Los vinos de Soria, la sensación de la DO Ribera del Duero

S.Almoguera
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Considerados hace décadas «lo último» de esta denominación, una nueva generación de enólogos los ha aupado como nuevos atractivos

Bodegas Castillejo de Robledo alcanza las 25 vendimias

Reconocimientos nacionales e internacionales. Interés no sólo de los paladares sino también de las propias bodegas que ultiman ahora nuevos proyectos empresariales en la provincia. Los vinos de Soria están de moda y se han convertido en los caldos revelación de la Denominación de Origen Ribera de Duero. Lo constatan las propias bodegas que operan en la provincia que, con trabajo y tesón desde hace años, han creado unos vinos favorecidos, asimismo, por las singulares características de altitud y la oscilación térmica extrema de la provincia con «matices diferentes» con respecto al resto de la Denominación. Todo ello combinado con una nueva generación de enólogos «que han sabido sacar el potencial de la uva», señala Carlos Martínez, responsable de la sección vitivinícola de la organización agraria Asaja Soria, han conducido a ese 'despertar' de los caldos de la provincia. «Soria era lo último» hace unos años, confiesa Bertrand Sourdais, presidente de la Asociación Viñas Viejas de Soria, que aglutina a 14 bodegas de la provincia, y enólogo al frente de los caldos de Antídoto y Dominio Es.

El punto de inflexión del reconocimiento que hoy están viviendo los vinos de la provincia tiene lugar para Ana Carazo, propietaria y enóloga de Bodega La Loba, en la localidad de Matanza de Soria, en el albor del siglo XXI, en el año 2000 y, sobre todo, indica, con un punto de origen: Atauta. «Es lo que pone Soria en el mapa. Bertrand supo sacar el potencial de esas viñas», puntualiza. Aquel período, que fue también una época de expansión en la propia zona de Ribera de Duero, con mucha inversión, giró la mirada a los orígenes, a ese pasado vitivinícola de la provincia soriana que la despoblación y otros factores sociales habían condenado al olvido la propia explotación comercial de viñas. Comienza entonces, relata Carazo, una nueva etapa en lo que «se planta lo que un día se arrancó». Para Sourdais, enólogo perteneciente a esa primera generación que apostó por la Ribera de Duero de Soria, está claro que la «curiosidad» que están suscitando los caldos de la provincia incluso en el propia Denominación de Origen a la que pertenecen obedece a un hecho, «las viñas viejas», esas cepas centenarias oriundas de la zona, con variedades de aquí, unido a la conjunción del clima soriano que favorece la consecución de vinos «menos dulces con, quizá, más aromas de frutas azules que a las rojas y negras». Las viñas viejas son en su opinión, «una garantía de calidad, lo sabemos todos», insiste. 

En ello coincide Carlos Martínez que insiste en que, proporcionalmente, son los viñedos más antiguos de toda la Ribera del Duero. De las cerca de 1.274 hectáreas que actualmente se destinan al cultivo de la vid, aproximadamente el 70%, unas 900 son cepas viejas. Algunas de ellas, unas 120 tienen más de 120 años de antigüedad; 204 entre 90 y 120 años y el resto, entre los 70 y los 90. Para Ana Carazo es importante subrayar que no todo el vino que se hace en Soria procede de estas cepas antiguas. En su opinión, también las características de la tierra son importantes, porque «el perfil del vino está en el suelo», pero el factor determinante, recalca, «es el equipo [enológico] que está detrás». Es el proceso de elaboración el que marca la diferencia. En su caso, asegura, «busco siempre el sabor de la uva, que es lo que se traslada al vino», añade.

Vinos como La Loba o La Lobita o su última propuesta, La Protegida, son producto de una segunda generación de enólogos y bodegas nacidas en torno a la década de 2010 que continúan los pasos de ese boom de calidad vitivinícola en la que Bodegas Castillejo de Robledo fueron los pioneros hace más de 30 años de la mano de la mano de la Agrupación de Tratamientos Integrados en Agricultura creada para revitalizar y reestructurar parcelariamente el sector en esta localidad y su entorno. 25 vendimias después de su constitución como sociedad vinícola, Silentium es el buque insignia de la marca. En este tiempo uno de los logros de los que más orgullosos se sienten los productores sorianos es que el propio amante del vino de Soria empiece a apreciar los productos de la provincia y comiencen a formar parte de sus preferencias. «Soria capital hay sido tradicionalmente muy de Rioja, que está más cerca casi que de la zona de la Ribera», insiste Javier Rupérez, director técnico de la Bodega Rudeles. En los últimos años, sin embargo, los caldos sorianos han comenzado a ganar «mucha presencia» en el territorio soriano y a ser apreciados por su singularidad. Son, asegura Rupérez, vinos «más potentes y aromáticos» que los del resto de la Ribera del Duero, añade. «Más nítidos, un poco más tiesos, menos dulces», agrega a la definición Sourdais.

