, máxime en una comarca tan dañada por la despoblación y la falta de servicios, un mal que, desde su puesto, intenta suplir y facilitar a los vecinos.
Desde que se dio a conocer su Mención Honorífica no han cesado las llamas de «familiares, amigos, compañeros, superiores y autoridades» y admite que, en clave personal, lo recibe con «sorpresa» pero, al mismo tiempo, con «satisfacción» y «autoestima». Porque, recalca, este hecho no es sino un «estímulo» para seguir realizando su trabajo, aún con «mas ímpetu si cabe». «Es muy grato y reconfortante que te reconozcan la labor que desempeñas durante tantos años», agradece.
Pero, más allá de lo personal, recibe esta distinción como reconocimiento al Cuerpo, en tanto en cuanto esta mención «pone de relieve la labor, entrega y dedicación con la que sus miembros realizan su trabajo en beneficio de la ciudadanía». Habla de «la cercanía y la confianza de los ciudadanos», de «la proximidad y la presencia activa en la seguridad del Estado» como si fuera su Biblia particular, y aboga por seguir «conservando y practicando» estos valores «con la única finalidad de seguir cumpliendo con la misión encomendada».
DE VOCACIÓN... GUARDIA CIVIL. Hijo de guardia civil, pasó su infancia como un «trashumante» de casa cuartel en casa cuartel, recorriendo diferentes rincones de España. Eso le forjó, y le marcó, así que tenía claro que, cuando él construyera su propia familia, la estabilidad del hogar primaría sobre su promoción profesional. Pero Ágreda le dio la oportunidad de conseguirlo todo, ya que al pie del ‘padre’ Moncayo ha podido crecer en la profesión, y en la vida. Quizá el azar lo tenía todo preparado porque, tras su ingreso como guardia civil auxiliar en Requena (Valencia), Ágreda fue su primer destino y promete ser el último o, quizá, el penúltimo... Tras breves estancias en Navarra, Covaleda, Noviercas... decidió regresar nuevamente a Ágreda, ya para quedarse. Una soriana, una agredeña, su compañera de viaje y de vida, le arraigaron a esta tierra que, asegura, siente como si fuera propia.
¿Con qué experiencia, anécdota, vivencia... se queda de estos 36 años de carrera?, le preguntamos. «Con el corazón en la mano, haber aterrizado en Soria, en Ágreda, conocer a mi mujer y establecerme en este lugar», afirma sin titubear. Y, a esto, añade «la satisfacción, el sentir que tu intervención ha sido clave para salvar la vida a alguien. Con eso me quedo para siempre», subraya Granados.
La palabra «satisfacción» es la que más se cuela en la conversación. Satisfacción personal y profesional. Tanto, que no duda al afirmar que «volvería a ser una y otra vez guardia civil». Es su orgullo. Por todo lo que le ha dado este ‘oficio’. Por todo lo que también él ha entregado al mismo. Solo es necesario escuchar a algunos de sus compañeros para saber qué representa «el brigada» en la demarcación agredeña. Cercanía. Entrega. Dedicación. «Es vocacional y supone una gran satisfacción personal y profesional. Lo asumo como ayuda, como servicio a los demás. Esta profesión tiene muchos sinsabores, muchos desvelos, pero no es un trabajo, es una forma de entender la vida», sentencia cuando es cuestionado sobre si se siente orgulloso de ser guardia civil. «Mire si estoy orgulloso de aquella decisión que mis dos hijos siguen este mismo camino. Uno es compañero ya y el otro está en ello, en el Colegio de guardias jóvenes de Valdemoro en su primer año, haciendo gala de la famosa frase del fundador, ‘para premiar en los hijos las virtudes de los padres’», explica ufano.
testigo del atentado de eta. La profesión le ha dado grandes vivencias pero, también, algunas experiencias que le han marcado de por vida. «La pérdida de compañeros por varios motivos y, cómo no, cuando haces todo lo humanamente posible y se quedan vidas en el camino. Ahí te das cuenta de lo frágiles que somos y es muy duro vivir eso en primera persona», explica sobre lo peor de su carrera.
