No es su culpa y, sin embargo, esa es la sensación que tienen muchas mujeres víctimas de maltrato. También tienen miedo de ser estigmatizadas, lo que, por desgracia, empuja a la mayoría a no querer denunciar. Pero contarlo, alzar la voz contra sus agresores, resulta apremiante para «que la vergüenza cambie de bando».
Ese es el lema que presidirá buena parte de las marchas que tendrán lugar hoy en todo el país, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en las que las organizaciones feministas aluden al caso de Gisèle Pelicot, la francesa que sufrió durante una década las violaciones organizadas por su propio marido y que reclamó en el juicio precisamente eso: que los señalados sean los maltratadores y no las víctimas.
La manifestación se produce un día después de que una mujer de 46 años fuese asesinada ayer en la localidad sevillana de Estepa, presuntamente a manos de su marido, que después se quitó la vida con el mismo arma de fuego.
La pareja tenía dos hijos, de 11 y 17 años, y no hay constancia de que la víctima hubiera acudido a los servicios municipales de asistencia contra la violencia machista ni había denuncias previas, según las autoridades del municipio.
De confirmarse, serían 41 las asesinadas en España en lo que va de año por una lacra que evidencia que la sociedad aún tiene mucho trabajo por hacer.
En este sentido, la fiscal de sala delegada de violencia sobre la mujer, Teresa Peramato, denuncia que el cuestionamiento social a las víctimas es «absolutamente alarmante» y entiende que haya mujeres que opten por denunciar las agresiones de forma anónima en redes sociales para compartir con otras afectadas su dolor y poder recuperarse. «El cuestionamiento de las víctimas en los bares, en cualquier tertulia, en los medios de comunicación, en las redes sociales es absolutamente alarmante. Partir de que una víctima puede estar mintiendo para vete a saber qué es un cuestionamiento que requiere de mucha intervención en la sociedad, mucha concienciación, mucha sensibilización y mucha educación», explica.
Si se piensa así, precisa Peramato, no se va a ser capaz de detectar la violencia que está sufriendo la persona más próxima: la hermana, la amiga, la vecina.
«Tenemos que comprender que una agresión sexual coloca a la víctima en una situación muy delicada ante la sociedad. Si denuncia, se la va a estigmatizar, se la va a señalar, se va a poner en duda su versión, se van a buscar argumentos para intentar culpabilizarla: si iba de noche sola, si había bebido o múltiples circunstancias. (...) Cualquier mujer que se enfrente a este corolario es muy fácil que diga 'yo no voy a denunciar'», continúa.
Por eso, el testimonio de Pelicot puede ser crucial para cambiar el peso de la balanza. De hecho, con sus declaraciones, la francesa quiere ayudar a otras víctimas y recalcar que la amenaza puede estar, en muchas ocasiones, dentro de casa. «El violador no siempre te lo encuentras en un aparcamiento, a altas horas de la noche. También puede estar dentro de tu familia, de tus amigos», advirtió en uno de los juicios celebrados.
'Ni una más. Ni una menos'
Precisamente, este es un mensaje que ha inspirado al Ministerio de Igualdad, que presentó la campaña institucional contra la violencia de género, con el nombre Ni una más. Ni una menos, en la que llama a no «romantizar» la violencia machista.