Por el verano de Soria

Silvano Andrés de la Morena
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"Hoy, ayer y mañana, Soria está distinta, la ciudad, los pueblos, los campos. Se ha llenado de gente, los niños corren por las calles incluso cuando la noche ya está avanzada y eso es casi un milagro. Gracias al verano"

Por el verano de Soria - Foto: E.G.M Eugenio Gutiérrez Martínez

Sí, ya sé que el verano estacional llegó hace casi dos meses. Pero el verano humano, el vacacional, ese periodo en el que se cambian muchas actitudes diarias y se cuelgan demasiadas imágenes en las redes, como autoafirmativas y, a menudo, exceso de narcisismo, no se corresponde exactamente con el astronómico. Desconexión, disfrute, sol, playa (el río o el pantano), fiesta… Hoy, ayer y mañana, Soria está distinta, la ciudad, los pueblos, los campos. Se ha llenado de gente, los niños corren por las calles incluso cuando la noche ya está avanzada y eso es casi un milagro. Gracias al verano.

Unos amigos de Barcelona a los que les encanta la piedra tallada por la mano del hombre, han pasado quince días por tierras sorianas, que no olvidarán. Las murallas de Almazán, Rello, Berlanga, con San Baudelio, la gigantesca nave invertida de Gormaz, Caracena y la piedra prerromana de Tiermes, les ha dejado boquiabiertos. Me confesaban que su pase por tres hoteles de Soria les ha sabido a poco y… volverán. También disfrutaron de la piedra modelada por el tiempo geológico y el Cañón del Río Lobos, más el paseo por la ribera del río Pero, desde Noviales a Cuevas de Ayllón, mi pueblo (les dije que no se lo perdieran) les alegró la mirada con el frescor de la tarde (solo siento que la realidad me haya impedido acompañarlos).

Tras el goce de la palabra compartida y el disfrute de algún buen plato en El Burgo, me permití enviarles, tras su petición, algún fragmento sobre estas tierras nuestras para que se fueran con la alegría de un retrato verbal de la Alta Meseta del Duero. El primero, una selección de lo que hace varios años, escribió Miguel Ángel González Manjarrés en una serie que publicó un periódico de Castilla y León con el título de 'Anotaciones de un verano'. Entre otras hermosas palabras, me confesaron que seleccionaron las siguientes: "Aunque en Castilla agosto es ya como el canto de sirena del verano, y en agosto el sol empieza a parecernos de mentirijilla... El clima, como pueden comprobar, es un buen auxilio para subir en ascensor o comenzar unas notitas de periódico. El clima y los viajes, evidentemente… Soria, lejana y sola. Miramos al pasar el pórtico de Santo Domingo y entramos al rato en el saloncito inglés del bar Chayofa… La rareza del nombre nos hace buscar una explicación: el dueño primigenio se vino de Canarias, montó un bar y le llamó con el nombre de un pueblo isleño, Chayofa,… Una ciudad diminuta, provincianísima, de gente arreglada de domingo que va y viene por el Collado, se sienta en una terraza, mira, charla, cumple años y un día descansa para siempre bajo la tierra. Todavía buscamos en los álamos del Duero la talla de unos corazones y unas iniciales…". Continuaba González Manjarrés por tierras de Soria: "… Más allá, entre las sabinas, está la lagunilla de la Fuentona y el nacimiento del río Abión, lleno de truchas y sobrevolado de buitres. Conocemos a una guarda forestal que acaba de venir de Cuba y nos tiene preparados unos cangrejos y unas chuletillas de cordero que asamos en una fogata… Junto a Muriel el Viejo, amenazados de tormenta, nos comemos de postre una tajada de sandía y hablamos, como tanteándonos… Cae alguna gota y hay pinos que humean por los rayos, un humo latente que no se sabe nunca si se convertirá en incendio. Como Castilla".

Y el segundo, ante su insistencia (ya conocen mucho de lo que escribo), algunas anotaciones mías de uno de tantos veranos en mi pueblo, compuestas para un texto que habrá de titularse 'Verano, paisaje y color': "Se nos invita a perder la mirada en estas llanuras infinitas y recordamos aquellas explosiones de flores y de hierbas que invadían la naturaleza de junio, que ya se muestran ahora apagadas, mustias. Por ahí, los tonos grises, ocres, rojos o azules que se reflejan con la luz, paraíso para cualquier pintor. Por aquí, la calima impertinente que vela el paisaje, el suelo reseco del rastrojo, todo agostado, marchito ya, los montones de paja que pican el cuerpo solo con la mirada, la promesa del pan. Por todos los sitios, el sol de verano, benigno de madrugada y duro al mediodía que estampa su fuerza sobre la tierra firme de la planicie…  Hay mañanas grises también que pesan como plomo. La galbana que da, el sol que ofende, lomas, cerros, riscos… Por ahí vamos, en paseo de entomólogo veraniego que goza o sufre las orugas ostentosas, las chicharras gritadoras, los saltamontes brincadores, las elegantes mariposas, las hormigas laboriosas, las moscas insufribles, los inquietos tábanos, las avispas, las abejas, las mariquitas. O contempla la elegancia de un rey coronado, entre tímido y huidizo. El corzo, que puede asomar por cualquier rincón, con sus movimientos elegantes, mientras, el viento, por las riberas del río Pedro, en Cuevas de Ayllón, se eleva entre los árboles, jugando con los juncos, al tiempo que por los cerros y laderas acama tomillo, espliego o jara".

Un placer que los amigos catalanes regresen contentos y cuenten por sus tierras que Soria existe en su grandeza ante los ojos (Gràcies, amics, i segur que tornarem junts a Sòria). Que vengan muchos más y conozcan lo que hay por aquí. Verano de agosto en Soria. Disfrútenlo, incluso por la noche con la mirada hacia arriba, donde las estrellas, no solo las fugaces, brillan silenciosas en las inmensidades. Estos días, las Perseidas están en su fiesta de destello. Amigos de EL DÍA DE SORIA: No se las pierdan mirando el cielo desde El Mirón o desde cualquier loma de nuestros pueblos… y verán cómo se le caen las lágrimas a San Lorenzo.