Escribir la contracrónica de una jornada de Liga en la que no han jugado 'ellos', es como analizar la pinacoteca del Prado sin referirse a Goya y a Velázquez, como hablar de la historia de la música popular del siglo XX sin mencionar a los Beatles o los Stones. Y en esta enumeración podríamos perdernos horas, porque alguno dirá «¿Y qué hay de El Bosco o de Durero o de El Greco?» y otro dirá que «¿Y qué hay de Queen? ¿Y de Dylan? ¿Y de Aretha Franklin?» y, entre ellos, montarán un debate apasionante en el que todos tendrán razón… y esa es la grandeza del fútbol: que hay jornadas de Liga sin 'ellos' y las demás aficiones siguen vibrando igual. Y si eso vale para que el hincha más laxo e imparcial, el que se asoma al balompié por asomarse, comprueba que no todo es blanco o azulgrana, sino que hay 1.000 colores que despiertan justificadas y enfermizas pasiones, bienvenida sea esta ausencia fortuita y pasajera. No sucede muchas veces y hay que aprovecharlo. Otros recolectaban puntos uno a uno, tres a tres… y 'ellos' estaban a muchos kilómetros de distancia, en ese trofeo perpetrado 'a pachas' entre un expresidente, un exjugador y algún pariente de un jeque podrido de dinero con el objetivo de que todo sea tremendamente lucrativo para los de siempre ('ellos', sin duda) y las aficiones queden en último plano. Si a sus 'alegres' fondos de animación y forofos de toda la vida les da igual, no será el resto de aficiones quienes se lo afeen. Regresarán a la competición que les hace grandes (porque eres 'grande' a base de sumar victorias ante modestos y pequeños) y obtendrán de nuevo toda la atención, pero descubrir a nuevos músicos y pintores cuando 'ellos' ni pintan ni cantan es un pequeño placer. Efímero y esporádico, pero placer.