Editorial

España en la encrucijada ante las exigencias de Washington

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La reunión entre el ministro de Economía español, Carlos Cuerpo, y el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, ha devuelto parte del agua del entendimiento al cauce de unas relaciones entre ambos países que históricamente siempre fueron estrechas y basadas en la cooperación y el respeto mutuo. Pero el acercamiento de Pedro Sánchez a China en plena escalada de tensiones arancelarias entre Washington y Pekín fue un gesto arriesgado que puso a España en la diana de la Administración Trump. En un mundo donde las lealtades se miden en acciones (y en imágenes), España no puede permitirse ambigüedades. Pretender que China sea un "socio estratégico" sin costes políticos es, en el mejor de los casos, ingenuo; en el peor, peligroso.

Así, la cita de Cuerpo, un ministro tan similar en fondo y forma a aquellos tecnócratas de los 60 y 70 que sacaron a España de su aislamiento internacional consolidando además su crecimiento económico, con Bessent se antojaba como el bálsamo perfecto a la herida abierta por el propio Sánchez. De la reunión España sale con dos demandas: aumentar el gasto en defensa para cumplir con los compromisos de la OTAN y eliminar la 'tasa Google'. Dos puntos que aparecen como un recordatorio tajante de que en la arena global, la neutralidad es un lujo que pocos países pueden permitirse.

Las peticiones de Estados Unidos no pueden señalarse como una mera comprobación de lealtad tras el viaje de Sánchez a China, sino que merecen una reflexión seria por lo que implican y por lo que revelan sobre el papel de España en el mundo. O, al menos, sobre el papel que Estados Unidos considera que tiene España en el mundo. El aumento del gasto en defensa, que nos acerque al 2% del PIB acordado en la OTAN, no es un capricho de Washington. Es una necesidad urgente en un contexto donde la guerra en Ucrania, las ambiciones expansionistas de Rusia y China, y las amenazas híbridas -desde ciberataques hasta desinformación- nos recuerdan que la seguridad es un esfuerzo colectivo. España, como miembro clave de la OTAN, no puede seguir siendo el país con una de las menores inversiones en defensa de la alianza, como también ha dejado claro la Unión Europea.

La segunda demanda, eliminar la 'tasa Google', toca un punto sensible en la economía internacional, ya que este impuesto diseñado para gravar a los gigantes tecnológicos ha sido un punto de fricción con Estados Unidos, que siempre lo ha considerado una barrera comercial disfrazada. En un momento en que la Unión Europea negocia con Washington para evitar una guerra arancelaria, mantener esta tasa podría poner en riesgo sectores clave de nuestra economía, como el aceite de oliva, el vino o la automoción, que ya están en vilo por la situación actual.

Estamos en una encrucijada que exige claridad y liderazgo. Elegir el camino correcto no será fácil, pero es imprescindible. España debe ser un pilar sólido de Occidente, no un espectador indeciso. Porque en un mundo donde las tormentas geopolíticas no dan tregua, solo los que saben dónde están situados resisten el embate.