Este propio autodescubrimiento de los caldos provinciales hay que atribuirlo también, incide Ana Carazo, a una apuesta de la hostelería soriana que es muy de agradecer. «Hace 10 años era bastante difícil consumir vino de Soria en la provincia», argumenta. Y en ese proceso, añade Bertrand  Sourdais, también han resultado decisivos encuentros como las jornadas que la Asociación Viñas Viejas celebra desde el año pasado en la capital soriana y que este año tendrá lugar el próximo 25 de febrero con expectativas «bastante buenas», junto a otras iniciativas como la Feria del Vino de San Esteban de Gormaz que en 2024 cumplirá su cuarta edición. «Los vinos sorianos cada vez se ven más en los bares de Soria. Hay más visibilidad, se consumen más», reconoce el presidente de Viñas Viejas. Pero también, puntualiza el director técnico de Rudeles, a todos los grandes reconocimientos nacionales e internacionales y las puntuaciones entre «lo mejorcito del mundo» que han logrado vinos salidos de Soria han contribuido al propio soriano a girar la mirada hacia lo propio. «Tener la suerte de que contemos con dos o tres bodegas que hacen vinos excepcionales muy bien valorados ayuda un poco más al resto», añade Rupérez. «Nosotros», alega, «somos más modestos», pero prácticamente el 60% de su producción se reclama en el mercado internacional, una tendencia que comenzó casi en los inicios de esta bodega familiar en el año 2004 con su primera añada de blanco que prácticamente fue adquirida por entero en Bélgica. 

mercado exterior. Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Colombia, Alemania, Suiza o incluso China son los países a los que exporta sus caldos Castillejo de Robledo, un mapamundi que completan y amplían muchas otras bodegas sorianas a pesar de que son empresas relativamente pequeñas. Este tamaño es también uno de los aspectos que caracterizan la producción vinícola soriana. Las viñas, explica Carlos Martínez, son en general minifundios. «Para hacer una hectárea se necesitan 10 o 12 parcelas», explica el responsable de la sección vitivinícola de Asaja Soria. Los márgenes de plantación son pequeños, lo que hace que sea muy difícil la introducción de la automatización en el cuidado y vendimia de las viñas. «Nuestro punto de vista es apostar por la calidad. A nivel rentabilidad, Soria es muy mala», incide Bertrand Sourdais, y más en años como éste en el que las heladas de principios de primavera y la sequía después han mermado de forma significativa las cosecha de uva. Las condiciones climatológicas de Soria, que le infunden también parte de sus características más apreciadas, «no garantizan la cosecha», añade Javier Rupérez desde Rudeles. En su caso, sus viñedos de Peñalba de San Esteban, han producido este año un 70% menos. «Dos o tres golpes como éstos te pueden desbaratar todo el tinglado», reconoce Sourdais, que señala que es preciso conocer «muy bien esta tierra». Aún así, celebra la valentía de grandes grupos inversores y reconocidos grupos como Protos o Vitis están proyectando ya en Soria. Para el presidente de la Asociación Viñas Viejas el desembarco de nuevos actores a la Ribera de Duero soriana viene determinado por el objetivo de elaborar vinos «con más frescor y menos graduación alcohólica» al abrigo de una altitud mayor que «en la parte baja de la Ribera de Duero» que otorga un contraste térmico superior. 

una realidad. El cambio climático, subraya, es una realidad. Este año con una producción de «900 kilos por hectárea ha sido más que una miseria, lo siguiente: un problema gordísimo», reconoce. En cinco años, contando los planes de futuro de estos nuevos grupos inversores del vino, «se va a duplicar el viñedo soriano», pero habrá que ver cómo se comporta las cosechas de los próximos años. En cualquier caso, la entrada de estos nuevos grupos en la Ribera del Duero soriana incorporarán «otra vía de negocio», quizá, declara, «un punto de vista menos romántico que el nuestro». 

Pero lo cierto es que, más allá de estar de moda, Soria es ahora casi la única «opción» si se quiere invertir en Ribera de Duero. «Si vas a Valladolid, está todo copado», insiste Ana Carazo. Es, reafirma, el momento de seguir trabajando. Aún hay mucho que aportar. ¿Será el principio de un futuro aún con mayor relevancia? «Pues esperemos que sí, que no pare», señala con esperanza el viticultor Carlos Martínez. «Es también una forma de dar valor a nuestra zona, de darle un atractivo más», concluye.