La espectacular villa tardorromana de La Dehesa, en Las Cuevas de Soria y de 4.000 m2, tiene estos meses unos huéspedes especiales. Se trata del equipo de restauración que dirige el leonés Pablo Yagüe (adjudicatario de la intervención), compuesto por Virginia Monge, Sofía Llamazares, Rossana Santiso, Raquel Molina y Candela Viguera (de Ponferrada, Madrid, Jaca, Murcia y Galicia/Uruguay) y que se encarga de sacar a la luz el mosaico de la estancia 25, limpiando con gran esmero y minuciosidad al tratarse de un enclave histórico construido en el siglo II, descubierto por Blas Taracena en 1928 y declarado BIC en 1931.
Pablo Yagüe comenta en el propio yacimiento a El Día de Soria los trabajos que se han realizado previamente, dentro del plan de actuación de la Diputación de Soria y la Junta de Castilla yLeón, como los de urgencia para proteger las partes descubiertas del peristilo porque estaban muy deterioradas. En estructuras arquitectónicas (hipocaustos y paramentos), se procedió a una limpieza, saneamiento y consolidación de los restos originales, además de reposición para recuperar la solidez.
intervención. En cuanto a los mosaicos, comenta que «algunos se restauraron en los años 70 y 80 con procesos que consistían en arrancarlos y transmitirlos en un nuevo soporte de cemento portland armado, con sales muy dañinas para los materiales originales y las teselas». «Eran unas intervenciones muy agresivas» que, aunque se hacían con la mejor intención, destruían los materiales originales que portan mucha información y se dejaban como baldosas gigantes que se pegaban al cemento... Eso se hizo en la tercera parte de ellos.
«Los criterios de las cartas vigentes de restauración, tras un replanteamiento, son los que estamos aplicando en este convenio -estancias 26 y 25- y consisten en conservar todo lo posible in situ», sin destruir material y consolidando materiales tan como aparecen. Es lo que se hace ya en todo el mundo, en muchos mosaicos que están apareciendo en Turquía o Inglaterra. «Se sujetan los teselados y se consolidan para frenar su deterioro, tal como aparecen. No son criterios tan estéticos -para gustos- pero sí muy respetuosos», indica señalando como ejemplo la intervención actual.
La estancia 25, con una superficie de 54 m2, se encuentra en la zona sureste o zona termal, «la que más ha sufrido porque está en un estrato inferior y con mucha humedad», además de las temperaturas continentales extremas. Con música de fondo, focos y cañones de calor para hacer frente a las bajas temperaturas, además del repiqueteo constante del instrumental, el equipo comenta que se ha realizado una limpieza previa y ahora se centran en la consolidación con inyección de morteros licuados -con agujas, debajo de las pequeñas piezas- y adhesión del teselado a sus estratos de soporte originales.
Provistas de cinceles, escalpelas, cepillos y y martillos para trabajar de forma mecánica y manual y también de microtornos, las restauradoras se afanan en la limpieza y eliminación de las concreciones carbonáticas (se observa como una costra que están picando), «que son exageradas por la presencia de humedad», apunta Pablo Yagüe. También se trabaja aplicando papetas (papilla de productos químicos en plásticos) para allanar esas conclusiones y repasando algunas áreas. «Se están consolidando distintos deterioros, como hundimientos, grietas, crestas... Y se continuará con la reintegración de las lagunas o faltas con morteros y una privación capa negra», añaden.
Tuvo que ser una villa con gran colorido, comentamos observando los trabajos. «Imagínate cómo sería el espacio al uso, qué bonito quedaría», apunta mostrando una franja. Los trabajos continuarán hasta mediados de diciembre, tras los cuatro meses de plazo de ejecución de esta parte contratada.
«Es un trabajo muy minucioso y a veces mucho más duro de lo que parece por las condiciones climáticas y en el suelo, casi como albañilería fina, podría decirse», indica Pablo Yagüe apuntando que el trabajo de restauración arqueológica es «más duro» que el de restauración de pintura. Además, «es muy vocacional».
interés «por peculiar». El restaurador especialista en arqueología, como el resto del equipo «joven pero con experiencia», descubrió el yacimiento de Las Cuevas cuando era estudiante, hace 30 años y reconoce que es muy conocido porque se descubrió hace mucho y que «está muy atendido y protegido».
«Es muy interesante por peculiar», debido al tamaño de la villa y de las estancias y a las figuras geométricas de los mosaicos. A nivel particular siempre ha pensado que la villa debió ser algo más grande que la típica cédula de explotación agroganadera rural de una familia en el Imperio Romano. «Mirad que estancias tan grandes. Y esto en Soria en aquella época para calentarlas con la climatología tendría sentido si realmente viviera mucha gente», comenta el restaurador.«Cuando estás trabajando aquí si que te da por pensar que quizá esto tenía una finalidad más amplia, a nivel conventual o de enseñanza. Podría ser 50.000 cosas», añade pensativo sobre este yacimiento «bastante misterioso» respecto a la finalidad que pudo tener la villa.
Se va avanzando, pero queda mucho trabajo por hacer en la villa, puesto que todo el pasillo perimetral del patio central o impluvium, esconde mosaicos. «Hay muchísimos metros de mosaico», indica el restaurador, por lo que la intención de las administraciones es ir destapando. Como curiosidad, del mosaico que hay al lado del que están trabajando, el de la estancia 24, la parte central se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico Nacional, aunque a diferencia de otros casos, no se reclama su regreso al emplazamiento original porque se prefiere que sea un reclamo para atraer visitantes a Las Cuevas.