El primer románico soriano: Santa Lucía de Andaluz

T.G. / J.M.I./ L.C.P.
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El templo siguió en uso 600 años, pero en los siglos XVI-XVII se inició su ocaso

El primer románico soriano: Santa Lucía de Andaluz

En Andaluz buscamos los restos de una iglesia románica que la tradición oral identificaba como la antigua ermita de Santa Lucía. La iglesita, o lo que queda de ella, se encuentra ubicada en lo alto de una loma que protege al pueblo del frío del norte, y desde donde se tiene una espléndida panorámica de la Meseta Norte: las sierras madrileñas y segovianas; y las sorianas de Pela, Ministra y Altos de Barahona, así como el Moncayo y las sierras del norte de Soria: Picos de Urbión y Cebollera.

Nos aventuramos a esta visita el último día de septiembre. La SO-100, otras veces mencionada en estos artículos, nos conduce desde Soria a Andaluz en algo más de media hora. Una vez allí, es necesario ascender hasta el Alto del Risco por el Camino del Alto de la Sierra, camino de tierra que se encuentra en buen estado. Nos adentramos en un terreno calcáreo con alguna sima a su vera. El camino culmina y un cartel en acero corten nos informa de que estamos en el Parque Eco Arqueológico de Santa Lucía. En lo más alto del pico aparece una caseta antiincendios, que esos días cuida y vigila Omar Iglesias con el que conversamos sobre su trabajo durante un buen rato.

Andaluz es la puerta de un paso, o desfiladero estrecho, llamado La Hoz, que en un tiempo de la Edad Media separaba la zona cristiana de la musulmana. Esto fue motivo para que la localidad tuviera su importancia, pero creemos que no tanta como la atribuida por Pascual Madoz, que en su Diccionario Geográfico-Histórico atribuye 11.000 vecinos a la localidad a mediados del siglo XIX. La verdad es que no debió de alcanzar nunca los trescientos habitantes. Su importancia, sin embargo, se constata en que puede presumir de poseer el primer fuero de la provincia de Soria, otorgado en 1089 por el conde Gonzalo Núñez de Lara y su mujer Doña Godo, en tiempos de Alfonso VI, a la vez que se convertía en cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra, integrando a 13 aldeas, dos de ellas ya despobladas.  Esa importancia ha sido cada vez menor, y aunque se constituyó como municipio con la caída del Antiguo Régimen en el siglo XIX, perdió la municipalidad en los años sesenta del siglo siguiente al integrarse en Berlanga de Duero, y también perdió casi toda su población, estando hoy por debajo de las veinte personas las que pasean diariamente por sus calles.

La mañana era agradable y desde lo alto, Omar Iglesias, nos indica el camino y los restos de la ermita, recientemente consolidados. Desde la lejanía las ruinas son la imagen de tantos edificios religiosos y en ruinas del rural soriano. Mientras nos dirigíamos hacia las ruinas, en ese secarral del altiplano de Andaluz, buscábamos setas de cardo sin ningún éxito.

Estas ruinas se encontraban olvidadas por el vecindario, hasta que en 2018 se llevó a cabo una intervención arqueológica por la profesora de la Universidad de Cantabria Diana Vega Almazán, con el objetivo de documentar y consolidar los restos que quedaban de su vieja fábrica. Una cartela al lado de lo que fue la puerta meridional nos informa de aquella actuación en la que colaboraron la Junta de Castilla y León, el FEADER, el  Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el grupo de acción local ADEMA, el Ayuntamiento de Berlanga de Duero, el Común de Vecinos de Andaluz y la Asociación Fueros de Andaluz, y aunque no figure en el cartel, sin duda la Universidad de Cantabria. Un código QR nos remite a la historia de la excavación y sus hallazgos. 

Hasta esta intervención lo que allí se veía eran tres grandes paredones de encofrado de cal y canto, de muy buena ejecución, y dos grandes huecos en los muros sur y occidental. Gracias a esta intervención hoy sabemos mucho más de lo que fue la iglesia de Santa Lucía y nos orienta a lo que se puede hacer en muchos de estos inmuebles románicos en ruinas dispersos por toda la provincia.

La intervención dejó al descubierto su planta original, formada por una única gran nave rectangular y un ábside en forma de herradura inscrito dentro de una cabecera cuadrangular de pequeñas dimensiones. Esta cabecera es un únicum dentro de las iglesias sorianas.  Para Diana Vega Almazán estas características arquitectónicas lo ponen en relación con varias construcciones del primer románico de la provincia y la singularidad del ábside la entronca con iglesias del noroeste peninsular, de tradición mozárabe, como las iglesias de Santiago de Peñalba, San Miguel de la Escalada o  Santo Tomás de las Ollas.