En su retina aún perduran, de hecho, algunas vivencias que jamás olvidará, como el atentado de ETA contra la casa cuartel de Ágreda el 16 de julio del 2000. Granados estaba destinado allí y entonces era cabo primero. «¿Quién iba a presagiar aquel día de verano lo que iba a ocurrir?», se cuestiona, al tiempo que asume que no se le olvidará «nunca». «Eran las 14.40 horas cuando un coche-bomba con material explosivo estallaba en la parte trasera del cuartel. La mujer de un compañero resultó herida y hubo multitud de daños materiales», rememora. «Era la festividad de la Virgen del Carmen, que con la del Pilar y Nuestra Señora de los Milagros, seguro ayudaron a evitar una tragedia mayor», confía apoyándose en sus creencias. Las sensaciones de aquel día, «se quedan por dentro», admite, porque es una «sinrazón» que ha sufrido en varias unidades, incluso a nivel familiar, y que «no es entendible», considera. «Estamos hechos de otra pasta pero deja huella, ¡qué duda cabe! Pero hay que seguir adelante», asume.
También fue protagonista del trágico suceso ocurrido en Matalebreras, el tiroteo en una gasolinera que costó la vida de un compañero. «Recuerdo que fueron tres días intensos sin descanso, hasta que dimos con el asesino», rememora. En el camino quedaron tres vidas.
seguridad ciudadana. Toda su trayectoria profesional ha estado dedicada a la protección de la seguridad ciudadana, especialidad que le «llena» y que ha llegado a cumplir sus «expectativas», ratifica. Centrado en «velar por la seguridad de las personas y sus bienes», sus labores incluyen la prevención, la investigación, la atención, la asistencia próxima al ciudadano... tratando de proteger siempre «el libre ejercicio de derechos y libertades de los ciudadanos».
Su respuesta a la llamada de los requerimientos de la población no entiende de horarios, ni de galones. Su compromiso es «las 24 horas del día durante todos los días del año». Quizá por ello en Ágreda es para muchos «Vicente», y recurren a él ante cualquier temor. Una cercanía y una proximidad de la que hace gala y que le han permitido tener un conocimiento exhaustivo de la demarcación y de sus gentes. Eso le ha facilitado el desarrollo de su trabajo diario pero, al mismo tiempo, es un plus para el cuartel agredeño donde, como ocurre en la provincia, hay gran movilidad de la plantilla, lo que impide el arraigo de los agentes. En el caso de Ágreda, tener al brigada ha sido una garantía de experiencia y compromiso desde hace ya 36 años.
Se siente parte del pueblo y siente el reconocimiento de la población. «De ahí nuestro sobrenombre de ‘Benemérita’», apunta, al tiempo que rememora los más de 176 años «de servicio a los españoles» de la Guardia Civil. No ignora las voces contrarias que «prescindirían» de ellos pero, tampoco, a quienes les defienden como «imprescindibles a la hora de mantener y entender el Estado de Derecho, del que disfrutamos todos». Y en este sentido, indica: «Tanto unos como otros acuden a la Guardia Civil cuando lo necesitan y, cuando la cosa se pone fea, cuando algo importante peligra o cuando la vida está en juego, las tonterías se acaban».
crisis sanitaria. Precisamente en esta crisis sanitaria que vivimos ha quedado más patente que nunca el papel de «los comandantes de puesto y de sus guardias civiles», llegando a «todos los lugares donde hay personas y bienes de riesgo», aportando «un plus de tranquilidad, de auxilio y de seguridad a los ciudadanos». «La conjunción de factores que estamos viviendo en esta crisis están reafirmando a la Guardia Civil en su papel fundamental como auténtica policía de proximidad, proporcionando al término ‘seguridad’ su significado más profundo y amplio en cuanto a custodia, amparo y garantía. La gente sabe que estamos ahí», considera. «El ciudadano lo sabe, sabe qu’ seguiremos donde comenzó todo, en la casa cuartel, en el ‘cuartelillo’, donde continuaremos prestándose ese servicio esencial de velar por su seguridad y por la protección de sus bienes, ya salga un virus, ya se inunden las carreteras, ya se aíslen los pueblos por la nieve o se den todas estas circunstancias a la vez. Nosotros no nos iremos, siempre estaremos ahí, con ese recuerdo de gratitud que permite nuestra cartilla», sentencia. Yen sus palabras encontramos claramente por qué merece ese reconocimiento en clave autonómica. Porque su servicio y compromiso no ha cambiado nada en estos 36 años.
En su relato, en su conversación, se esconden casi cuatro décadas de profesión, de experiencias, de compromiso, de anécdotas (algunas duras, otras que sacan sonrisas)... y la suma de todo ello bien merecen una mención que, quizá algún día, podamos leer en un libro...