La iglesia de Santa Lucía se cimentó directamente sobre la roca natural de caliza con grandes bloques. Consta de una gran nave rectangular y una pequeña cabecera cuadrangular, ligeramente más estrecha que aquella. Como ya hemos escrito se construye con muros de encofrado de cal y canto en los que todavía se aprecian las distintas verdugadas, así como los mechinales de piedras planas que facilitaban la recuperación de las agujas o de las almojayas.  Estos muros, como era habitual, se reforzaban con sillería en las esquinas y los vanos, hoy prácticamente desaparecidos, lo que debilitó mucho su fábrica. Asimismo en la cabecera se levantó un zócalo con varias hiladas de sillería, sobre el que se asentó el muro de calicanto. La ausencia de contrafuertes al exterior y de responsiones en el interior, nos indica que la nave se cubriría con techumbre de madera a dos aguas, mientras la cabecera sería abovedada, muy similar a las que vemos en el occidente peninsular.  

La iglesia contó con dos puertas: una en el muro meridional y otra en el muro occidental, no pudiendo determinar la intervención arqueológica si las dos fueron coetáneas, pero sí que la occidental fue la original del templo y que en fechas más recientes se tapió.

Durante la campaña arqueológica se puso al descubierto el ábside, el antiguo solado que nivelaba el de roca natural, así como dos elementos de trascendental importancia. En el sector suroeste de la nave apareció una pila rectangular excavada en la roca, con remates curvos, con un enlucido hidráulico, relacionado con una zanja excavada en la roca y paralela al muro oeste que pudo usarse como canal desagüe, pila que por su reducido tamaño pudo estar dedicada al bautismo por ablución. La otra pieza interesantísima que apareció en el ábside es una pequeña pilastra monolítica tallada en mármol, que pudo formar parte de un pie de altar de la primitiva iglesia.  

Durante 600 años este templo siguió en uso, bien como iglesia, bien como ermita, hasta que, a finales del siglo XVI o principios del XVII, se inició su ocaso y desmantelamiento. Hoy, ya avanzado el siglo XXI, se ha recuperado su historia y se ha integrado en un paisaje que el estudio  y el trabajo han dignificado. La intervención y consolidación  de estas ruinas son, sin duda, un ejemplo de lo que podría hacerse en otras decenas de ruinas románicas abiertas al cielo.

En lo que pudo ser el atrio de la iglesia de Santa Lucía se ha adecuado una pequeña explanada con varios bancos que animan a sentarse y observar las ruinas desdentadas por el continuado expolio, y la vega del Duero; así como una moderna escultura levantada para recordar los Fueros de Andaluz.  Esta obra fue realizada por un vecino de la localidad con maderas que sirvieron de soporte a los raíles del ferrocarril, enlazadas con fuertes pletinas de hierro que nos recuerdan la importancia que los fueros tuvieron en la repoblación y pacificación de estos territorios a finales del siglo XI. 

Tras la visita a la iglesia, objetivo principal de la visita, nos acercamos hasta el Portillo de Andaluz, un balcón hacia el cortado de "La Hoz" por el que transita, un tanto agresivo, el río Andaluz para llegar, a pocos metros, hasta el Duero, que por allí se cruza a través de su famoso puente de los seis ojos. Desde el Portillo, al que se accede por el Paso de Lug, se observan los buitres que han tomado residencia al otro lado del cortado, y se oye el sonido de las aguas del Andaluz. Su situación nos permite ver la Sierra de Inodejo, así como los valles de los ríos Duero y Andaluz. 

Cerca quedan unos pocos restos de lo que fue el Castillo de Andaluz, una fortaleza cuadrangular de 25 metros de lado, que excede el tamaño de una simple torre de vigilancia o atalaya. Cuenta Isaac Moreno Gallo en su obra La Defensa Telegráfica de la Frontera Califal del Duero que el diseño de esta es muy parecido a la de Fuentetovar y que domina una vasta extensión de terreno en todas las direcciones, con buena visibilidad con el castillo de Fuentetovar y  con la atalaya de Bayubas de Abajo. Además también se comunica con la atalaya de Vadorrey y con la Torre de Aguilera. 

Regresamos en dirección al observatorio antiincendios, desde donde el joven Omar Iglesias controla el peligro con sus prismáticos. Recorremos el camino inverso y paramos en la localidad de Andaluz. El pueblo aparece vacío, aun así, nos encontramos con un vecino  que nos informa de que ayer domingo fue San Miguel y que el pueblo estaba lleno. Hoy por sus calles sólo está él, que sube por la calle de la Iglesia en busca de cobertura para su teléfono de Movistar. Nos dice que la llave de la iglesia la tiene el alcalde, Fidel de Miguel, pero que hoy está trabajando en el campo. Nosotros no teníamos tiempo para visitar su interior y su lapidario. Nos espera en La Barbolla la zamorana Beatriz Barrio, que estos días está recorriendo Soria y quiere ver la ruina en que se ha convertido la iglesia de San Bartolomé. En la misma calle  cerca ya de la iglesia de San Miguel un antiguo sarcófago arrumbado hace las veces de macetero. La iglesia cuenta con un precioso pórtico románico en forma de L, que, hace tiempo, se encontraba en el lado norte del edificio y que se remontó en el lado meridional junto con su portada. Volveremos a recorrer con más pausa el maravilloso pueblo de Andaluz.